Mundial Richmond: Por fin Sagan con el arcoíris

Nicolás Van Looy / Ciclo21

En ocasiones, sólo en ocasiones, el periodismo ciclista es más sencillo cuando la crónica a escribir se tiene que hacer sobre una carrera en la que no ha pasado nada destacable. Es relativamente sencillo, en un deporte plagado de grandilocuentes palabras encaminadas a hacer más heroicas y míticas las gestas de sus protagonistas, ensalzar aquello que ha podido llamar la atención de forma puntual que narrar, en unas cuantas líneas la belleza, pelea, emoción o grandeza de un Mundial como el que acaba de terminar en Richmond. Es complicado, muy complicado, en estos tiempos de carreras más bien anodinas y con finales más o menos previsibles (si no en el nombre del ganador, sí en su desarrollo), dejar para los restos las miles de emociones que nos han atravesado las tripas durante los casi 260 kilómetros de carrera de hoy.

Ha sido, no cabe duda, un Mundial de videoteca. Una cita que pasará a la historia por la valentía y la entrega mostrada por todos y cada uno de sus protagonistas. Una ‘clásica’ en el sentido más amplio de la palabra. Una carrera, aquí no se equivocó Javier Mínguez, muy complicada de afrontar y de gestionar. Una carrera que, también, y aquí sí que erró el seleccionador nacional, los corredores se encargaron de hacer tremendamente dura.

Y empezó a hacerlo un Jos van Emden entregadísimo. Encabezó el pelotón durante más de cien kilómetros. Pero decir que encabezó el pelotón es, a todas luces, quedarse corto. Su entrega, por desgracia, quedará tapada para la historia por lo que ocurrió después, pero todos aquellos que se ‘tragaron’ las más de seis horas de carrera, disfrutaron como niños con el ritmo impuesto por el primer gran sacrificado de este Mundial de Richmond.

La apuesta de los Países Bajos quedaba clara: había que endurecer la carrera lo suficiente como para que los sprinters puros no pudieran pasar con comodidad todas y cada una de las 16 subidas que tenía preparado el circuito a Libby Hill, un lugar ya icónico para este deporte, y sus repechos consecutivos.

El mejor día de Sagan @ Tinkoff

Van Emden, él solito, dio un recital de fuerza al más puro estilo Cancellara. Hasta que a falta de seis vueltas, se apartó y tomaron el mando los belgas. Aunque esto, dicho así, tampoco es correcto en absoluto porque lo que vimos en ese momento fue el preludio de lo que pasaría después. Lo que vimos en realidad fue a los gallos de ese combinado postularse de forma individual como aspirantes al triunfo final. Tirar fuegos artificiales en Libby Hill. Daría la impresión, incluso, de que los belgas habían salido sin ninguna orden previa. Como si el seleccionador, Carlo Bomans, les hubiese dicho algo así como “demostradme cómo estáis y ya os diré quién debe de rematar”. Y así, durante tres vueltas, cada vez que se pasaba por esa subida, uno de ellos daba su show particular. Primero fue Boonen, al más puro estilo de los ataques del Muro que podían decidir una Vuelta a Flandes. Luego, Vanmarcke, del que nadie pareció preocuparse en exceso con esa fama de no rematador que tiene. Más tarde, Benoot, que tampoco inquietó a nadie.

Sí hizo que se moviesen algunos nombres importantes Tom Boonen cuando a menos de 40 kilómetros para el final lanzó un ataque que, por momentos, pudo parecer peligroso. Tornado Tom ya no es ese chaval letal a esa distancia que fue antaño, pero irse a su rueda en ese momento parecía una buena idea, y allá que se fue más de uno a por el sueño.

Entró en juego entonces Dani Moreno. El todavía corredor de Katusha hizo lo que debía. Colaboró lo justo para mantener la fuga viva y, de esa manera, evitar que en la cabeza del pelotón se produjesen ataques desordenados que obligasen a trabajar más de la cuenta a sus líderes. O a su líder, porque a esas alturas ya era más que patente el gran error de Mínguez de llevar a Richmond a Purito Rodríguez, que ya reconoció que acababa la Vuelta a España excesivamente cansado como para poder rendir al nivel que de él se espera en un Mundial.

Las tres últimas vueltas a ese estupendo circuito fueron sencillamente antológicas. Era un todos contra todos sin orden ni coherencia alguna. Una carrera juvenil. Una suerte de pachanga de globeros picados. Una, en fin, maravilla ciclista de las que te mantienen pegado a la pantalla del televisor sin casi poder parpadear o respirar.

