Manuel Rodríguez Ayora es natural de Madrid. Se vinculó al ciclismo con la Ignis, el mítico equipo que Miquel Poblet instaló en Montcada. Fue ciclista hasta los 27 años ganando vueltas como Toledo y Girona y siendo campeón de Catalunya. Luego ejerció de técnico en los equipos del Esport Ciclista Barcelona e incluso llegó a trabajar en Colchones CR donde coincidió con José Luis Laguía y Alvaro Pino.
Manuel es el padre de Joaquim Rodríguez, también de Alberto, que fue un excelente ciclista en categorías inferiores, pero que no pudo prolongar la carrera que sí ha tenido la suerte de disfrutar de su hermano. Ayer 11 de julio, en Andorra, la que es de facto su casa, durante la jornada de descanso del Tour, Joaquim dijo que se va.
Joaquim, quien se granjeó el apodo de Purito en aquella famosa concentración de la ONCE en Cadiz, creo recordar, siempre habla de su padre cuando le preguntan por su marcada personalidad tanto dentro como fuera de carrera. Una personalidad que le impide rodear la verdad o jugar a trilero. Una personalidad que le ha hecho ser querido por donde ha pisado y que, 16 años después, le sostiene como uno de los mejores ciclistas del mundo.
Joaquim aprendió de pequeño en casa el valor de las cosas. Habla del día que su progenitor le dejó sin correr porque cogió una pataleta al perder una carrera. Una educación sólida y sin fisuras. El niño que pierde una carrera debe aprender que la derrota es parte del juego. Es el ABC de la vida. Igual que la autocrítica, la exigencia y la honestidad. Purito siempre ha sido un puta corriendo, no ha regalado nada, pero fuera de la carretera no entiendo otro lenguaje que el de la verdad. Si ha errado lo admitido, si ha decepcionado, ha pedido perdón. Poco usual.
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