En el ciclismo que propone Remco Evenepoel hay dos versiones muy diferentes. Querer o no a Remco Evenepoel dentro del planeta ciclismo es algo que empieza a dividir a la hinchada. ¿Qué tenemos?
Por un lado un elemento que desequilibra dentro y fuera de la carretera, que hace del ciclismo algo casi personal, cada vez que Remco Evenepoel se fija un dorsal en la lumbar, se sabe observado, y le gusta.
Le ponen la presión, los gritos… detectar el miedo en sus rivales, ganar por aplastamiento y luego celebrarlo a su modo.
Pero como cantaba Sinatra, Remco Evenepoel hace el ciclismo «a su manera»: «Tal vez lloré o tal vez reí, tal vez gané o tal vez perdí. Ahora sé que fui feliz, que si llore, también amé. Voy a seguir hasta el final. A mi manera».
Y esa manera no siempre gusta, no siempre nos gusta, llevando la competición a las 24 horas del día, a los siete días de la semana.
Evenepoel es chulesco, altanero y muchas veces hasta sobrado, siendo aún un mocosillo de 21 años, 22 ya en enero
Eso penaliza, castiga el aura de campeón bueno e inmaculado que nos gusta ver en ciclismo, campeones que pueden tener alguna sobrada, pero que el fondo se hacen querer, tipo Peter Sagan.
Para llegar a ese carisma, le queda a Remco, más cuando por el camino deja «víctimas», ya no sólo deportivas, también fruto una arrogancia que no vemos inteligente.