Y así, ataque y contraataque mediante, llegamos a la última subida a Libby Hill. Allá que se fue John Degenkolb, la clara apuesta alemana que, ante la inacción española (otra de las ventajas de haber metido a Dani Moreno en la fuga), tuvo que sacrificar a Greipel en las labores de caza del grupo de Boonen. Allí se desató Degenkolb, soñando con añadir el arcoíris a San Remo y Roubaix. Allá se soldaron varios belgas. Y medio pelotón. Y, entre ese medio pelotón, un Valverde que, pese a llevar cuatro compañeros con él, se vio solo. Demasiado solo. Entró en el tramo adoquinado mal colocado. Demasiado atrás. Se le cortó la carrera y ya poco pudo hacer. Por delante, los belgas se miraban entre ellos. Se gritaban, incluso, exigiendo que fuese otro el que tirase del grupo.

Eso lo vio un genio de la bicicleta como Sagan. El hombre que, esta noche, viendo lo tocados que han llegado a Richmond todos los que disputaron la Vuelta a España, quizás le mande un whatsapp al conductor de la moto que le arrolló en Murcia para decirle que, en el fondo, ya no está tan enfadado. Que, si eso, la próxima vez que se van, se podrían tomar una caña. Que, aunque no se lo crea, al final podrán reírse juntos de aquello. Lo vio Sagan, como decimos, y se lanzó, a poco más de dos kilómetros, hacia la gloria. Siempre a una distancia agónica, pero ya estaba claro que, aunque sintiese el aliento del pelotón en el cogote, aquello no podía acabar de otra manera.

Cruzó la meta abrumado. Sin caballito. Sin show. Tardó, eso sí, poco en darse cuenta de lo que había conseguido y comenzar a celebrarlo a su peculiar manera. Lanzando la bici, el casco, besando a su novia, un nuevo caballito… como la ocasión lo merecía. Por detrás, aunque la horrenda realización americana nos lo birló, Michael Matthews le ganó el sprint por la plata a Ramunas Navardauskas.

Matthews, Sagan y Navardauskas

Y Valverde se tuvo que conformar con la quinta plaza. Corrió siempre donde tenía que correr. Estuvo siempre atento, como se esperaba de él. Se le hizo, quizás, demasiado larga la carrera tras una temporada infinita, pero su derrota no puede ser achacada sólo al murciano. Ni siquiera, sólo a los que acabaron por delante de él. Ha llegado el momento, tras encadenar varios mundiales en los que España no ha trabajado como se espera de un equipo que aspira a vestir de arcoíris a uno de los suyos, de repartir y asumir culpas y responsabilidades. Y, como no puede ser de otra manera, el hombre más señalado (quizás no deba de ser el único) será el seleccionador Javier Mínguez.

Decir a estas alturas, apenas unos minutos después de haber finalizado la prueba, que era muy optimista descargar todo el peso de este bloque en hombres que habían gastado muchas fuerzas en la Vuelta, puede ser oportunista. Añadir que la bicefalia Purito-Valverde, sobre todo si tenemos en cuenta que el de Katusha no se veía con condiciones de rendir, era, a todas luces, una apuesta suicida, sería ventajista. Acusar a la selección española de correr sin tener, aparentemente, un buen plan preconcebido, sería atrevido.

Pero todo eso y más, deberá de ser puesto sobre la mesa en los próximos días. Porque el año que viene, en Catar, no podremos viajar con el planteamiento más clásico. Será el momento de apostar por un velocista (¿Lobato?) y construir un equipo de lanzadores a su alrededor. Y de correr de otra manera. Una forma de competir a la que, por cierto, no estamos acostumbrados. Y, si miramos más hacia el futuro, hacia 2017, habrá que pensar que, con dos años más, los Valverde o Purito, ya no serán lo que son (ojalá sí). Que habrá que dar paso a nuevos valores. A nuevos aspirantes. Y, lo más importante, hay que plantearse si el equipo técnico actual está en condiciones de hacerlo. Pero eso es algo que tocará analizar con más calma en el futuro próximo. No hoy. Hoy sólo tenemos que deleitarnos y relamernos por haber asistido a uno de los mejores mundiales de los últimos años.

