Sabida es la querencia neerlandesa por el ciclismo, lo suyo con este deporte, y su principal elemento, la bicicleta, es casi una cuestión religiosa y eso que un holandés en lo más alto del ciclismo mundial es algo que hace muchísimo tiempo que no se da, desde el viejo Joop cuando ganó el Tour.
Desde entonces buenos corredores siempre ha habido, pero por lo que fuere las cosas nunca han salido como se esperaba. Prometer han prometido mucho, pero en el momento de plasmar todas las expectativas, los cachorros del país ganado al mar no daban el tono esperado. Rabobank, ese dios omnipresente para ese ciclismo de estado, siempre ha sido el hilo común a muchos de estos corredores: Bos, Boom, Gesink,…. Mollema.
Sabemos que en los Países Bajos, que no Holanda, escuece ver a un tío de la solvencia de Wouter Poels en el corral de Chris Froome. Poels es lo que vendría a ser un gregario de super lujo, pues así se debe entender tener a tu servicio al vigente ganador de Lieja, sin ir más lejos.
Con Poels en esos menesteres, quedaba Bauke Mollema como corredor franquicia, el hombre en quien confiar en las grandes citas, el Tour especialmente. Y Mollema cogió el guante, pasaron ediciones y ediciones, y ese destello no llegaba. Se le veía un ciclista preocupado por el puesto, tanto, que sacrificaba grandes metas, metas que quienes le veíamos pensábamos que podía tener más cerca de lo que parecía.
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