Pogacar es el mundo

Pogacar en el Mundial de Zúrich © UCI / Ed Sykes

Israel Molina / Ciclo 21

Estamos en la era de los adjetivos desproporcionados, de las exageraciones sin sentido, de unas hipérboles que rozan el absurdo a veces.  Estamos en la época de la instantaneidad, de los vídeos cortos en Tik-Tok, de los highlights por encima de los partidos, de las relaciones con fecha de caducidad. En un momento en el que nos falta tiempo, el mundo del deporte ha permanecido durante dos horas sin dar un pestañeo, degustando cada una de las pedaladas de Tadej Pogacar por los alrededores de Zúrich, sabedores todos de que estábamos viviendo algo absolutamente único. Un instante mágico, un recuerdo para toda la vida. El mejor ciclista del mundo contra su propia leyenda.

Ha sido un Mundial fascinante a todos los niveles y, no por esperado deja de ser más especial. Viendo las carreras previas se podía esperar un escenario de estas características. Invitaba a ello un circuito durísimo y tramposo, con rampas de entidad, con ese altiplano en la zona alta que era un castigo para las piernas y con unos contendientes –aún echando en falta a Wout Van Aert– al maillot arco iris de matrícula de honor.

Ay, España

No hubo ni fuga de ciclistas ‘amables’, así que los más de 270 kilómetros se corrieron sin apenas tregua, con Eslovenia y Bélgica ejerciendo el control de una carrera que enloqueció antes de lo previsto. El primer petardazo lo pegó Pablo Castrillo, pero su movimiento fue en vano. El español fue atrapado y en el contraataque se formó un grupo peligrosísimo sin presencia española. Mientras el combinado nacional hacía aguas por todas partes, la presencia de Tratnik, junto a Cattaneo, De Plus, Jay Vine o Pavel Sivakov mosqueó a Pogacar, que decidió remangarse, poner a los suyos a tirar y se lió la manta la cabeza.

Y ahora vienen las penurias. El ganador de Lieja, Giro y Tour soltó su ataque a falta de 100 kilómetros. Pilló a contrapié a Evenepoel y Van der Poel y el que se atrevió a ir con él murió en el intento. El mejor ciclista del mundo planteó una partida de cartas abiertas, con él por delante -fiel gregario Tratnik– y Evenepoel, de sangre caliente, cometió un error tras otro que condenó sus opciones, las de su país y seguramente las del resto de rivales.

Equivocó su jugada, quemó a sus mejores hombres demasiado pronto, se precipitó en su primer momento, el pelotón estalló y los posibles aliados se convirtieron más enemigos que en otra cosa. Mientras Pogacar aceleraba y se quedaba tan solo con Pavel Sivakov, compañero en UAE y para quién seguro tiene alguna palabra bonita esta noche, por detrás era un constante tira y afloja, una guerra de guerrillas, con mucho soldado en la trinchera y pocas ganas de salir a campo abierta.

Intentaron ponerse de acuerdo alguna vez entre Estados Unidos, con más ilusión que piernas, y una selección de Países Bajos que encontró en el veterano Mollema a un buen peón. Pero Pogacar ya estaba desatado y su desenlace victorioso se empezaba a hacer más que palpable. Evenepoel se fue desintegrando por el camino, Van der Poel no encontró compañeros de viaje generosos y, en estas lides, emergieron Roger Adrià y Enric Mas que, descabezada la selección española, fueron capaces de dar la cara de forma individual en los últimos kilómetros.

Debieron anticiparse, una palabra que leemos mucho y ponemos en práctica poco, y con buenas piernas ambos, no lograron pasar de ese octavo puesto que sabe poco visto lo visto. Enric Mas acabó con opciones de medalla, pero dio poco la cara y sigue faltándole valentía para hacer lo que hizo Ben O’Connor, que tuvo premio en La Vuelta y lo vuelve a tener aquí.

La generación Pogacar

Van der Poel cerró el podio y esa delgadez mostrada en este tramo de la temporada deja patente que preparó a conciencia este Mundial, el Mundial de Tadej Pogacar en el año de Tadej Pogacar, en la era de Tadej Pogacar. Porque el doble oro olímpico acompañado del oro mundial de contrarreloj de Evenepoel o ese doblete de Flandes más Roubaix de Van der Poel quedarán en el ostracismo ante la inolvidable temporada del jeque esloveno, vencedor de la Strade Bianche, Volta a Cataluña (más cuatro etapas), Lieja-Bastoña-Lieja, Giro de Italia (más seis etapas), Tour de Francia (más seis etapas), GP de Montreal y su ansiado y deseado arco iris.

Pónganse en pie, genuflexión al suelo, mirada en alto y frótense los ojos, disfruten de este talento generacional que es Tadej Pogacar, el mejor deportista del mundo.

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