Uno de los grandes momentos del ciclismo femenino español se produjo en los Mundiales de Londres, en 2016, cuando Tania Calvo y Helena Casas confirmaron su clasificación matemática para los Juegos Olímpicos de Río, en la velocidad por equipos y, por ende, para las pruebas individuales de velocidad y keirin.
Y aunque ese último peldaño era relativamente fácil de subir -básicamente se trataba de no ‘cagarla’ ante Francia y Gran Bretaña- detrás quedaban dos años de esfuerzo, y de regularidad, en las distintas citas clasificatorias para lograr ese sueño de estar en Río. Paradójicamente, ese octavo puesto logrado entonces era el peor de la dupla española en todo el ciclo olímpico: sextas en Cali 2014, séptimas en Minsk 2013, Saint Quintin 2015 y los propios Juegos, lo mismo que en los últimos Mundiales, en Hong Kong.
Unos resultados que dejan clara la realidad de nuestra dupla: estar entre las mejores del mundo, aunque sin opciones reales de luchar por medallas en una competición, es decir, estar en esa franja de los llamados diplomas. Lo que pasa es que el ‘veranillo de San Miguel’ que suele suponer las primeras competiciones post-olímpicas propició unos resultados excelentes pero que debían ser valorados en su justa medida y momento: plata en el Europeo y dos históricos oros en las primeras Copas del Mundo, en Glasgow y Apeldoorn. No obstante, muchos advenedizos lanzaron las campanas al vuelo, dando una imagen irreal de nuestras velocistas.
Hoy por hoy el ‘privilegio’ de los metales corresponde a Alemania -con un equipo ya histórico con Kristina Vogel y Miriam Welte que ya tiene relevo en Pauline Sophie Grabosh-; a China -con velocistas que salen debajo de las piedras-, y a Rusia, cuya pareja Daria Shmeleva-Anastasiia Voinova tiene aún mucho recorrido. Ligeramente por detrás, Países Bajos y Australia, mientras que países como Canadá e incluso Colombia y Lituania son una amenaza para las españolas. Además, Francia mejorará bastante con la llegada de la joven promesa Mathilde Gros, aunque de momento no estará en el inminente Mundial, mientras que Gran Bretaña seguro que conjunta un equipo competitivo con la vista puesta en Tokyo… sobre todo para borrar la afrenta de no haberse clasificado para los últimos Juegos, escándalos machistas al margen.
Es cierto que las dos españolas mejoraron ligeramente en el inicio de ciclo olímpico sus registros del anterior, pero también que la mejora es cada vez más marginal, y costoso, y que las rivales también lo están haciendo. Dicho de otra forma, el objetivo de estar en Tokyo 2020 es realista y asequible, pero si se mantienen criterios parecidos a los de Río -nueve equipos con un máximo de cinco europeos-, la tarea volverá a ser difícil, muy difícil, para Tania y Helena. Razón de mas para que se reconozca el mérito de ambas… y que no se lancen las campanas al vuelo.
Y ojo, que no les pase nada en esos dos años de clasificación. A pesar de su buena voluntad, la navarra Gudane Araiz, la tercera del escalafón, no es hoy por hoy una sustituta de garantías para aspirar a esos objetivos, aunque afortunadamente se vislumbra una velocista no sólo con opciones sino de muchos quilates en la persona de la madrileña Eva Anguela. Aunque en este caso antes tiene que decantarse hacia la pista en lugar de la carretera, disciplinas que actualmente combina con notable éxito.
En el resto de pruebas la situación es similar a la que describíamos hace unas semanas en los hombres: una velocidad en la que es factible estar en las grandes citas pero lejos de los diplomas; un keirin en el que podrían aspirar ambas a un buen resultado -hablamos de una final B- si todos los condicionantes en competición son favorables, y unos 500 metros en los que las opciones de la alavesa son siempre altas, es decir, estar entre las ocho mejores, pero estamos hablando de una prueba que no tiene el marchamo olímpico, con todo lo que conlleva.
De la persecución inexistente al polémico fondo
Hablar de persecución por equipos femenina no nos llevará más de un párrafo: actualmente no hay cuarteta. Es cierto que hay apariciones esporádicas y puntuales. Pero la falta de resultados y, sobre todo, el coste que supone trasladar a cuatro corredoras muchas veces a decenas de miles de kilómetros, cierra las opciones de llevar una continuidad y, por ende, de pensar en un futuro para esta disciplina. Si hablábamos que hacía falta mucho trabajo para pensar en una cuarteta masculina con opciones olímpicas, en el caso de las chicas hay otros muchos condicionantes, comenzando por la propia disposición o dedicación de las corredoras. En cualquier caso, si hay que pensar en alguna cita, debe ser como poco en París 2024, aunque debe comenzarse a sentar las bases lo antes posible.
Puede leer el artículo completo en Uluru, el blog de Luis Román-Mendoza
Uluru: La realidad de la pista en España (I): la velocidad masculina
Uluru: La pista en España (II): Persecución y fondo masculinos