Las reformas de ciclismo en pista propuestaspor la UCI para 2020-2021 alterarán el formato de carrera para que las carreras sean más amigables para los espectadores. La pista ahora se correrá en sentido contrario a las agujas del reloj para hacer las cosas un poco más difíciles para los ciclistas que están «demasiado acostumbrados a correr en una dirección«. Este era el jocoso tuit de Cycling Canada en la jornada de anteayer, el April Fool’s day, equivalente en muchos países a nuestro Día de los Inocentes.
Estaba claro que se trataba de una simpática broma -ironías aparte-, pero que me ha hecho pensar en las razones por las que se corre en los velódromos en el sentido contrario a las agujas del reloj y, sobre todo, qué pasaría si se cambiase ese giro.
Antes de todo, hay que indicar que se trata de una práctica comúnmente aceptada en bastantes deportes que se celebran en recintos cerrados -atletismo, patinaje de velocidad, carreras de caballos- aunque no en los circuitos automovilísticos, y que no es difícil hallar razones que justifiquen este desplazamiento antihorario, aunque normalmente aplicadas al atletismo. Estas explicaciones se podrían resumir en dos apartados:
Por un lado, la propia constitución del ser humano, con una amplia mayoría de la población mundial (90%) diestra, lo que significa tener ligeramente más larga la pierna derecha que la izquierda, aprovechando la mayor fortaleza de la pierna impulsora y con una tendencia a inclinarse hacia el lado izquierdo, aparte de intentar proteger el lado más vulnerable. ¿Eso significaría que los pistards zurdos están en desventaja? No lo creo.
Por otro, las leyes de la naturaleza como se explica en The Reason Why Do Athletes Run Around the Track Counter-Clockwise, un estudio de Mohammad Hadi Tavakkoli. “Corremos en esta dirección porque todo en la naturaleza tiende a correr en contra de las agujas del reloj. La lista de fenómenos naturales que ocurren en esta dirección es impresionante. Incluye la estructura molecular de los aminoácidos, la forma de las conchas de los moluscos, la rotación de los planetas (excepto Venus) y la órbita de la Tierra respecto al Sol”. Un efecto que se aprecia en el vuelo de los pájaros e incluso en las personas que se pierden en un espacio sin referencias, que tienden a desviarse a la izquierda.
Desde el punto de vista histórico, también se señala que en Grecia, la cuna del deporte, ya existía la lectura -de izquierda a derecha-, y ello conllevaba una cultura visual de mirar primero a la izquierda y que se plasmó en los estados olímpicos a la hora de que los espectadores siguieran a los atletas. Es curioso, porque esta explicación es plenamente compartida por los cámaras de TV que indican que siempre es más fácil hacer un movimiento de izquierda a derecha, aunque para civilizaciones como la árabe o la china, este movimiento no tendría nada de natural.
Más prosaica es otra explicación de que Nerón cambió el sentido del giro de las carreras de cuadrigas cuando su auriga -el conductor- golpeó al Emperador con el látigo. Ni que decir tiene que no tuvo una nueva ocasión de hacerlo.
Eso sí, lo que no me creo nada -es más, me parece una solemne bobada- es que se corra en ese sentido porque, como son competiciones contrarreloj, tienen que hacerse en el sentido contrario a las agujas del reloj.
Ciclismo en pista: una cuestión de dirección
Hace un par de años, la UCI publicó un interesante reportaje al respecto en el que se intentaba aplicar estas razones a la práctica ciclista en los velódromos. Entre los argumentos que desarrolla, merecen destacarse dos. Por un lado, el científico, centrado “en la posición del corazón en el pecho y cómo bombea la sangre. La teoría es que la vena cava superior lleva sangre desoxigenada al corazón por succión cardíaca. Esta vena transporta sangre de izquierda a derecha por todo el cuerpo. La fuerza centrífuga debido al movimiento en sentido antihorario ayudaría a esta succión. Si hacemos un ciclo en el sentido de las agujas del reloj, la fuerza centrífuga impide la succión, por lo que conducir en el sentido de las agujas del reloj cansaría más a las personas”, para descartarlo seguidamente ya que la velocidad de los ciclistas no es lo suficientemente rápida para que se convierta en un favor determinante.
También se señala que “debido a la rotación de la Tierra, el efecto Coriolis en el Hemisferio Norte -que hace que las tormentas se arremolinen en sentido contrario a las agujas del reloj- le daría a un ciclista que se mueve en sentido contrario a las agujas del reloj una ligera ventaja, lo que resulta en un tiempo más rápido. Por supuesto, lo contrario es cierto en el Hemisferio Sur, donde habría una desventaja”. Los registros logrados en países como Brasil -Juegos Olímpicos- Bolivia -aunque sea en la altitud de Cochabamba- o incluso Australia niegan la importancia del efecto Coriolis.
