La nueva edad de oro del récord de la hora

Boardman en acción

Boardman en acción

Luis Román-Mendoza / Uluru /

El récord de la hora ha sido, en la historia del ciclismo, un ‘evento’ comparable en a las ‘grandes’ vueltas o a los monumentos, otro objetivo más, y de los importantes, de los grandes campeones. Sin embargo, a muchos de los jóvenes aficionados que me estaréis leyendo quizás os suene a ‘batalla de abuelete’, habida cuenta del escaso movimiento en torno a esta ‘performance’ que ha habido en los últimos quince años.

Y todo ello por una absurda interpretación de la UCI de primar el físico sobre la tecnología, por lo que obligó a afrontarlo en lo que Joan Llaneras definió acertadamente como una bicicleta de puntuación, quitando todo el encanto a estas tentativas y al mismo tiempo condenándola al olvido. ¿O es que mucha gente sabe que el actual poseedor, desde 2005, es un semidesconocido checo llamado Ondrej Sosenka con 49,700 kilómetros?

Basta con dar un repaso a la historia del récord para percibir la épica de esta actuación ciclista. Comenzando por Henri Desgrange, primer récordman en 1893, con 35,325, diez años antes de crear el Tour de Francia. O la rivalidad entre el francés Marcel Berthet y el suizo Oscar Egg, que lo batirían cinco veces entre 1912 y 1914. O las seis veces roto en la década de los treinta, antes de que Fausto Coppi, lo batiese en 1942 en el velódromo milanés de Vigorelli, bajo las bombas en la II Guerra Mundial… dejándolo intocable hasta 1956 cuando lo superaba por primera vez un jovencísimo Jacques Anquetil, que incluso lo batiría en una segunda ocasión al final de su carrera, aunque no fue homologada ya que se negó a pasar el entonces incipiente control antidopaje. O la presencia de notables rodadores de los cincuenta y sesenta caso de Ercole Baldini, el malogrado Roger Riviere o Ferdinand Bracke. Y sobre todo con un Eddy Merckx, que llevó la marca hasta los 49,431, en una intentona realizada en México –como había hecho poco antes el discreto danés Ole Ritter-, aprovechando el beneficio de la altitud, pero sin ninguna preparación especial y tras una larga y agotadora campaña.

Esa mítica del hombre dio paso a la tecnología, primero con Francesco Moser, que descubrió las lenticulares y buscó la mejor aerodinámica. Posteriormente con el excéntrico Graeme Obree, y su incomodísima postura del ‘huevo’, y su compatriota Chris Boardman, antes de dar el paso al último gran momento de la historia del récord, con el ‘pique’ entre Miguel Indurain y Tony Rominger, aunque sería nuevamente Boardman quien llevaría el récord hasta los 56,375 kilómetros, el récord que fue anulado absurdamente –y sobre todo contra sus propios intereses deportivos y comerciales- por la UCI en el año 2000.

Por ello cuando Fabian Cancellara anunció que iba a enfrentarse con el récord de la hora, le ‘recomendé’ que lo que debía buscar era esa mejor marca de Boardman y no el soso registro de Sosenka, por mucho que este fuese el récord homologado oficialmente. No me imaginaba al suizo compitiendo sobre un ‘hierro’, y mucho menos a Trek renunciando a la tecnología que podía ayudar indudablemente al mejor rodador –en carretera- del siglo.

Por ello no puedo sino felicitarme –y desde luego felicitar a la UCI, porque con este gesto y otros aún en estudio ha comprendido que el único camino del ciclismo es la modernización- por abolir las diferencias entre récord y mejor marca de la hora, y sobre todo por posibilitar que el récord pueda ser batido con cualquier bicicleta que se considere reglamentaria en cualquier disciplina de fondo de pista.

Cancellara, pues, podrá usar la más moderna tecnología para batir el récord vigente.

NOTA PRENSA UCI

PALMARÉS RÉCORD DE LA HORA

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