Adam Hansen es ese ciclista diferente que todo aficionado quiere ver pero al que casi nadie identifica en carrera. No tiene una cara diferente, ni un cuerpo identificable, ni una postura particular sobre la bici, ni nada que digas, mira, allá lejos, ya viene Hansen. Tiene muchas otras cosas. Por ejemplo, una sonrisa de oreja a oreja con una cerveza en la mano subiendo Alpe d’Huez en pleno Tour haciendo las delicias de esos locos holandeses que, en su curva de la mítica ascensión, esperan a que todo se tiña de cerveza y pasión por este deporte. Espectáculo. Carisma. Sin más.
Hansen es casi como un adelantado a su tiempo, un hombre que sin quererlo ni beberlo nos dijo a todos, ey, gente, que ya he alcanzado el récord de las doce grandes vueltas (obra del alicantino Bernardo Ruiz), que aquí andamos y seguiremos con ellas, y así hasta el pasado Tour de Francia, cuando cumplió con sus 18 citas de tres semanas consecutivas. Insistiremos: 18. Tres semanas cada una. Consecutivas. Qué pronto se dice.
Hoy Hansen es precisamente noticia porque no está en la lista de preinscritos de su equipo, el Lotto Soudal, para la próxima Vuelta a España. Qué jarro de agua fría, qué manera de quedarse petrificado leyendo y releyendo esa prelista sin encontrar a ‘Hansen, Adam’, qué tristeza casi melancólica de ver que deja de crecer una leyenda.
Porque es leyenda del ciclismo, porque son nueve semanas de máxima competición a lo largo del año -más extras- y porque significan salvar todas las adversidades del mundo en carreras en las que todo y cualquier cosa y el más allá puede pasar. Porque el Giro, el Tour y la Vuelta son una vida en sí mismas. Porque si no es un pito es una flauta, una avispa, una caída, un forúnculo, una gastroenteritis, un dolor de uña o, simplemente, que el cuerpo, oiga, ante tanto tute, diga, jefe, aquí me quedo.
Sin Hansen no será una Vuelta a España diferente, porque el hombre no es más que un trabajador del pedal que en sus 18 guerras ha ganado apenas dos batallas (una etapa en el Giro del 2013 y otra en la Vuelta del 2014), pero sí que se cierra un capítulo de la historia del ciclismo, de las leyendas que el tiempo actual deja para siempre.