Ayer al acabar la carrera de Bergen, me preguntaban:
Preguntas claras, concisas y directas pero cargadas de retórica y segunda lectura. Otro mundial, otra actuación decepcionante de la selección española. Sé que muchos dirán que es sencillo opinar desde el sofá, que hay que estar, que hay que valer y todas esas obviedades, pero como en todo en la vida, se nos faculta la opción de opinar, y no siempre tiene porque ser en tono positivo.
De la panoplia de declaraciones postcarrera me quedo con el tono autocrítico del ciclista español que más rato hemos visto: David de la Cruz. Sincero, no abunda, dijo que el corte en la vuelta final es posiblemente fruto de la mala colocación y que ahí se acabó todo.
Blanco y en botella. Un corte que pilla a toda la selección casi junta, a todos los que quedaban en el grupo en ese momento, es el síntoma de la colocación y de lo que había en las piernas en esos momentos.
El año pasado en Doha, cuando la carretera cambió el sentido de la marcha, y el viento entró por donde los belgas quisieron, se quedó toda la selección atrás, sin opciones, sin nada más que aportar a una eternidad de meta. Esta vez el corte fue más cerca, en el ultimo giro. Cabe un consuelo, porque hace un par de años en Richmond, todos llegaron juntos y delante pero tampoco se vio color español en vanguardia. Esto no se corre a los puntos.
El sábado dijimos que una vez más se ponía la venda antes de la herida, porque se preveía que el resultado era el que acabó siendo, sinceramente, en el siglo XXI, ir con ese discurso a una carrera de este tamaño arroja el resultado por adelantado, sin más lectura que la de a ver qué pasa y a ver qué sale. Luego ocurre el corte y tenemos el lazo para el lote de justificaciones. Creo que, aunque no sea puntera, la selección española tenía buenos nombres para otra cosa.
Artículo completo en El Cuaderno de Joan Seguidor