Londres se convertía, en 2012 en la primera ciudad en la historia en acoger unos Juegos Olímpicos por tercera vez. Y en esta ocasión los pudo organizar con todos los medios posibles, lo que no sucedió en 1908 cuando sustituyó a Roma por las erupciones del Vesubio, o en 1948, en unas circunstancias muy difíciles en la posguerra.
Por ello se preparó una candidatura muy sólida y muy cuidada, con la sostenibilidad como fondo, y combinando el aprovechamiento de sedes existentes con una infraestructura nueva en el Parque Olímpico, en el East End, donde se podía ir a ver las competiciones o simplemente a pasar el día si no se conseguían entradas. Precisamente en esta zona se construyó el Velopark, conocido jocosamente como The Pringle, por la forma ondulada de su cubierta, un impresionante recinto con un aforo de 6.000 espectadores, y una pista de madera, de 250 metros como ya era la norma, francamente rápida.
Volviendo a los aspectos generales, decir que la elección de Londres estuvo muy reñida con París y fue en la cuarta ronda en la que se decidió la candidatura londinense por 54 votos a 50. Por cierto, allí estuvo Madrid a la par de las otras dos ciudades -incluso siendo la más votada en la segunda ronda- pero al final se quedó sin opciones.
Por primera vez en la historia todos los países presentes -205, con 10.518 atletas- presentaron equipos masculinos y femeninos, en un evento en el que se destacó la espectacular ceremonia de inauguración, con la reina Isabel -bueno, un doble- lanzándose en paracaídas con James Bond, y con el siempre inquietante Mr. Bean como protagonista, y que se desarrolló del 27 de julio al 12 de agosto, bajo unas condiciones climatológicas impropias del verano, y con protagonistas ya conocidos como Mike Phelps y Usain Bolt… o la propia antorcha, que generó una importante polémica ya que apenas se veía en el estadio olímpico por su ubicación, y nada fuera de él.
Volviendo a la igualdad, en deportes como el ciclismo en pista se produjo de forma total en la participación, con cinco pruebas de cada sexo, tras una reorganización del programa general del ciclismo que dejó fuera la persecución individual, la madison y la puntuación, incluyendo una prueba multidisciplinar pero sin tradición como el ómnium, aparte de la inclusión de las pruebas por equipos para féminas, velocidad y persecución, y del keirin para las mujeres, consiguiéndose la paridad, pero con una desaparición de las competiciones tradicionales de fondo, que originó un malestar general pero ninguna reacción.
Después de la exhibición de Pekín, y corriendo en casa, estaba claro que Gran Bretaña volvería a ser protagonista. Y lo fue. Con menos medallas que en 2008, pero con un dominio similar imponiéndose en 7 de las 10 pruebas, pero sólo con dos medallas adicionales más, y solamente con Australia -cinco preseas, una de oro, otra de plata y el resto de bronce- haciéndole sombra, pero de lejos. La gran diferencia fue que España en esta ocasión no estuvo en el medallero, aunque volvió a haber presencia en las pruebas de velocidad masculina, con los debutantes Juan Peralta y Hodei Mazkiarán-, mientras que las féminas se quedaron muy cerca de asistir, aunque no lo lograron. Los fondistas Pablo Aitor Bernal, Sebastián Mora, David Muntaner, Eloy Teruel y Albert Torres -todos olímpicos por primera vez- y Leire Olaberría, en sus segundos Juegos, formaron la delegación española, bajo la dirección de Juan Martínez Oliver.
El mejor resultado español fue la sexta plaza en la persecución por equipos, donde por fin se bajó de los 4 minutos, 3:59.520 con Mora, Muntaner, Teruel y Torres, en la primera ronda, donde se aseguraba esa sexta plaza. “El objetivo que me marqué cuando entré como seleccionador era bajar de los cuatro minutos y hoy lo hemos conseguido”, decía el almeriense sobre una marca que, tristemente, a día de hoy, sigue siendo la plusmarca nacional. Nada que ver con Gran Bretaña, con un renovado equipo en el que no estaban ni Paul Manning, retirado, ni Bradley Wiggins, orientado a ganar el título olímpico contrarreloj, aparte del Tour de Francia, pero si Ed Clancy y Geraint Thomas, que junto a Steven Burke -que solo compitió en la individual cuatro años antes- y Peter Kennaugh no sólo ganaban el oro sino que batían por dos veces el récord mundial: 3.52.499 en la clasificatoria, 3:51.659 en la final ante Australia, con Jack Bobridge, Rohan Dennis, Michael Hepburn y Glenn O’Shea (3:54.581)- Nueva Zelanda, con Sam Bewley, Mark Ryan, Jesse Sergent y Aaron Gate, superaba a Rusia en la lucha por el bronce.
En cuanto al ómnium, en aquellos Juegos constaba se eventos de todo tipo: de fondo y de velocidad, de pelotón y cronometrados, y con el puesto realizado traduciéndose a puntos: 250 metros, puntuación y eliminación, el primer día, persecución, scratch y kilómetro el segundo. Gano Lasse Norman Hansen -que puede ser el representante danés en Tokio-, superando por dos puntos al francés Brian Coquard y por tres al británico Ed Clancy, con otros dos futuros olímpicos en Tokio, Roger Kluge y Elia Viviani, en cuarto y sexto lugar. El representante español fue Eloy Teruel, que terminaba noveno, con 59 puntos, lastrado por una mala actuación en la eliminación, donde caía casi de salida, y en las pruebas cortas, que no eran su especialidad.
La persecución por equipos femenina debutaba con la fórmula de tres corredoras y también con similar dominio de las británicas, ya que Dani King, Joanna Rowsell y Laura Trott se llevaban la victoria, batiendo el record del mundo en cada una de sus apariciones: 3:15.669, 3:14.682 y 3:14.051. Estados Unidos, con Sarah Hammer, Dotsie Bausch y Lauren Tamayo, era su víctima en la final, con Canadá -Tara Whitten, Gillian Carleton y Jasmin Glaesser- como bronce.
Trott sumaba su segunda medalla de oro en un ómnium en el que mantuvo un cerrado duelo con Hammer, que se saldó con una diferencia de solo un punto. La local fue la mejor en los 250 metros, en la eliminación y en los 500, mientras que la estadounidense fue más regular, pero solo triunfó en la persecución. la australiana Nettie Edmondson, con 24 puntos, se hacía con el bronce, en una prueba en la que la española Leire Olaberria mostraba mejoría en las pruebas cronometradas, pero que no tuvo su mejor actuación en las de fondo, su especialidad, para terminar decimotercera, con 69 puntos.
Fue en las pruebas de velocidad donde el dominio de los locales fue espectacular, con Chris Hoy y Jason Kenny como grandes triunfadores. El escocés se llevaba el keirin por delante de Maximilian Levy, en una prueba que tuvo dos medallistas de bronce: el neozelandés Simon Van Velthooven y el neerlandés Teun Mulder. Y es que la posición de la bicicleta de Hoy tapaba la de los dos corredores, que llegaron muy igualados a ese final, por lo que se optó por esa salomónica decisión. El inglés se imponía en la velocidad superando a Gregory Baugé y al australiano Shane Perkins. Y los dos, junto a Philip Hindes, obtenían el oro en la velocidad por equipos, con récord del mundo incluido (42.600) ante Francia, con Gregorý Baugé, Michael D’Almeida y Kévin Sireau. Alemania, con René Enders, Robert Förstemann y Max Levy completaba el podio.
Los dos españoles se repartieron las pruebas. Mazquiarán compitió en velocidad, donde fue decimosexto en los 200 metros, sin poder superar a Perkins en la primera ronda ni imponerse en la repesca, necesario para seguir en liza. Peralta lo hizo en el keirin donde puedo llegar hasta semifinales tras ser segundo en su repesca, aunque no lograría el pase a la final -quinto en su semifinal-, terminando cuarto en la final B, y por lo tanto décimo en el torneo.
Gran Bretaña no tuvo opciones en la velocidad por equipos femenina, donde solo pudieron ser séptimas tras una descalificación, en una prueba que dominó Alemania (Kristina Vogely Miriam Welte) frente a China (Gong Jinjie y Guo Shuang), que fueron descalificadas en la final, tras haber batido el récord del mundo en primera ronda (32.422). Australia (Karlee McCulloch y Anna Meares) se llevaban el bronce frente a Ucrania.
El interés estaba en ver a la gran heroína local, Vicky Pendleton, y sobre todo el duelo que mantenía con Meares, donde se podía hablar casi más de enemistad que de rivalidad. En el keirin, donde la australiana era una de las principales favoritas, la británica tomó la iniciativa en todo momento haciéndose con el oro por delante de la china Shuang y de la hongkonesa Sarah Lee Wai Sze, en lo que era la tercera medalla olímpica de la ex colonia británica en toda su historia, en todas las disciplinas. Meares fue solo quinta.
La velocidad se presentaba como la revancha directa entre ambas, y en el que Meares supo ir a más, derrotando a su rival en dos mangas e intercambiando las posiciones que habían tenido en Pekín, y nuevamente con Shuang como bronce: la china fue la única velocista que subió al podio en las tres pruebas.