Miguel Indurain, Banesto, José Miguel Echávarri, Dominique Arnould, Johan Museeuw, Alex Zulle… los nombres que coparon el trance competitivo de la primera salida vasca del Tour de Francia sugieren la cantidad de años que han pasado ya.
Son treinta años redondos, ahora mismo, 31 cuando la carrera parta de Bilbao, el primero de julio del año próximo.
Una eternidad de tiempo, para que Euskadi vuelva a tener las mismas mariposas en el estómago por ver la mejor carrera del mundo saliendo de su entraña.
Como digo, la primera salida vasca del Tour fue en 1992, y se hizo desde San Sebastián.
A diferencia de la actualidad, entonces los cánones marcaban la salida por prólogo, una corta contrarreloj de ocho kilómetros que, en este caso, salía desde el Ayuntamiento, para seguir por la línea de La Concha y el túnel de Miramar y tomar camino de vuelta en la zona de Ibaeta.
El tramo final salía de la misma Concha para coger la calle de San Martín hasta el margen izquierdo del Urumea y sprintar hacia los aledaños del Hotel María Cristina.
En ese trazado, con buena alternancia de curvas al inicio y final y zona de rodar en el tramo central, San Sebastián acogía la salida de una carrera en la que todos, todos, miraban a Miguel Indurain.
Venía con el dorsal uno fijado a la parte de la baja de su espalda y con la duda de cómo le iba a sentar el Tour, tras imponerse, semanas antes, en el Giro de Italia.