Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
Joaquim “Purito” Rodríguez (Parets del Vallés, 1979) aprovechó el primer día de descanso de la presente edición del Tour de Francia para comunicar “ad populum” que ésta será su última temporada en activo. Notorio emocionado por hacer pública tal decisión, el catalán expresó su agradecimiento al ciclismo, al que tanto ha contribuido él durante sus dieciséis campañas como profesional.
Curiosamente, y salvo que en lo que queda de año se remedie, “Purito” será uno de esos grandísimos e indispensables ciclistas que no podrá adornar su palmarés con la victoria en una gran vuelta por etapas. No obstante, Rodríguez forma parte de ese grupo de corredores, elegidísimos, que puede presumir de haber pisado los podios finales de Tour (3º en 2013), Giro (2º en 2012), Vuelta (3º en 2012 y 2º en 2015), habiendo ganado etapas en todas ellas, además de haberse colgado sendas medallas mundialistas (bronce en 2009 y plata en 2013), lucir el maillot de campeón nacional, ser doble vencedor en un monumento (Il Lombardia) y haber alzado los brazos en lugares que consagran el emblema ciclista como La Flecha Valona, Cataluña, País Vasco o Tirreno-Adriático.
Además, la figura de Purito, que lleva prestando sus servicios como jefe de filas en Katusha desde el año 2010, pasó por lo más granado del pelotón internacional. Dio el paso a profesionales en la estructura de Manolo Saiz. De ahí, en busca de una oportunidad de mayor lucimiento personal, acudió al Saunier Duval en 2004. Tras tres años, recaló en el Caisse d´Epargne, en el que, tras varios años sintiendo que no terminaba de contar con toda la confianza de la estructura pamplonica, se marchó al equipo ruso Katusha.
Purito cuenta con tres victorias de etapa en el Tour de Francia, dos de ellas cosechadas en la pasada edición (en el muro de Huy y en Plateau de Beille) y la que conforma la historia con la que, de modo humilde, nos permitimos honrar su magnífica trayectoria.
Corría el 16 de julio de 2010 y el Tour mediaba la segunda semana, deparando una etapa entre Bourg-de-Péage y Mende, con un recorrido total de 210 kilómetros. La carrera aún no estaba decidida y, en la nómina de favoritos, descollaban el madrileño de Astana, Alberto Contador, el luxemburgués, Andy Schleck, el ruso de Rabobank Menchov, el australiano Cadel Evans, quien defendía los intereses de BMC, y el alemán de RadioShack, Andreas Kloden, entre otros.
El líder de la carrera era el joven talento Andy Schleck, ganador en Avoriaz (en el primer encuentro del pelotón con las montañas) y que había arrebatado a Evans la prenda, tras la etapa con final en Saint-Jean-de Maurienne. Pero el paso por los Alpes no había definido la carrera, que se encontraba muy abierta y aún quedaba mucha batalla, teniendo en cuenta que se anunciaba llegaban como la de Bagnères de Luchon, Pau y una etapa que culminaba en el temido Tourmalet, además de la crono final entre Burdeos y Pauillac.
La etapa de Mende, siempre peligrosa, es de las clasificadas de media montaña pero, por historia, suele ofrecer un gran espectáculo (quien desee recordar que recupere el vídeo de la etapa del 95, en la que una estrategia de la ONCE puso en aprietos al todopoderoso Miguel Indurain).
La jornada se guio por los derroteros habituales en estos casos, con un marcaje exacerbado entre los hombres de la general, quienes ahorraban todo lo que podían en previsión de futuros y dolorosos esfuerzos.
Por delante, y consentida, una fuga de hombres ilustres transitaba con una diferencia que no les permitía relajarse. Kloden, Hesjedal, Kiryienka, Vinokourov y los españoles Valls y Verdugo eran los nombres propios de un grupo que puso todo lo que tenía dentro para intentar llegar al afamado aeródromo. No habría lugar a la gloria para ellos.
A tres kilómetros de metra, Purito, que debutaba en el Tour, tras no haber sido nunca antes de la partida, vio que el terreno era adecuado a sus cualidades, ésas que le hacen incomparable a la hora de mantener un esfuerzo en las pendientes más exigentes y explosivas. Nadie pudo superarle. Solo Alberto Contador, que entendió que el movimiento de Purito le podía beneficiar en su pelea por la general, se selló a la rueda del catalán y, ambos, en perfecta concordia, fueron haciendo camino juntos.
En la meta, y gracias a su punta de velocidad, Rodríguez se imponía en la etapa y Contador, a su vez, cosechaba unos más que importantes diez segundos respecto del luxemburgués quien, con todo, mantenía su privilegiada posición en la general. Purito, con una honestidad que le honra, reconoció que, durante su escapada con Contador, había pedido a su compatriota que le permitiera vencer y que la respuesta del hombre de Astana había sido negativa. No hizo falta suplicar. Rodríguez demostró que su talento estaba fuera de toda duda.
Después llegarían, como ya hemos anticipado, más victorias. Casi un Giro que se marchó en la última crono (episodio también narrado en esta tribuna) y una Vuelta en la que Contador, camino de Fuente Dé, protagonizó otra de esas historias que parecen querer hacer protagonista (entristecido) al catalán.
Con la marcha de Purito se aleja uno de esos ciclistas que ha peleado siempre, quizá sin contar con las condiciones de otras estrellas, de poder a poder, sin cejar en su empeño y cumpliendo sueños que, a buen seguro, estaban muy lejos de cumplirse cuando sus primeros equipos no confiaban, del todo, en este bravísimo escalador.