La novena entrega de nuestra historia de los Juegos Olímpicos nos lleva a Amsterdam, en 1928, una edición con un especial significado para el ciclismo en pista español, ya que en aquella edición encontramos al primer pistard nacional, José María Yermo. Con ello seguimos recordando y reconociendo la importancia de nuestro deporte dentro del olimpismo.
Yermo -un vizcaíno de Las Arenas donde nació el 21 de junio de 1903, y que falleció en Bilbao en 1960- ya había estado inscrito, pero sin llegar a participar, en Paris 1924, como atleta de salto de longitud y de triple salto. Cuatro años más tarde regresó como futbolista, como delantero centro, para lograr la quinta posición con la selección nacional. Por cierto, es el único español en haber logrado un ‘hat trick’ en unos Juegos. Y ya que estaba por allí, se apuntó a competir en ciclismo en pista, solamente en la disciplina de velocidad, donde solamente sería cuarto -y último- en su serie y segundo en su repesca, sin poder acceder a cuartos de final. Oficiosamente se le considera duodécimo y como curiosidad diremos que en algunas páginas, comenzando por la del propio COE, figura por error como participante en el kilómetro.
Las competiciones tuvieron lugar en la pista -cemento, 500 metros- que rodeaba el Estado Olímpico y que no solamente acogió atletismo y ciclismo, sino también fútbol, gimnasia, hockey o gimnasia entre otras disciplinas, así como las ceremonias de inauguración y clausura.
La ya referida prueba de velocidad contempló por primera vez que las semifinales y finales fuesen entre solo dos ciclistas. El francés Roger Beaufrand se imponía ampliamente en la final al neerlandés Antonie Mazairac, aunque su carrera posterior no tuvo grandes éxitos, ni como amateur ni como profesional.
El danés Willy Falck Hansen completaba el podio con el bronce tras haber conseguido en París la plata en tándem, con Edmund Hansen, y antes de ganar la primera edición del kilómetro, con un tiempo de 1:14,4, por delante del neerlandés Gerard Bosch Van Drakestein y del australiano Dunc Gray, que ganaría esta prueba cuatro años más tarde y terminaría dando su nombre al velódromo olímpico de Sidney.
Los anfitriones se llevarían el oro en tándem, con Bernard Leene -que lograría la plata ocho años más tarde- y Daan Van Dijk, por delante d ellos británicos Jack Sibbit y Ernest Chambers -plata en 1932- y de los alemanes Karl Köther y Hans Bernhardt. La victoria neerlandesa tuvo su parte de buena suerte ya que cayeron en semifinales ante los alemanes, pero se les permitió una nueva salida en la que no perdonaron.
Finalmente, Italia sumaba su tercer éxito consecutivo en la persecución por equipos y nuevamente sin recurrir a ciclistas de anteriores ediciones: Luigi Tasselli, Giacomo Gaioni, Cesare Facciani y Mario Luisiani. Los tarnasalpinos dominaron en todo momento a una selección de los Países Bajos que no pudo alinear a uno de sus mejores hombres -el mencionado Van Drakenstein, enfermo de gripe- lo que le impidió plantar cara a Italia. Janus Braspennickx, Jan Maas, Jan Pijnenburg y Piet Van der Horst fueron los ganadores de la plata, con Gran Bretaña, con los hermanos Harry, Lew y Percy Wild y Monty Southall como componentes de la cuarteta.
De esta forma, los anfitriones terminaban sus Juegos con un triunfo y tres medallas de plata, siendo la nación más laureada.