Redacción / Ciclo 21
El espectacular accidente del pasado sábado en la ‘Grand Finale’ de la UCI Track Champions League en el London Valley VeloPark ha vuelto a provocar, desgraciadamente, muchas más noticias que el propio desarrollo de una competición absolutamente ejemplar. Afortunadamente esta vez no hemos leído demasiadas ‘tonterías’ como la que se escribió con ocasión del fallecimiento de Isaac Gálvez -en un accidente muy similar, pero sin saltar la balaustrada-, que en los velódromos no se trabajaba la seguridad y que se necesitaban escapatorias como los circuitos de motos y F1. No obstante, algún ignorante se ha atrevido a pedir una sanción ejemplar para la alemana Alessa Catriona Propster por ‘provocar’ el accidente. Y es que hace falta más cultura ciclista y menos fanáticos… que en su mayoría jamás han pisado un velódromo.
De entrada, hay que decir que este tipo de accidentes son absolutamente infrecuentes en un velódromo, pero no por ello deben subestimarse, ya que pueden suponer un grave peligro para los corredores y para los espectadores. De hecho, un accidente similar sufrido en este mismo escenario, en los Juegos de la Commonwealth de 2022 cuando Matthew Walls y Matt Bostock saltaron la balaustrada e impactaron contra varios espectadores, aparentemente sin daños, pero uno de ellos tuvo que se operado algún tiempo después por una herida en el brazo.
Voces autorizadas como Chris Hoy y Laura Kenny clamaron por mayores medidas de seguridad, obligadas por el hecho de que las velocidades fuesen cada vez más altas, y con ello el riesgo de accidentes con consecuencias más graves. Por eso se ha ido ‘limpiando’ en los últimos años la zona de seguridad, donde sí que es normal -por mera cuestión física- que las bicicletas puedan llevarse a alguien por delante en una caída. En cuanto a la zona superior, se llegó a la conclusión de que sería suficiente con poner esas barreras de plexigás transparente, para permitir la visibilidad en las primeras filas, elevando la altura reglamentaria de 90 centímetros.
Eso mismo fue lo que hicieron, de forma absolutamente voluntaria, los gestores del London Valley VeloPark, que instalaron una nueva balaustrada de 1,40 metros, con un coste de 250.000 euros. Un sistema que parecía suficiente… hasta el momento del accidente del pasado sábado que ha reabierto la polémica. No debemos olvidar que la UCI obligará, que todos los velódromos que soliciten esa primera homologación a partir del 1 de julio de 2025 tengan que tener ese tipo de valla de seguridad, exactamente igual que la del recinto londinense.
Y aunque el debate vuelve a estar en el aire, solamente en Road.cc he visto recogidas opiniones actualizadas. Por un lado, se recomienda una altura aún mayor para esa pantalla, pero por otro, hay quienes dicen que ese no es un problema, sino que lo que hay que pensar es la protección de la caída sobre los espectadores. En este sentido también leemos que habría que dejar libre las dos primeras filas y poner algún tipo de colchoneta para amortiguar la caída. No olvidemos que, algunos recintos tienen protección en forma de redes si el ciclista salta por encima de la balaustrada, pero solamente en casos de que haya un vacío.
Lo cierto es que la polémica está servida y veremos si en los próximos días tenemos algún tipo de noticia. “Estamos trabajando en estrecha colaboración con todas las partes para revisar el incidente antes de tomar las medidas adecuadas”, decía en un escueto párrafo la organización de la UTCL. Pero, ¿realmente pueden todos los velódromos del mundo acometer medidas como estas y, sobre todo, serían necesarias?