Peter Sagan: «Es mi mejor día como ciclista. Quería ganar para decir a todos que tenemos que cambiar el mundo. Es mi victoria más grande. Me he sacrificado mucho en estas últimas tres semanas tras el abandono en La Vuelta y esto hace que sea aún más increíble para mí este resultado. Estoy muy feliz. En la carrera tuve la máxima atención posible. La carrera en sí era extraño. Conmigo estuvieron siempre mi hermano Juraj y Michal Kolar, pero tuvieron problemas en las dos últimas vueltas e iba un poco perdido en el grupo. Las dos últimas vueltas fueron duras, pero he visto que todos tenían fatiga. Sabía que todo el mundo estaba cansado después de 250 kilómetros y pensé que yo lo ib a estar también en el sprint, así que traté de ir a por todas con un solo ataque. Di todo lo que tenía hasta el final. He leído muchos comentarios diciendo que no soy fuerte en carreras largas, pero ahora he ganado este maillot en una carrera larga. Ganar el Mundial me da mucha motivación y poder hablar de la situación difícil que vivimos en Europa. Como pueblo tenemos que cambiar el mundo y espero que a través del deporte podemos ser un ejemplo para hacer un mundo mejor».

CLASIFICACIÓN COMPLETA

Los 9 de España

Datos técnicos de la prueba

Sección Campeonato del Mundo Ciclo 21

Edición 2014: Michal Kwiatkowski y Bradley Wiggins.

Web oficial

La opinión del seleccionador Javier Mínguez / Vídeo previo de Valverde

Previa tras los dorsales

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DORSALES OFICIALES

Nicolás Van Looy / Ciclo21

Parece mentira que después de sólo 20 años desde que España se anotara su primer Mundial de fondo en carretera en aquel circuito colombiano de Duitama, cuando la rojigualda (todavía se corría con aquel clásico maillot blanco atravesado por la bandera española) apenas contaba en quiniela alguna en la pelea por el triunfo, la selección que entonces dirigía Pepe Grande y que hoy está bajo la batuta de Javier Mínguez, sea uno de los bloques más potentes y temidos en la cita mundialista.

Abraham Olano tuvo el honor y la responsabilidad de inaugurar este periodo. Óscar Freire lo apuntaló. Igor Astarloa supo aprovecharlo. Y Alejandro Valverde, sin haber conseguido todavía el triunfo, sigue reivindicando al ciclismo español en esta prueba antes denostada habiéndose convertido en el corredor con más medallas mundialistas de la historia.

Fíjense en el detalle. En sólo 20 años España ha pasado de no tener Campeón del Mundo alguno ha haber sumado tres distintos. Uno de ellos, Óscar Freire, además, se ha colado junto a Alfredo Binda, Rik Van Steenbergen y, por supuesto, Eddy Merckx en el selecto grupo de hombres capaces de haber alcanzado los tres maillots arcoíris. Con dos platas y cuatro bronces, los seis metales alcanzados por Valverde le colocan como el hombre que más veces ha visitado el podio mundialista. Con 23 medallas en total, España es la cuarta potencia ciclista en esta prueba superada por Italia (55), Bélgica (47) y Francia (34), aunque nuestros cinco oros nos sitúan como la quinta nación en cantidad de victorias superados por Bélgica (25), Italia (19), Francia y Países Bajos (8).

Los nueve elegidos © RFEC

Pero todo eso es historia. Estadísticas. Números. Cuando se dé la salida de la prueba de fondo en carretera de Richmond, nada de eso valdrá. Porque la página que los libros de historia del ciclismo tienen guardada para la cita del estado de Virginia está en blanco. Por escribir.

El Mundial de Richmond, como es habitual, tiene muchos pretendientes y resulta muy complicado hacer un pronóstico más allá del peso específico que puedan tener los nombres de los aspirantes y el número de integrantes de cada selección. El pasado año en Ponferrada, Kwiatkowski hizo valer lo primero, librándose del control de combinados mucho más numerosos que el polaco.

Si hablamos en clave de equipo, el combinado belga parece que es el que ha sido capaz de reunir a más aspirantes. Sin duda, un arma de doble filo. Boonen, Vanmarcke, Van Avermaet y Gilbert son los cuatro hombres que aspiran al triunfo que vestirán el típico maillot azul con la tricolor. Son muchos gallos en un solo corral y, por lo que ha trascendido en los últimos días, no parece que la convivencia entre ellos sea precisamente una balsa de aceite. El final invita a pensar en que Gilbert podría hacer valer sus opciones, pero tanto Van Avermaet como, sobre todo, Vanmarcke, saben que necesitan de un triunfo de renombre para justificar las siempre altas expectativas (y salarios) que despiertan. Y, claro, Tom Boonen, que afronta ya el final de su vida profesional, no va a dejar pasar la oportunidad si se le presenta.

