La semana posiblemente de mayor profundidad en la hibernación ciclista ha tenido un protagonista que hace un año vivía acosado por las dudas que los positivos de su equipo no paraban de arrojar y sin poder disfrutar al 100% de lo que implica ganar un Tour de Francia y todas las mieles que de ello se derivan.
Un año después Nibali, sin escándalos cerca, pausado, tranquilo y mucho menos solicitado, recoge los frutos tardíos de sus excelentes campañas, las últimas, marcadas por una mayor contención en la cantidad de días competidos, pero mucho más intensos con victorias nada desdeñables.
Y entre esos frutos ha estado la ofensiva de otoño de su equipo por renovarle. Curioso este interés repentino, en apariencia, de Vinokourov y los mentores del equipo Astana, que lejos de perder interés en el astro italiano le han ofrecido una renovación sólida, tanto que el de Sicilia se ha repensado su declarada intención de dejar el equipo celeste.
Este interés por la rúbrica de Nibali tiene además dos acicates que muestran el valor incuestionable del de Messina. Por un lado, le ofrecen un buen contrato justo cuando la joven estrella del equipo, Fabio Aru, explota -con podio en Giro y triunfo en Vuelta-. Con Aru en franca progresión pensar en que Nibali podía ser “menos deseado” podría ser hasta lógico, pero no, lejos del desinterés a Nibali le han cortejado para que siga.