Ojo, atención que la de Carlos Verona en Vaujany, Dauphiné, ha sido la primera victoria del Movistar Team en el World Tour. Como el año pasado, la carrera del Delfinado -cuánto he leído esta palabra estos días, ha abierto la cuenta del equipo azul en el máximo circuito, pero antes de entrar en materia con Carlos Verona, me gustaría contar una historia sobre Movistar. Es una historia que va varios años atrás, dedicada a quienes dicen que le tenemos rabia no, lo siguiente, al equipo telefónico, cuando, la verdad, ni fú ni fá.
Nos vamos a 2016. Es la etapa reina del Tour de Romandía de ese año: finales de abril, inicios de mayo. Ion Izagirre lidera la carrera suiza sin mayor complicación, pero ello no es problema para que Nairo Quintana tenga carta blanca para atacar, ganar la etapa a Zakarin -tras resolución de los jueces- y ponerse de líder para ganar la general, días después.
Lo que pasó después lo vimos: Ion se marchó del equipo -tras ganar una etapa en el Tour- a final de temporada y visto ahora la clase media de Movistar acabó volando paulatinamente, desde los Herrada a los Izagirre, Gorka ha vuelto este año, pasando por Amador, Castroviejo y el lejano Rui Costa, quien puso pies en polvorosa cuando, hace nueve años, le dijeron que se descolgara de un grupo a otro, porque a Valverde le habían pillado en un corte en el Tour.
Digo todo esto, viajo tan atrás, para explicar el valor que tienen personas como Carlos Verona en un equipo tan jerárquico como Movistar. Cultivar la clase media es poner los huevos en varias cestas, jugar a otra cosa y buscar puntos de debajo de las piedras, al margen de darle una presencia decisiva a tu patrocinador.