Era él o el otro, así entendía el ciclismo Luis Ocaña
Con Luis Ocaña no había gris, era blanco o negro, sin punto medio, nunca equidistante.
“Él tiraba y tiraba, se dejaba el alma y llegado a un punto reventaba. Se había acabado la historia. Punto, no había más” me contó un día “Taxy Key”, también Jaime Mir.
Pasión, orgullo, una infancia terrible, machacada por las consecuencias de la pobreza extrema de la postguerra, en un confín de Cuenca, donde los inviernos son largos y gélidos, y los veranos secos, duros y ásperos.
Extremos en su hábitat, extremos en su vida.
Cuando se fue a Francia accedió al limbo.
Allí era español, aquí francés. Le insistieron, le rogaron ser galo, nunca aceptó. No obstante encontró el camino del éxito a base de riñones, de romperlo todo: él el primero, el resto después.