Ciclo 21 no quiso perderse la cita con la Marcha Cicloturista Internacional Quebrantahuesos -y su hermana pequeña Treparriscos-, que el pasado sábado cumplió su vigésimo quinta edición en su sede permanente de Sabiñánigo, la localidad oscense que se vuelca año a año con el evento más importante del país. Y hasta allí acudieron -entre otros más de 10.000 dorsales-, ataviados con nuestra ropa Inverse nuestros seguidores y amigos Manuel Gispert -su tercera participación-, los debutantes Susana Navarro y Nacho Gimeno y nuestro director en su décima presencia en la prueba reina. Una historia contada por tres de sus cuatro protagonistas de manera personal, diferente y seguramente única y especial a todas las vividas el sábado 20 de junio de 2015.
Hay tres opciones. Puedes acabar la Quebrantahuesos, retirarte o completar el recorrido sin dorsal y fuera ya de tiempos, chips y clasificaciones. Y con la última alternativa terminé mi décima edición consecutiva, todas diferentes y ésta no podía ser de otra forma.
Cinco –5– minutos nos faltaron a mi amiga debutante, compañera de meses de entrenamientos, Susana y a este adicto quebrantahuesero para superar el control establecido en Escot a las 12 horas, el inicio del Marie Blanque. Un margen muy estrecho -fijado por las autoridades galas- si sales de los últimos -en nuestro caso con media hora después del chupinazo de salida-, si hace viento de cara en Somport y si afrontas la prueba con la prudencia de alguien que vive su primera experiencia y tratas de que regule ante lo que queda. O por ejemplo -no fue el caso- que tengas una avería mecánica, como sí le aconteció a un par de ciclistas.
Y llegado al punto en cuestión no hubo piedad, clemencia ni tiempo para el diálogo. Un voluntario de la organización nos cortó las bridas del dorsal, los gendarmes impidieron cualquier paso y Escot se convirtió en un punto sin retorno, una frontera cerrada. Un centenar de participantes vimos como nuestro particular mundo, nuestras ilusiones de meses, nuestros más de 4.000 kilómetros de preparación se esfumaban por 300 segundos, apenas un suspiro. El panorama era de desolación, impotencia, frustración -algún participante más que indignado-, pero no hubo espacio para la flexibilidad de la norma efectivamente escrita en un reglamento que todos tenemos la obligación de conocer y respetar, aunque siempre expuesto a las modificaciones en beneficio de todos. La sencilla solución -sugerencia personal tras la experiencia- es alargar dicho control apenas media hora más. A las 12:30 -fuimos testigos de primera mano- hubiéramos pasado todos los que quedábamos y tan contentos. Un pulso de horarios que mantienen cada año la gendarmería gala y la organización y que contrasta con el punto de Bielle establecido a las 15 horas, es decir tres horas de diferencia. Y entre ambas localidades -con el Marie Blanque de por medio- hay un espacio de apenas 20 kilómetros. Una muestra de la descompensación susceptible de ajuste para próximas ediciones.
Así que en dicho agujero negro en el que nos vimos sumidos se produjo el rosario de bicicletas cargadas en una furgoneta y el de los participantes más populares -y quizás más cicloturistas- cabizbajos subiendo a los dos autocares. Todos menos dos. La perseverante Su y quién firma esta crónica. No podíamos terminar así sin llegar a los 100 kilómetros de QH y sin presentarle a mi colega la dureza del Marie Blanque, el infinito Pourtalet y el postre de la Hoz de Jaca. Y aplicando otro punto del reglamento que dice que todo participante sin dorsal puede seguir «bajo su responsabilidad», nos pusimos de nuevo el casco, nos chocamos las manos y -una hora después pasadas ya las 13- cuando los gendarmes decidieron abrir de nuevo la carretera de acceso al Marie Blanque empezó nuestra segunda parte.
A partir de entonces cambiamos el chip. Pasamos de participantes a cicloturistas en la más pura esencia, dispuestos a descubrir el recorrido ya sin controles ni tiempos, en solitario, compartiendo la ruta con los turistas motorizados, algunos irrespetuosos con la distancia. Coronamos el brutal coloso de la Dama Blanca -fuimos atendidos por los voluntarios en el avituallamiento a pesar de no llevar dorsal, sí pulsera-, disfrutamos de su enrevesado y repartido descenso -aún quedaba un fotógrafo oficial en el paso de la barrera canadiense- e iniciamos los interminables 28 kilómetros del querido-odiado Pourtalet empujados por el favorable viento del norte tan socorrido en ese punto.