Pero los belgas no tendrán que preocuparse únicamente de los enemigos que tengan dentro de sus propias filas. Frente a ellos, formarán una gran cantidad de selecciones potentes que tienen mucho más claro que ellos a quién quieren vestir con el maillot de Campeón del Mundo. Una de ellas, claro está, es España. Decir que Purito Rodríguez y Alejandro Valverde mantienen una relación delicada es un aforismo a todas luces innecesario. Son dos líderes que no se llevan bien. Esa es la realidad. De entrada, eso no tendría que suponer un gran problema si ambos saben ceñirse al guión y ser honestos en la parte final respecto de sus propias fuerzas y posibilidades. Así llegó el triunfo de Olano en 1995 y así llegó el descalabro en Florencia.

El circuito, tal y como está dibujado, parece más apto para Alejandro Valverde. A priori, la línea de meta carece de la dureza necesaria para que Purito pueda desplegar ahí todo su arte. No es, ni mucho menos, el Muro de Huy. El murciano, sin embargo, podría adaptarse mejor a esa llegada en cuesta donde es muy probable que, además de cualidades de ascenso haga falta una buena punta de velocidad.

Habrá que sacrificar, seguramente, a uno de los dos para romper la carrera en la segunda de las tres cuestas encadenadas que nos llevan a la meta. Si no se hace, es casi seguro que España se podrá olvidar de sus opciones de triunfo y, seguramente, de medalla. Pero, cuidado, porque si ese ‘plan A’ falla, siempre está la bala en la recámara de Juanjo Lobato, que tanto dio que hablar a principio de temporada. Sería injusto cargarle con más responsabilidad de la que debe de tener, pero el de Movistar es, sin duda, un plan B fiable.

Purito Rodríguez © L. Barbosa

Otro equipo que contará con más de un líder será la eterna Italia. Olvidada ya la época en la que más que un equipo parecían una banda organizada en torno a los intereses comerciales de cada uno de sus integrantes, Vincenzo Nibali destaca como el hombre a llevar en volandas a la meta. Su expulsión de la Vuelta a España le ha permitido centrarse única y exclusivamente en esta carrera, pero la presencia de Daniel Oss puede ser un importante plus para una selección que, como España, no puede dejarse llevar hasta el final, sino que tendrá que aprovechar las tres o cuatro últimas vueltas para inclinar la balanza a su favor.

Tampoco andan lejos los holandeses con Tom Dumoulin y el siempre combativo Lars Boom ni, por supuesto, la Alemania de Degenkolb y Greipel, seguramente la selección con mayor interés en mantener la carrera controlada hasta el final para que uno de sus dos velocistas puros pueda disputar un sprint de los que les gustan. No lo van a tener sencillo. Quizás, para ellos el de Richmond sea un ensayo general perfecto de cara a la cita de Catar de 2016, aunque nunca se debe de despreciar la oportunidad si se presenta.

Eso fue lo que hizo Michal Kwiatkowski, el indudable jefe de filas de los polacos. El pasado año en Ponferrada no lo dudó cuando vio su oportunidad y aquel ataque lejano le dio la gloria, el reconocimiento y, a la postre, la posibilidad de poner en jaque a Patrick Lefevere con su oferta de renovación. Como ‘Kwiatko’, el noruego Alexander Kristoff tendrá que confiar en sus opciones de rematar una carrera más solitaria que la de sus rivales.

Pero si hablamos de soledad y de genialidad, hay que hablar de Peter Sagan. Sólo su hermano Peter y Michael Kolar (ambos junto a él en Tinkoff) formarán en el Mundial para proteger al jefe de filas eslovaco. Sagan es un genio de la bicicleta, de eso no hay duda, pero habrá que ver si es capaz de afrontar los 259 kilómetros de carrera sin ningún apoyo.

Y, junto a todos ellos, están los Alaphilippe, Yates, Urán, Costa, Bouhanni… todos esos corredores que, sin ser grandes o máximos favoritos, tantas veces hemos visto triunfar, con otros nombres, a lo largo de la historia de los mundiales. El último, sin ir más lejos, Kwiatkowski. Pero, como hemos dicho, todo eso es historia. Ahora, toca escribir una nueva página.