Como tantos días, el alcalde Boris Johnson se puso el casco a la salida de la estación de Paddington y se abrió paso con su bicicleta en la «ratonera» mortal de camiones de carga, descomunales autocares, autobuses de dos pisos, imponentes todoterrenos y flamantes deportivos que siguen siendo los reyes indiscutibles del asfalto londinense.
Cuando llegó a su despacho, al sur del Támesis, la noticia era ya un clamor popular: quinto ciclista atropellado y muerto en apenas nueve días en las calles de Londres. La bicicleta fue aplastada por «double-decker» en el barrio de Whitechapel, como ocurrió el martes en East Croydon.
El miércoles fue un camión el que se llevó por delante a una mujer en la infame Bow Roundabout, la rotonda donde se han producido tres accidentes mortales en los últimos meses. Hace una semana, un autocar acabó con la vida del arquitecto Francis Golding cuando pedaleaba en Holborn. El 5 de noviembre, un camión de carga HGV se cruzó en el camino del bedel Brian Holt, muerto en su bicicleta de camino hacia el hospital donde trabajaba en Mile End Road. Y hoy, un hombre de unos 60 años, murió en el acto tras ser golpeado por un camión en la calle Camberwell.
Sin esperar siquiera a conocer los detalles del último accidente, el alcalde Johnson se puso del lado de los conductores motorizados y acusó en general a los ciclistas (¿él entre ellos?) de temeridad al manillar… «Cuando la gente toma decisiones arriesgadas como saltarse los semáforos, circular entre el tráfico de alta velocidad o entrar en un cruce sin mirar siquiera de dónde viene el tráfico, es muy difícil que los ingenieros de transporte puedan adivinar sus intenciones».
Las palabras del alcalde han provocado una contundente respuesta popular, un día después de la manifestación silenciosa de 1.000 ciclistas en el «punto negro» del Bow Roundabout. La comunidad de las dos ruedas no oculta su creciente malestar contra Johnson, que hace tres meses arremetió contra «los ciclistas que se sienten moralmente superiores a cualquier otro usuario de las vías públicas» (¿habla de nuevo por él?).
Los ciclistas tachan a Johnson de hipócrita. Bajo su mandato, el transporte público de Londres se ha convertido en uno de los más caros de Europa. El número de coches en circulación ha vuelto a aumentar, sobre todo tras la retirada del segundo «peaje de congestión». Las secuencias en los semáforos se han alterado para beneficiar el «flujo» del tráfico, en detrimento de peatones y ciclistas.
El asesor municipal de las dos ruedas, Andrew Gilligan, insiste en que la ciudad es más segura que hace una década y recuerda como en el 2002 hubo 20 accidentes mortales con la mitad de bicicletas en circulación. Gilligan ha reconocido sin embargo que, pese a todos los esfuerzos, «pedalear en Londres es lo más parecido a una lucha por la supervivencia darwiniana».
La campaña London Cycling Campaign (LCC) ha anunciado entre tanto que reactivará en las próximas semanas la campaña «Love London, Go Dutch», para reclamar la construcción masiva de carriles bici y de una infraestructura «a la holandesa» para las dos ruedas.
Boris Johnson anunció precisamente antes del verano su intención de dar un nuevo impulso a la bicicleta en la ciudad con la inversión de 913 millones de libras (unos mil millones de euros) en la creación de nuevas infraestructuras para la bicicleta, incluida la construcción de un corredor este-oeste de 23 kilómetros que unirá el Parque Olímpico con Hillingdon, pasando por la Torre de Londres y por el Big Ben.
«No prometo la perfección, ni creo que Londres se convertirá pronto en Amsterdam», admitió Johnson, «pero este plan marca un profundo giro en mis ambiciones y en mis intenciones para la bicicleta».
En los primeros diez meses y medio de 2013, catorce ciclistas han muerto en Londres, la misma cifra que en todo 2012, y nueve de ellos por colisiones con vehículos de gran tonelaje.
Fuente: elmundo.es