La etapa más caótica de la Vuelta vuelve a ser en la trampa de Andorra.
Leí en twitter lo de carrera histérica, que no histórica, lo dijo Adrián en la Montonera de Eurosport, la Vuelta en Andorra es terreno abonado a la tragicomedia, la traición y los desenlaces dantescos.
Cayó un rayo y dejó las radios secas, cayó una granizada y la señal de televisión se fue al garete, la Vuelta trepó por el drama hacia una de esas etapas que pasarán a los anales por muchas cosas, entre otras esos intangibles que son las emociones que cada kilómetro te regala y te acompañan de por vida.
Una carrera histérica, histórica, lo que queráis, pero una carrera que en una semana va disparada, desmontando cada uno de los argumentos, a cada cual más pesimista que acompañaron las horas previas de la salida de Torrevieja.
Leemos en Velonews que la primera semana de esta Vuelta ha sido posiblemente la más dura de cuantas muchos han disputado en una grande.
La jornada de Andorra, señoras y señores, ha sido antológica, en ingredientes y desenlace. Un vaso jarreante de ciclismo puro y desprovisto de estrategia y hasta entiendo que de pinganillos en más de un momento. Pinganillos que sí funcionaron en el peor momento para Marc Soler, hastiado de ser siempre él quien espera a los líderes arrugando su progresión.
Ha sido interesante leer reacciones, si ha aparecido Mikel Landa sin estar presente… En Marc Soler y su gesto quizá nos recreemos en otro momento, lo que importa es que por poco que fuera, creemos que esperar a Nairo se imponía, otra cosa es la carrera que parecen haber emprendido Nairo y Valverde, a turnos, atacando, no sabemos si a Roglic, si a López, si a otros, o si entre ellos, para tomar la diferencia y el liderato definitivo del equipo.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor