No me mal interpreten. Purito también juega sus cartas. Es listo y ávido, pequeño en apariencia, grande en esencia. ¿Miente a veces? sí, ¿cuantas veces lo necesite? También. Recuerdo aquel mundial de Mendrisio. Iba escapado con Cadel Evans, a la postre campeón, y Alexnader Kolobnev, el “hombre mundial”. Había una glorieta que se podía tomar por dos lados, sus compañeros de fuga por la derecha, Purito por la izquierda y aprovecha para atacar. “¿Ahí se ve que soy un poco hijo de puta verdad?” me dijo con esa media sonrisa. Obviamente jugó su baza. No le salió.
Sin embargo el Purito que se pone enfrente del micro es al menos el que más claro habla. No adorna como Samuel, ni engaña como Alberto Contador, tampoco se auto complace como Valverde. Dice lo que piensa y punto. En el arranque de la Vuelta aseguró que “aquí nadie dice la verdad” viendo tanto favorito poniéndose la venda antes de la herida. En el final de esta temporada, pues ya ha colgado la bicicleta hasta enero, ha sido que “esta temporada ha sido mala y no veía el momento de acabarla”.
Tanta sinceridad en este contexto abruma, pero se agradece. Describe, a su vez, un año a contrapié, al revés, sin duda. Muy similar en ciertas cosas al de Daniel Martin, atosigado por las caídas en los momentos más importantes. Sin embargo, en el descargo de irlandés y catalán al menos ambos tuvieron que llevarse a la boca en el balance del año. Otros que lo adornan más sólo se alimentan de palabras.
Artículo completo de y en Joan Seguidor