Aunque en las últimas semanas la tensión existente entre Chris Froome y su equipo, Ineos, parecía haber entrado en fase de desescalada, la web italiana TuttoBici informa hoy de que el final del matrimonio entre el cuatro veces ganador del Tour de Francia y la escuadra de Sir David Brailsford está cada vez más cerca.
De hecho, según este medio, Israel Start-Up Nation ha vuelto a la carga para hacerse con Chris Froome ya en esta misma campaña. Para ello, habría ofrecido al corredor británico un contrato de tres temporadas que contemplaría su incorporación a partir del día 1 de agosto, es decir, a tiempo para correr con los colores del conjunto israelí el próximo Tour de Francia.
En el origen de este culebrón se encuentra la tricefalia que planea Ineos de cara a la Grande Boucle sobre la que el propio Froome ya ha mostrado sus dudas. Froome es un tipo singular en el mundo del ciclismo. El británico siempre ha sabido mostrarse extremadamente cauto en sus palabras, pero, a la vez, nunca se ha negado a decir las cosas como realmente las piensa y él mismo reconoció que su futuro no pasaba, necesariamente, por seguir indefinidamente en el Ineos, equipo al que llegó en el año 2010.
No es la primera vez que el nombre de Israel Start-Up Nation aparece como el gran favorito para hacerse con los servicios del británico, y, de hecho, hace ya más de un mes que se supo que los responsables de aquella escuadra cuentan con cinco millones de euros para tentar a Froome.
Como ya explicamos, la salida de Froome es, en el actual contexto de crisis económica generalizada, complicada, pero no imposible. Froome y Brailsford han tenido importantes choques en el pasado, especialmente durante el affaire que sacó a la luz el famoso jiffy bag de Sir Bradley Wiggins, pero los triunfos y, curiosamente, el no negativo de Froome con salbutamol durante la Vuelta a España, sirvieron para llevar las aguas a su cauce.
Ahora, sin embargo, las dos partes mantienen dudas sobre la idoneidad de mantener su relación. Por un lado, el propio corredor –como ya hemos dicho antes– no termina de aceptar que Ineos le coloque en un plano de igualdad con Geraint Thomas y Egan Bernal cuando se encuentra a un paso de conseguir el gran sueño de su vida deportiva: el quinto Tour de Francia con el que igualaría a Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain.
Por otro, Ineos, que sabe que en Bernal tienen al corredor llamado a dominar las grandes vueltas en la próxima década, duda sobre la capacidad actual de un Froome que se perdió casi toda la pasada temporada a causa de su caída en el Dauphiné y que, aunque se le puedan poner muchas comillas a aquel resultado tras llegar al Tour después de disputar y ganar el Giro de Italia, falló en su último intento de conquistar la Grande Boucle en 2018 que es, a la vez, su última gran vuelta disputada.
Con 35 años recién cumplidos, lo lógico sería pensar que Froome es un corredor en el umbral de su declive algo que, en las actuales circunstancias económicas mundiales, obliga a Ineos a repensar su relación. El británico es uno de los corredores mejor pagados del pelotón mundial con un salario que supera los cuatro millones de euros, muy por encima de los dos últimos ganadores del Tour (y compañeros de equipo) Geraint Thomas (3,5 millones) y Egan Bernal (2,7 millones).
En Ineos, cuya estrategia deportiva ha sido siempre la de aunar el mayor talento disponible gracias a su inagotable cartera, se preparan para las vacas flacas y saben que en algún momento no muy lejano deberán abordar una mejora de contrato para Bernal, que tiene un acuerdo con ellos hasta 2023.
La salida de Froome sería, no cabe duda, un alivio para las arcas de la escuadra de Sir Dave Brailsford, pero un hipotético triunfo del británico en el Tour –algo nunca descartable y menos en las actuales circunstancias– podría ser un golpe tremendo para la imagen del equipo. No sólo por perder la oportunidad de redondear la historia que ellos mismos han creado sino, incluso a nivel económico, porque Israel Start-Up Nation, en caso de ser el destino finalmente elegido, se aprovecharía no sólo del impacto mediático que da un triunfo en el Tour, sino también de todo el que rodearía a esa quinta victoria de la que, en realidad, sólo tendrían una quinta parte de culpa.