Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
El futuro de Igor Antón (Galdácano, 1983), tras finalizar su contrato con Movistar, ha protagonizado uno de los culebrones de este invierno, hasta que se ha conocido que el año que viene lucirá los colores del Dimension Data (heredero del MTN-Qhubeka).
El bravo escalador vasco no ha lucido como acostumbraba en los últimos años, pero se espera que, en esta nueva andadura, pueda recuperar algo de ese golpe de pedal que le hizo ser una de las más firmes promesas del ciclismo nacional, hasta el punto de que en sus piernas, según la mayor parte de los especialistas y aficionados, se hallaba la victoria en la general de la Vuelta a España de 2010 (que, finalmente, acabaría en las vitrinas del ciclista italiano Vincenzo Nibali).
Conviene recordar que aquella edición de la ronda española partía sin un favorito claro. En la línea de salida de Sevilla, donde se disputó una crono por equipos nocturna (que se llevó HTC-Columbia, vistiendo de rojo [por primera vez en la historia de la prueba] al velocista británico Cavendish), los que más papeletas y méritos presentaban para tal honor eran Carlos Sastre (Cervélo), David Arroyo (Caisse d´Epargne), Denis Menchov (Rabobank) y los hermanos Schleck (del Saxo).
El belga Gilbert, tras la victoria de Hutarovich en Málaga, se colocó líder, merced a su victoria en las rampas del Gibralfaro (fue el día en el que Andy Schleck, que venía de ser segundo en el Tour, decidió abandonar de facto la carrera, perdiendo prácticamente un cuarto de hora [lo que confirmaba su mal estado de forma y el escaso interés del luxemburgués por la prueba]).
Poco más de relevancia ocurrió para la carrera hasta la primera meta en alto del Xorret de Catí. En meta se impuso el francés Moncoutié (a la postre vencedor de la clasificación de la montaña) pero el liderato se lo adjudicaba el joven ciclista del Euskaltel, Igor Antón, que se encaramaba al primer puesto, con el mismo tiempo que Purito Rodríguez (al que los jueces le habían quitado, por una caída, la bonificación ganada en el sprint intermedio de Onil, y tampoco le concedieron ningún segundo con el vasco, que llegó a meta junto a Nibali [tercero en la general y al que solo aventajaban en dos segundos]).
La siguiente jornada marcada en rojo para los favoritos fue la que culminaba en Pal (Andorra). Purito le había arrebatado el día anterior la Roja a Igor por dos segundos, en una nueva bonificación (el día en el que Riis perdió la paciencia y expulsó a Andy Schleck y a O´Grady de carrera al conocer que éstos habían salido la noche anterior a tomar unas copas).
En Andorra, Antón venció del modo más inesperado, puesto que al iniciar la última subida parecía que se encontraba sin fuerzas. Sin embargo, desde atrás, remontando y con un ritmo que no podían seguir ni Purito, ni Nibali, ni Mosquera, se presentó en la meta, alzando con rabia los brazos y distanciando en tres segundos al gallego y en más de veinte al italiano.
Al irse a dormir, con la Roja, Igor disfrutaba en la general de 45 segundos con Nibali. El tercero era el malogrado Tondo 1 minuto y 4 segundos. El residente andorrano Purito se marchaba ya a 1 minuto y 17 segundos, 12 segundos mejor que Ezequiel. Todos coincidían en la fortaleza del líder.
Entonces ocurrió todo, tras las dos jornadas de transición en las que Cavendish impuso su dictadura de velocidad en Lérida y Burgos. Fue en la decimocuarta jornada de competición que transitaba entre Burgos y la ascensión final a Peña Cabarga, completándose un total de 178 kilómetros.
Fue la más cruel de las despedidas. Igor Antón no pudo ver unos trozos de madera que había en la calzada, en el descenso, bajando a unos sesenta kilómetros por hora perdió el dominio de su bicicleta y se golpeó contra el suelo. Tras él fue su compañero Egoi Martínez, así como otros ciclistas. Las primeras imágenes de la televisión nos mostraban al líder, tirado en el asfalto, con el maillot raído, compungido. Gritaba y se echaba mano al codo (aún no conocía el alcance de su lesión, una fractura que le obligó a pasar por quirófano).
En meta, Purito venció, haciéndose acompañar de un Nibali que ya mostraba sus aspiraciones para la general final y que, de Peña Cabarga, salió con la pretendida prenda que no abandonaría (excepción hecha de la crono de Peñafiel, y fruto de su sufrimiento en Cotobello) hasta lucirla en el pódium final de Madrid (Mosquera sería segundo a 41 segundos tras una apasionante batalla en la Bola del Mundo y el eslovaco Peter Velits tercero [lo de Mosquera fue largo, porque un positivo le mantuvo con el resultado anulado hasta que, finalmente, la jurisdicción ordinaria le devolvió su plaza, achacando un defecto formal en el expediente]).
Dos años antes, y descendiendo el Alto del Cordal (antes de llegar al Angliru), el vasco, se había visto obligado a dejar la Vuelta. Quizá, por ello, con calculadas dosis de resignación y desafío, en declaraciones a la prensa, aventuraba que volvería a la carrera para ganarla pero lo cierto es que jamás tuvo oportunidades reales de verse involucrado en la lucha por la clasificación general como aquel año.
El año siguiente, en 2011, en la Vuelta peleada por Cobo y los británicos Froome y Wiggins, Igor se escapó de sus compañeros de la fuga del día y venció en la Gran Vía de Bilbao (un homenaje perfecto para el retorno de la carrera al País Vasco después de treinta y tres años de ausencia).
Ese mismo año, en el Giro, había obtenido la victoria en la durísima etapa que terminaba coronando el Monte Zoncolan, demarrando cuando restaban unos siete kilómetros para la prestigiosa cima transalpina (fue la prueba italiana que venció Contador y la cual, posteriormente, le sería arrebatada, al igual que el Tour de 2010 y otros resultados, por su positivo por clembuterol).
En 2014, tras la desaparición de Euskaltel, Antón llegó, con un contrato de dos años, a la estructura navarra del Movistar y sus prestaciones y resultados comenzaron a adolecer de una más que preocupante falta de brillantez. En su primer año, apenas un cuarto puesto en la Clásica de Ordizia y, durante 2015, excepción hecha de su victoria en la Vuelta a Asturias, obtuvo un tercer puesto en la general final de la Vuelta a Castilla y León.
Magros resultados para un escalador que, camino de Peña Cabarga, se dejó sus mayores opciones de obtener una victoria en una grande de tres semanas. Pueden culpar a los trozos de madera en el asfalto, pero ellos (también) son elementos (insondables) de ese ciclismo que tanto nos apasiona.