Un reportaje que termina diciendo: “Una buena pregunta que nadie sería capaz de responder, salvo con el estándar: porque así son las cosas».
Probando ir a contradirección
Con esta duda aún en el aire, y aparentemente sin posibilidad de respuesta, nos planteamos la segunda cuestión, qué pasaría si se cambiase el sentido del giro. Y nada mejor que recurrir a la experiencia de pistards y técnicos españoles, cuyas impresiones son menos teóricas y sí bastante más prácticas”.
“Sí que he rodado a contradirección alguna vez –nos comenta Itmar Esteban-. La sensación es muy extraña, eres incapaz de pasar bien los peraltes, ya que parecen más inclinados, a pesar de que estás acostumbrado a hacerlo en el sentido ‘bueno’. Si el primer día que entras, que eres un libro en blanco, te ponen a rodar al revés, se podría hacer exactamente lo mismo que hacemos sin problema, ya que las leyes físicas que nos sustentan en los peraltes funcionan igual en un sentido que en otro, pero después de tantos años yendo en un sentido, tienes tan interiorizado en qué lado sentir el peralte que, cuando ruedas al revés, te sorprende notar la inclinación”.
“Claro que he rodado al revés más de una vez, soy velocista -nos dice un José Antonio Escuredo que no puede contener la risa-. Incluso he lanzado un 200, aunque parecía un novato. La sensación es como si fuera la primera vez que ruedas en pista, te da la sensación de que te vas a caer, después a medida que vas rodando coges más confianza y bajas la velocidad, pero nunca es igual, porque lo tienes mecanizado de hace muchos años. Eso demuestra la importancia de la especialización del gesto deportivo porque tus reflejos, fuerza… son los mismos, pero nada que ver al cambiar la dirección”.
Juan Peralta insiste en la “inestabilidad que tienes, aunque no dudo que, si tuviésemos que correr así, terminaríamos adaptarnos”, mientras que Javi Carrasco añade que “he rodado, pero estando sólo. Es una sensación rara, como de no controlar el peralte. A medida que te vas adaptando, intentas subir, pero no controlas el equilibrio, el tener que tumbarte en la curva”.
También lo ha probado el olímpico Pablo Aitor Bernal, actualmente técnico de la Federación Murciana, quien nos cuenta una anécdota. “En mis primeros años como sub23, éramos un poco ‘cabritos’ en la selección. Un día llegó un chico de la carretera a probarse en el velódromo y lo que hicimos todos es ponernos a rodar en contradicción para engañar al nuevo. Hasta que llegó el seleccionador y se echó las manos a la cabeza. Nos reímos bastante”. Sobre la experiencia concreta nos dice que “es complicado incluso subir al peralte. Pierdes la referencia de tener siempre el peralte en la derecha y al no verlo, personalmente perdía un poco el equilibrio”.
Y terminamos con Didac Navarro, ex seleccionador nacional, que también nos cuenta una experiencia lejana. “Cuando se inauguró el velódromo de Silla, todas las semanas montaba en él, con lo que me dio para probar muchas cosas. Por ejemplo, con los niños del Club Ciclista Siller, que siempre están dispuestos a nuevas experiencias. Después de haber aprendido a circular como siempre, un día decidimos dar vueltas al revés y resultó muy divertido, sobre todo al principio. Las sensaciones que experimentas son que has desaprendido a rodar con confianza por el peralte y parece que tiene más pendiente. Cuesta mantenerse dentro de él, tienes la sensación de que te va a dar el pie en el suelo en cada pedalada y aceleras siempre un poco más para ir más seguro. En mi opinión, es la sensación más próxima a la que tienen todas las personas que se inician en un velódromo. Por ello, cuando sabía que alguien nuevo iba a venir, el día de antes hacia rodar a todos al revés, para que recordaran las sensaciones de iniciarse en el velódromo y empatizaran más con el novato. A más experiencia de rodar en pista, más impresionantes eran las primeras vueltas, pero más rápido se normalizaba la situación, y es que cuantas más veces rodábamos al revés, menos lo extrañabas a la siguiente vez, vamos lo lógico en aprendizaje motor”.
Eso sí, la experiencia tuvo un final abrupto cuando un día, sin previo aviso, un niño se puso a rodar él solo en contradirección, también buscando la emoción, un nuevo reto que terminó cuando chocó frontalmente con otro corredor… precisamente su hermano gemelo, afortunadamente sin consecuencias.
Y es que, se ruede en un sentido u en otro, la lógica dicta que siempre lo hagan todos por igual, como sucede ahora mismo en los velódromos de todo el mundo.