Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Hace cincuenta y nueve años, y con motivo de la conmemoración del cincuenta aniversario de la Federación Ciclista Suiza, nació el Tour de Romandía, una prueba de una semana que ha alcanzado un prestigio y brillantez de gran relevancia durante estos casi sesenta años de existencia.
El primer ganador fue el belga Désiré Keteleer que se impuso a dos grandes hombres de la época, el italiano Gino Bartali y el local Ferdi Kübler, que volvería el año siguiente para encaramarse a lo más alto del pódium (curiosamente, Bartali, sería el vencedor en la edición posterior, permitiendo que todos los integrantes del trío de honor fueran campeones consecutivamente).
Los españoles comenzaron a despuntar en Romandía gracias al segundo puesto de Bahamontes en 1963, pero habrían de pasar doce años más, para que uno de los nuestros, Francisco (Paco) Galdos obtuviera el prestigioso triunfo en tierras suizas, por delante del suizo Fuchs y el noruego Knudsen. Tendrían que llegar 1992 para que otro compatriota alcanzara un puesto de los relevantes, respondería al nombre de Miguel Indurain y se tendría que conformar con el segundo puesto en una carrera ganada por el estadounidense Hampsten (ese año, como bien recordarán, el navarro verificaría el primero de sus dobletes consecutivos Giro-Tour).
No obstante, el único español que aún puede referir la gloria en la región francófona suiza de Romandía es el guipuzcoano Abraham Olano (Anoeta, 1970), quien se llevó el maillot amarillo de vencedor del año 1996. En aquel año, Olano competía luciendo el maillot de campeón del mundo conquistando, agónicamente, en las tierras colombianas de Duitama, en el que, probablemente, haya sido el Mundial más duro de las últimas décadas. Abraham, defendiendo los colores de Mapei, era uno de los principales favoritos de la temporada para las grandes vueltas y, especialmente, para el Giro de Italia, que se aventuraba cercano desde el trampolín que suponía la presencia en Romandía.
En la edición de 1996, el Tour de Romandía, que se extendía entre el 6 y el 12 de mayo, imponía un prólogo y seis etapas, si bien la quinta se dividía en dos sectores. En el inicio de la competición, el prólogo de apenas 4,3 kilómetros por las calles de Basilea, Olano ya ofreció su mejor imagen para imponerse a Ekimov y Rebellin, a los que aventajó en tres segundos.
En la primera jornada en línea, que unía Basilea y Vue des Alpes, fructificó un ataque que otorgó la victoria al ruso Tonkov, que marchaba destacado con el local Pascal Richard. Olano, que llegó octavo, cedió un total de 24 segundos con el vencedor de etapa, y 4 segundos con otros favoritos como Casagrande, Rebellin o el ruso Berzin.
La segunda y tercera etapa tuvieron poca historia para la general ya que, como se preveía, se dirimieron al sprint, venciendo el italiano Manzoni, más rápido que sus compatriotas Bortolami y Guidi en la primera de ellas, y el italiano Cipollini en la segunda, levantando los brazos por delante de Svorada y Traversoni.
Más relevante fue la que concluía en Les Diablerets, donde el ruso Alexander Gontchenkov ganó en el sprint de un grupo muy reducido de hombres favoritos para la aspiración a la general, y que estaba compuesto por Olano, Rebellin y los suizos Gianetti y Richard. Otros ciclistas importantes habían cedido como Berzin, que perdió 1 minuto y 15 segundos, diciendo adiós a sus oportunidades.
En el primer sector de la quinta etapa, Cipollini repitió victoria y, curiosamente, fue seguido también de Svorada y Traversoni, que ya se habían demostrado impotentes para vencerle en la tercera jornada.
Así las cosas, la crono larga del Tour de Romandía, algo más de 29 kilómetros con nacimiento y final en Orbe se antojaba como el momento crucial para desequilibrar la balanza entre los principales competidores. Y ahí, como es habitual, Olano no permitió albergar ningún tipo de esperanzas a sus competidores. El guipuzcoano venció la cronometrada y distanció al ruso Gontchenkov en 29 segundos y 45 al ruso Berzin. El resto de contendientes se marchó por encima del minuto, lo que muestra, a las claras, la superioridad del vigente campeón del mundo en la especialidad.
En la última etapa, que finalizaba en Ginebra, la llegada masiva cayó del lado del siempre histriónico Mario Cipollini, que batió a su compatriota Traversoni y al ruso Gontchenkov que se había metido a disputar la volata. En el pódium, al ruso le faltó 1 minuto y 18 segundos para alcanzar a Olano. El cajón lo completó el italiano de Polti, Guerini.
En el Giro, prueba en la que el vasco verificaba su primera presencia, Olano dio la talla y, haciendo frente a un terreno que no le favorecía, estuvo luchando hasta el final. No fue capaz de resistir con el rosa en la durísima etapa del Mortirolo y se vio obligado a ceder ante el ruso Pavel Tonkov y el italiano Enrico Zaina. Por su parte, en el Tour, Olano, junto a su compañero Rominger, mantuvieron su firma apuesta por el pódium hasta que, en la última etapa de montaña, que transitaba por los pirineos y finalizaba en Pamplona, los ataques al líder Riis terminaron por desfondaron a los Mapei, sacándoles del pódium.
No obstante, el guipuzcoano obtendría la medalla de plata en la crono de los Juegos Olímpicos de Atlanta, por detrás de Indurain, y vencería en la Vuelta a Galicia, poco antes de anunciar que, en el futuro, defendería los colores de Banesto, la escuadra dirigida por José Miguel Echavarri y Eusebio Unzue.
Durante los últimos años, Romandía ha sido un territorio en el que han predominado las victorias británicas (Wiggins en 2013, Froome en 2014 y 2015), si bien el vigente campeón es el ruso Ilnur Zakarin que, durante el año pasado, sorprendió a propios y extraños, anticipándose a Spilak (que acumula tres segundas plazas consecutivas) y al todopoderoso Froome.
Desde 2006, en que Contador y Valverde flanquearon al australiano Cadel Evans en el pódium, ninguno español ha pisado el pódium. ¿Será éste el año en el que la bandera rojigualda flamee el aire de Romandía?