El ciclismo, como cualquier otro deporte o espectáculo debe de ser consciente de que necesita del interés de los patrocinadores y, por lo tanto, del público, para su supervivencia. Por ello, no es raro que de un tiempo a esta parte, este deporte, tan anquilosado e inmovilista en muchos aspectos de su día a día, ha introducido importantes cambios, sobre todo, a la hora de diseñar recorridos. En España, el más claro ejemplo lo podemos tener en La Vuelta, una carrera que lleva ya tiempo apostando por etapas más cortas, explosivas y con una búsqueda continua de nuevos finales. Una jugada que, dicho sea de paso, le ha salido bastante bien a Unipublic.
El último en subirse a este carro –obviemos, por salud mental, el desastre de la Milán-San Remo– ha sido ASO con la París-Niza que este año 2014 ha apostado por unas etapas que, si no se presentaran bajo la marca conjunta de la Carrera del Sol, podrían haber pasado por una suerte de Challenge de clásicas. Esa impresión que se podía tener antes del inicio de la prueba, acabó siendo una certeza tras el podio que arrojó la carrera, con Betancur, Costa y Vichot ocupando las tres primeras plazas.
Fueron cuatro etapas completamente llanas. Unas jornadas ideales para flandriens y sprinters que estén preparando citas como la Milán-San Remo o las clásicas del norte. Fueron, también, cuatro jornadas con algo más de dificultad orográfica. Nada reseñable, pero terreno abonado para especialistas en las Ardenas. Ni un kilómetro contrarreloj. Ni un puerto de montaña realmente digno de ser llamado así. Ni un hueco para la emboscada. Un recorrido, al fin y al cabo, que ha dividido a los aficionados entre detractores y partidarios.
Entre los últimos, claro está, se sitúan los amantes de las pruebas de un día. A estas alturas del año, se sienten unos privilegiados. Sus carreras favoritas eclipsan a las demás antes de dejar paso a las grandes vueltas. No solo los cuatro Monumentos que viviremos en las próximas fechas, sino también todas esas carreras que por historia y participación tienen un peso específico en el calendario se concentran en estos meses y hacen las delicias de los amantes de las clásicas.
El que arriba firma, que es un declarado amante de las clásicas se une, sin embargo, al grupo de detractores. Ese grupo donde son mayoría los aficionados ‘vueltómanos’ y algunos díscolos que apuestas por la pureza de las carreras de un día. Como experimento, ha sido interesante, no cabe duda, pero el resultado ha dejado mucho que desear.
Una carrera por etapas es, precisamente, eso: una carrera por etapas. No tiene absolutamente ningún sentido travestirla de otra cosa que no sea lo que realmente es. Y no tiene sentido porque ni los especialistas en carreras por etapas van a luchar por ella ni los clasicómanos de gran renombre se la van a tomar en serio. No quiere decir esto que Betancur no sea un gran ciclista, pero, si lo pensamos detenidamente, surge una pregunta clave: ¿lucharía el colombiano de forma decidida por esta París-Niza si en su palmarés ya existiera algún que otro Monumento? ¿Se pelearía por vestir de amarillo en el Paseo de los Ingleses si su temporada dependiera íntegramente de Amstel, Lieja o Flecha Valona? Mucho me temo que no sería así.
Hemos visto rodar en la Carrera del Sol a hombres como Boonen que se conformó con dos quintos puestos y no terminó la prueba; Boasson Hagen, que nunca luchó por estar delante y que tampoco llegó a Niza o a Zdenek Stybar, que quedó fuera de la lucha por el triunfo el último día, pero que, al igual que Betancur, todavía tiene todo que demostrar en las grandes citas.
La París-Niza tiene la suficiente entidad –es carrera WT–, historia –72 ediciones a sus espaldas– y palmarés –entre sus ganadores encontramos nombres como Kelly, Anquetil, Merckx, Indurain, Poulidor, Zoetemelk…– como para no necesitar hacer este tipo de engendros. ASO, además, tiene entre su catálogo de carreras a algunas de las más importantes clásicas del calendario internacional, por lo que tampoco precisa de meterse con calzador en ese mundillo. Si de lo que hablamos, entonces, es de participación, quizá habría que buscar la manera de que dos carreras WT (la Carrera del Sol y la Tirreno-Adriático) no coincidieran en los mismos días a estas alturas del año.
Si, por el contrario, lo que busca ASO es una especie de clasificación general con la que premiar al mejor clasicómano, lo tiene muy fácil. Sólo tiene que seguir el ejemplo de las clásicas flamencas y copiar la idea de las Flanders Classics. El primer paso –el único que se ha dado por el momento en Bélgica– ya lo tienen dado: unificar una serie de carreras bajo el mismo organizador. Mucho me sorprendería si el siguiente movimiento de los belgas, una vez que se encuentre un patrocinador dispuesto a soltar el fajo de euros, no fuese el de crear una clasificación al estilo de una de las tres grandes Challenges del ciclocross que distinga al mejor flandrien de la temporada una vez que su catálogo de carreras se amplíe al otoño como ya contamos en Ciclo 21, algo que ASO también podría hacer con sus propias clásicas y, puestos a soñar despiertos, firmar algún tipo de acuerdo con sus colegas belgas y rescatar, de una manera distinta, la desaparecida Copa del Mundo, un invento que, al menos alguno de nosotros, echa de menos.
Por todo ello, sería conveniente que los organizadores innoven y busquen nuevos caminos para hacer sus carreras más atractivas a patrocinadores, corredores y público, pero teniendo una cosa muy clara: las clásicas son carreras de un día y las vueltas, vueltas son.