Los equipos grandes de siempre, pero especialmente ahora, se han intentado dotar de dos, tres o incluso cuatro líderes acompañados por detrás de una segunda línea de solvencia, lo suficiente para tomar el mando en cualquier momento y en circunstancias históricas, por ejemplo mirad Wouter Poels en Lieja.
En el Team Movistar la segunda línea, la clase media, es excepcional, y no de ahora, históricamente hablando, siempre han tenido segundos espadas muy buenos, Miguel Indurain fue uno de ellos, pero en estos años, con la crisis del ciclismo español, que deja muy pocas alternativas a los ciclistas, ese segundo escalón se ha poblado de nombres excelentes: Jesús Herrada, Rubén Fernández, Jonathan Castroviejo o Marc Soler, por citar algunos.
En una jerarquia muy marcada, y con roles asignados, hay un ciclista, Ion Izagirre, de casta le viene al galgo, que quiere saltar al primer escalafón. Izagirre se vio que no era uno más hace tiempo, desde aquella victoria en el Giro de hace cuatro años, la última de Euskaltel en una grande. Poco a poco ha ido creciendo, con paso firme, discreto e incansable. Y hete aqui que el año pasado, con Nairo desentonado, se llegó a colar en el podio de Itzulia, un lugar que no frecuenta un cualquiera.
Sin embargo lo de 2016 resulta el paso adelante que mucha auguraban y pocos esperaban para ya. La victoria en el Miguel Indurain, ante un Sergio Henao que iba enchufado, quizá hasta demasiado, abrió la puerta a sus posibilidades. No estuvo en la Itzulia, por problemas de salud, no defendió pues el podio del año anterior, al que sí subió su rival en la carrera navarra.
Artículo completo de Joan Seguidor aquí