Tan avanzado el otoño que parece invierno, a José Luis López Cerrón, de tan oscuro que lo ve todo, le da por preguntarse si no sería posible que de alguna manera, quién sabe cómo, se fusionaran los dos únicos proyectos vascos con capacidad para sacar a la carretera un equipo profesional en 2014, el de Miguel Madariaga bajo el paraguas de la Fundación Euskadi y el de Jon Odriozola. «¿No sería posible?», se pregunta el presidente de la Federación Española, que observa con preocupación cómo se acerca la fecha definitiva para que los siete proyectos que optan a una licencia continental (los dos vascos, el de la ACP, uno gallego, otro andaluz, un catalán y el de Burgos) presenten los papeles correspondientes que avalen su propuesta y nadie da señales de vida. Ni Madariaga ni Odriozola ni ningún otro.
Fiel a sus principios, Jon Odriozola renunciará si el proyecto por el que lucha no logra alcanzar el mínimo que se exige.
Mañana, 20 de noviembre, acaba el segundo plazo para hacer llegar a la Federación todo ese papeleo. Y, lo que es más importante, el día 25 cierra la UCI la persiana para que esos proyectos paguen el canon correspondiente para ser equipo continental. Después no se aceptarán más ingresos, aunque siempre hay excepciones. Mañana se les agota el tiempo y ninguno ha dado el paso definitivo para anunciar que no es verdad que el ciclismo vasco se sumerge en una de sus épocas más oscuras tras tantos años de Euskaltel-Euskadi -primero Equipo Euskadi- y buena vida, que ya se echa de menos.
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