Dijeron en Eurosport que ha sido la segunda victoria de Thomas De Gendt en el Giro de Italia. Recordaréis la primera, hace diez años, en una escapada legendaria en el Stelvio que le valió la gloria del gran coloso y el acceso al podio de Milán, tras Hesjedal y Purito.
Entre entonces y hoy, Thomas De Gendt ha sido uno de los iconos del ciclismo, más allá de sus recurrentes victorias, no muchas, pero muy buenas, pero especialmente por su cariño al ciclismo de ataque y al riego, valones que hasta hace no mucho eran poco vistos y muy apreciados en el pelotón.
Hasta esta etapa del Giro, Thomas De Gendt ha navegado en mares complicados. Un ciclista veterano, apreciado y respetado, nadando a contracorriente, en medio de chavales que nada respetan, desplazado del foco que siempre ha tenido sobre él.
No hace mucho, le recuerdo unas declaraciones admitiéndose desarmado ante el ciclismo que se estaba imponiendo, un ciclismo agresivo, prolongado por auténticos querubines que compiten como si no hubiera un mañana.
Puedes leer el artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor