Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Corría un caluroso 2 de septiembre de 1994. En el Velódromo de Burdeos (Francia), una multitud se arracimaba en las gradas para observar la tentativa del navarro Miguel Indurain (Villava, 1964), de superar el récord de la hora.
En aquel momento, la práctica se había puesto de moda desde que los británicos Graeme Obree y Chris Boardman (entre julio de 1993 y abril de 1994) se hubieran arrebatado un honor que, hasta la fecha, recaía en el italiano Francesco Moser (quien, en el lapso de cinco días, del 19 al 23 de enero de 1984) había elevado su propio récord, en México, de 50 kilómetros y 808 metros a 51 kilómetros y 151 metros. Obree era el plusmarquista, sus guarismos los de 52 kilómetros y 713 metros parecían muy alejados del dominio de los humanos.
Pero, como ya se conocía sobradamente, Induráin había demostrado, en varias ocasiones (y siempre en asfalto, nunca en el entarimado), que sus prestaciones contra el crono distaban de poder calificarse como ordinarias. Induráin se presentó en Burdeos con una bicicleta que, en aquel momento, parecía un elemento futurista, sacado de la imaginación del más avezado de los guionistas de las películas de ciencia-ficción. Respondía al nombre de “Espada” y, desde aquel momento, pasaría a formar parte del imaginario ciclista popular español.
Miguel voló, literalmente, sobre la pista francesa. Cuando el crono se paró en los sesenta minutos de esfuerzo, su registro informaba de que había cumplimentado una distancia total de 53 kilómetros y 40 metros, es decir, casi 700 metros que el récord que la dimensión de Induráin pulverizaba.
La alegría del navarro apenas duró un mes y medio. El tiempo que el suizo Tony Rominger necesitó para, en el mismo lugar, situar el récord en 53 kilómetros y 832 metros. Un par de semanas después, el 5 de noviembre, Rominger se superaba y colocaba la distancia en unos formidables 55 kilómetros con 291 metros.
Solo un hombre superaría esa marca, el británico Chris Boardman, quien el 7 de septiembre de 1996, en Manchester, cifraba su calidad en una hora contra el crono en 56 kilómetros y 375 metros. La forma en la que Boardman se colocó sobre la máquina (conocida como Superman, por la extensión de sus brazos) provocó numerosas críticas (por lo que se veía como una desnaturalización de la práctica).
Indurain, por su parte, fracasó en Colombia en su intentona de recuperar el cetro perdido. Años después, el doctor Sabino Padilla, que tuteló los intentos de Miguel Induráin, reveló diversos datos del navarro. En concreto, que su potencia máxima era de 572 vatios, que su potencia en el umbral láctico era de 505 vatios, y que desarrollando una potencia de 509,5 vatios (la del día de Burdeos), en la posición de Supermán podría haber alcanzado casi los 61 kilómetros y medio por hora.
A partir de ahí, todo cambió. Se desecharon todas las marcas, dando como última válida la de Eddy Merckx en México (el 25 de octubre de 1972, con unos estratosféricos 49 kilómetros y 431 metros), por entender que el resto de esfuerzos se habían obtenidos con unas máquinas que no permitían la comparación.
De este modo, en septiembre de 2000, la UCI obligó a que la herramienta de la que se ayudara el hombre para superar el récord de la hora fuera “ordinaria”, y, por lo tanto, prohibió el uso de ruedas especiales, cuadros aerodinámicos o cascos de la disciplina contrarreloj.
Solo dos hombres consiguieron batir a Merckx con esos condicionantes. El siempre mágico Boardman, que se fue a 49 kilómetros y 441 metros y el checo Sosenka que batió al británico en 259 metros.
La UCI, a la luz de la escasa relevancia que iba tomando la práctica, modificó la reglamentación en 2014, permitiendo el uso de las ayudas previamente prohibidas. La variación propició un abanico de nuevas (y satisfactorias) tentativas. Voigt, Brandle, Dennis y Dowsett fueron arrebatándose el prestigio durante 2014 y hasta junio de 2015 (curiosamente, ninguno superó la marca de Indurain), fecha en la que Sir Bradley Wiggins, en el velódromo de Londres, dejaba el récord en su actual anclaje 54 kilómetros y 526 metros (aún lejos de las mejores marcas de Boardman y Rominger). Este sábado el estadounidense Tom Zirbel lograba la segunda mejor marca de todos los tiempos con 53.037 metros.