El ciclismo femenino es la bomba. Aún no he conseguido que mi entorno lo valore en su justa medida, pero eso que se pierden. Asumen que es menos veloz, menos intenso, menos técnico, menos táctico, menos interesante que el masculino cuando, si lo analizaran bien, cada vez que he escrito menos pondrían más. El ciclismo femenino es el sálvese quien pueda, una guerra constante que hace que cada carrera sea una auténtica tortura. No sé, ejemplos hay miles, pero si quieren recientes, amén de la carrera de los Juegos de París, póngase el último Campeonato de España, o una clásica de primavera de este año, la que quieran…
La maravilla que supone ver carreras femeninas por televisión se traduce en emoción a raudales, ataques suicidas, tácticas que cambian a todo trapo fruto, precisamente, de la cantidad de veces que cambia el panorama por el gran número de cuchilladas que se dan. Hablemos claro: en el ciclismo femenino hay más palos que en cualquier salida de domingo camino del almuerzo. Es un sinvivir.
La carrera de ruta olímpica ha sido un ejemplo. Un pelotón deslavazado, seamos justos, por una caída, ha dejado aquello hecho un campo de minas. Allá donde te quedaras, había batalla. Delante porque es delante, detrás porque hay que llegar delante, al fondo del todo porque siempre hay opciones, y aquí todas tiran todo, menos una bomba de humo.
La victoria, el oro olímpico, de la norteamericana Faulkner es una maravilla, porque, de las cuatro de cabeza (retrocedamos en el tiempo, dos más dos inicialmente, porque delante iban Vos y Vas y detrás Kopecki y Faulkner, y se han juntado a cuatro de meta) era la menos rápida, y ha hecho la de manual, que es reflexionar en carrera: ¿Qué me queda? ¿Qué tengo? ¿Quién soy? Y lo que le quedaba a la norteamericana era el suicidio, una carta, un disparo al aire y a ver si acierto. Y bingo. Unificado el cuarteto, sin pensar demasiado, cabeza gacha y quien quiera, que venga. Y ale, Voss mirando a Kopecky, Kopecky a Voss, y Vas a rueda de ambas diciendo, jefas, vosotras sois las favoritas y esta tostada es vuestra.
Y así, hasta meta, donde Kristen ha llegado en idéntica postura que rodaba loca a por el oro. Siquiera una medio mueca de sonrisa se le ha perfilado al cruzar la línea de meta. Victorión y oro dejando la plata, en cerrado sprint entre las tres en discordia, para Voss, con Kopecky bronce y Vas, cachis, cuarta.
¿Y Mavi García? Oh, Mavi. Su planta sobre la bici es inconfundible. Alta, espigada, pierna larga, cabeza levantada y pedaleo pausado, como transmitiendo, siempre, que lo tiene todo bajo control. Hoy ha tenido una buena oportunidad de colgarse una medalla olímpica, pero aquí nadie regala nada y se le ha escapado. Todos soñábamos, ella lo hacía, Mireia Benito lo trabajaba también, con verla en el podio, pero ante las Kopecki, Vos y compañía siempre es muy complicado. Sigue siendo la mejor ciclista española y tiene 40 años (y medio). Y cinco Campeonatos de España, tercera en el Giro 2022, top10 en un Mundial, siete veces ganadora del TOP Ciclo 21… Hay futuro con lo que viene, pero de momento es ella la que representa lo mejorcito, y hoy ha sido sexta, lo que tiene un grandísimo valor. Así es que, a Mavi, gracias, a Mireia, gracias, a todas, gracias.
Viva el ciclismo femenino.