La expedición del Euskaltel-Euskadi regresaba ayer a casa tras sus últimos kilómetros en China y la amargura en la voz de Garikoitz Bravo era evidente. El final de Euskaltel-Euskadi es doloroso e injusto para muchas personas, pero para un hombre que esta temporada cumplía su sueño de tantos años, la disolución del equipo vasco ha sido un mazazo. El de Lazkao llegaba a Euskaltel después de debutar como profesional en Caja Rural y tan solo un año después se ve sin un hueco en el pelotón. Tiene esperanza de que el décimo puesto conseguido en el Tour de Pekín le sirva para despertar el interés de algún equipo: «Saqué fuerzas no sé de dónde e intentado darlo todo en esta última carrera. No sabía si iba a ser mi última prueba de este año o de mi carrera. Ahora toca esperar a ver si sale algo y podemos continuar».
La satisfacción de su mejor resultado del año se mezcla con la decepción de ver morir a Euskaltel. «Sientes muchísima pena«, confiesa Bravo, «yo he peleado durante muchos años por intentar llegar aquí, al equipo que más he admirado de pequeño. Es el equipo que más ha amado la afición vasca y, al final, solo he logrado estar aquí un año. La adaptación que estaba teniendo con los auxiliares, técnicos, masajistas y corredores ha sido buenísima, pero corta. Me da pena que me tenga que separar también de toda esa gente».