José Manuel Muñoz es un hombre enjuto al que, entre la multitud, se le reconoce a primera vista por su espesa cabellera blanca. José Manuel Muñoz es puro nervio, de ese tipo de personas que parecen necesitar una dosis constante de Trankimazin. José Manuel Muñoz es un currante nato. Es el primero en llegar y el último en irse. Siempre. José Manuel Muñoz es una metralleta hablando, tanto que en ocasiones cuesta seguirle el ritmo –a lo que no ayuda su cerradísimo acento almeriense–. José Manuel Muñoz es un hombre de ciclismo. José Manuel Muñoz es, sobre todo, un buen hombre.
Hace algo más de un año el nombre de José Manuel Muñoz, director general de la Clásica de Almería, se apareció en la pantalla de mi teléfono móvil al tiempo que sonaba. No me extrañó. Hablábamos de vez en cuando sobre su carrera y aprovechábamos esas conversaciones para arreglar el mundo. Sobre todo, el mundo del ciclismo.
Sonó el móvil, decía, y al otro lado del teléfono Muñoz me tenía preparada una propuesta que, por ser él quien es –en todos los sentidos–, no pude ni quise rechazar. El año anterior, 2018, la Clásica de Almería había dado el salto a la categoría .HC y quiso darle un empujón a la comunicación de la carrera. “Me gustaría contar contigo como jefe de prensa. Que nos eches una mano con eso”. Lo dicho. José Manuel Muñoz es una buena persona y a las buenas personas no se les dice que no.
Aquella carrera la ganó Pascal Ackermann y, como todos los debuts, fue complicada. Me tocó no sólo ponerme al día de una carrera que, aunque conocía de sobra, no dominaba en profundidad. Fueron muchas conversaciones telefónicas previas, muchos mensajes de WhatsApp con su hijo Juan y, sobre todo, entre el sábado y el domingo, mucha observación.
A los organizadores se les suele criticar ferozmente cuando las cosas no salen redondas, pero no se les reconoce, al menos no en su justa medida, el tremendo trabajo y sacrificio que ponen detrás de cada metro de una prueba ciclista. Esto sirve para Muñoz, claro; pero también para cualquier otra persona que se haya puesto al frente de una carrera. Por ello, lo que ha sucedido esta madrugada duele más. Mucho más.
Mientras escribo estas líneas José Manuel Muñoz, un buen hombre, está viajando unos metros por delante de Joan Bou (Fundación Esukadi-Orbea), Ricardo Vilela (Burgos-BH), Sergio Román Martín (Caja Rural-RGA), Rasmus Quaade (Riwal Readynez) y Daniel Viegas (Kometa-Xstra), que van escapados en la 33ª edición de la Clásica de Almería. Mientras escribo estas líneas, parte de la familia de José Manuel Muñoz –la que no está metida en el lío inabarcable de la carrera– está velando el cuerpo de María López. María era la madre de José Manuel y ha muerto esta pasada noche.
“Para un momento y tómate una tila”. “Todavía queda mucho para la salida. ¿Quieres ir a ver a tu familia un rato?”. Cuando la noticia nos sacudió poco antes de las nueve de la mañana en el Puerto de Roquetas todos los que allí estábamos mirábamos preocupados al hiperactivo José Manuel. Iba de un lado a otro, repartía órdenes y, fiel a su estilo, se arremangaba para poner y quitar vallas y echar un cable donde hiciese falta. “Yo tengo que estar ahora aquí”, decía. Y se negaba a aceptar cualquier consejo que le apartase de su faena.
“Es duro”, me reconoció en un momento de inusitada calma. “Qué te voy a contar a ti. Cómo me acuerdo ahora de tu padre… ¡con lo joven que era!”. Y los ojos, rojos de puro cansancio, se humedecían un poco. Y a mi, allí de pie, se me partía el alma. Porque no es agradable ver sufrir a nadie, pero menos lo es si el que sufre es, insisto, un buen hombre.
Hoy, supongo, no cenaremos juntos. Hoy, imagino, José Manuel Muñoz no estará con ánimo ni humor para arreglar el mundo y arreglar el ciclismo. Recogerá, de eso no me cabe duda, la última valla. Despedirá al último operario de su carrera. Preguntará, con esa mezcla de orgullo y prudencia del que sabe que lo ha hecho todo para que las cosas salgan bien, aquello tan suyo de “ha estado bien, ¿verdad?”.
Y sí, José Manuel. Ha estado bien. Ha estado de diez. No sé, a estas alturas, quién ganará la carrera y, la verdad, no me importa. Espero, porque es bueno para la reputación de la Clásica de Almería, que lo haga algún primera espada de los que tanto cuesta traer. Pero, en realidad, me da igual.
Lo que espero y deseo ahora es que cuando todo termine y te vayas a casa, con los tuyos, tú estés bien. Qué gran ejemplo has dado hoy. Qué duro ha tenido que ser. Que inspirador ha sido, especialmente hoy, verte al frente de tu Clásica. En el día más duro. Ni minuto de silencio querías que guardáramos cuando Juan Mari Guajardo y yo mismo te lo sugerimos. Espero que no te hayas enfadado por saltarnos esa negativa. Juan Mari es otro gran tío y no iba a darte ese capricho.
José Manuel Muñoz es un buen hombre y un ejemplo. Lo primero, lo sabía. Lo segundo, lo intuía y ahora lo sé. Y como ejemplo que es, tiene que estar orgulloso de sus hijos, Juan y María, que también han estado al pie del cañón todo el día. Sin desfallecer. José Manuel Muñoz tiene que estar orgulloso de ello. Lo tiene que estar porque María, allá donde esté ahora, seguro que lo está. De él y de toda la familia. María, que en paz descanse, deja en este mundo una semilla de valor incalculable: un buen puñado de buenas personas.