Han pasado cuatro años. Juanma Garate llevaba uno de los maillots históricos del mundo del ciclismo, el del Rabobank. El Tour de Francia de 2009 daba sus últimas bocanadas. Se corría la penúltima etapa y los organizadores, pendientes de buscar nuevos retos, se inventaron un final en alto en el Mont-Ventoux, el monte pelado, una de las cimas con más historia del ciclismo mundial. Era el 25 de julio. Garate (Irún, 37 años) iba a conseguir uno de esos triunfos que marcan una vida profesional: «Personalmente fue el momento más importante de mi carrera deportiva. Ganar en el Mont Ventoux era algo único. Llegábamos todo el equipo de hacer un Tour muy malo y ganar allí supuso mucho», explica Garate desde la frontera de Basilea donde se encuentra concentrado con su equipo, Belkin, preparando la Vuelta a España. «Es la zona en la que le tiraron perdigonadas a Freire». De aquella victoria conseguida en el ‘monte pelado’, tiene muchos detalles en el recuerdo.