En el Giro, Alberto Contador descubrió inesperadamente su grande favorita.
Aunque la historia de Contador se trence con el Tour de Francia, el mismo protagonista se declara un enamorado del Giro de Italia.
Llegó a él a contrapié, fruto de una llamada inesperada de Johan Bruyneel que le sacó un billete desde Cádiz, donde disfrutaba de unos días de asueto y playa, hasta la salida de Sicilia en unos pocos días.
Un cambio de planes que le reportó a Contador la posibilidad de conocer el Giro y saber de una carrera que le marcaría.
Él, que sólo contemplaba el Tour y, de forma subsidiaria, la Vuelta, conocía el Giro y sencillamente quedó prendado, le gustó el público, los pueblos, el paisaje y un puerto, el Mortiolo el día que más sufrió sobre una bicicleta. Curiosamente hasta esa llamada, el Giro nunca había formado parte de su calendario, primero el Tour y luego venía el resto.
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