Ahí alcanzamos al coche escoba, cuyo chófer no entendía lo que nos había pasado «con lo bien que subís». Superamos a los últimos «oficiales» de la QH, metiéndonos de nuevo en «marcha», pero sin dejar de disfrutar del nuevo e irremediable estatus. Parada en el discotequero avituallamiento líquido y otra en el sólido, donde todos los voluntarios -especialmente tres mujeres del grupo «Andarines» -una de ellas recién llegada del terremoto de Nepal– nos animaron y se solidarizaron con nuestra situación, a la vez que valoraban nuestro gesto de intentar completar la QH hasta el final sin ponernos ninguna pega para darnos bebida y comida. No nos cansaremos jamás de dar las gracias.
Y así el último y siempre duro tramo del tercer puerto, recién asfaltado -y con más voluntarios recogiendo basura de los incívicos-, y con esa motivación siempre extra que te dan los carteles kilométricos decrecientes hasta que por fin llegamos a la cima, sin prácticamente nadie. Nos daba igual. Ya estaba casi hecho y había que acreditarlo con foto y seguir sintiendo esa especial emoción que siempre da cuando llegas a la cresta de un pico con tal misticismo, en el que piensas medio año casi todos los días, y más después de 28 kilómetros, casi 150 de recorrido y más de 8 horas de pedaleo neto.
Quedaba el final. Los 50 kilómetros de rápido descenso y llamada a los nuestros para dar señales de vida -obviamente no salían los tiempos de los chips en la web oficial- y apaciguar su falta de noticias. Así que una vez puesto todo en su sitio -lamentable la suciedad creada por «cicloturistas» en el desvío a Panticosa un año más-, sólo quedaba presentar a mi inseparable cicloturista los 2 kilómetros de la Hoz de Jaca, con picos del 10%, ese precioso final con piso de hormigón entre la montaña y el precipicio del embalse de Búbal y, por fin inmortalizar la cuarta cima. Quedaba otra imagen inesperada y agradable. Dos pequeños voluntarios -no más de 5 años- que nos llenaron los bidones de agua y que quisieron hacerse una foto con nosotros. Fue todo un placer.
El otro fue el siempre peligroso y a la vez divertido descenso de Hoz, cruzar la presa de Búbal y salir a la general camino de Biescas y Sabiñánigo. Quince kilómetros finales para saborear, valorar que sí se podía llegar como así fue, con fuerzas aún para mover el plato grande a casi 35 por hora. Bajada -arreglada- de Cartirana, entrada en Sabiñánigo y llegada a la meta donde estaban todos los nuestros esperando con la medalla de Nacho en su debut y la casi -para nosotros entera- de Manuel, al que le faltó diez minutos en el Pourtalet. Otro de los momentos que siempre son especiales y quizás este año con más motivo con todos los imponderables surgidos.
Así que tras más de 10 horas de pedaleo, llegamos a la ansiada meta como muchos otros cientos antes. La única diferencia es que no tenemos una medalla, un diploma o una clasificación en la que aparezcan nuestros tiempos, pero para eso ya están inventos como el GPS y la imagen que lo testifica. Mi premio ha sido poder compartir, acompañar, guiar, disfrutar, apoyar, superar la crisis del punto de Escot y los bajones siempre existentes en una marcha tan larga, con una gran y verdadera amiga, a la que admiro aún más por su tenacidad, espíritu de lucha -tres maratones le contemplan- y capacidad para superar los reveses. Y encima los acaba disfrutando al máximo y con una sonrisa. Una QH de lo más especial, de nuevo diferente y, como las anteriores, inolvidables. Y eso lo suple con creces el hueco reservado que había en la estantería para una nueva medalla. Así que gracias por la experiencia compartida e igualmente para el equipazo de acompañantes por su paciencia y a todos los que estuvieron interesados en nuestras desventuras. Otro fin de semana para nuestras particulares historias personales y para aburrir a un montón de gente con el dichoso vicio éste de la Quebrantahuesos. Un virus sin antídoto.
¿Sábado 18 de junio de 2016? Permítanme que no responda, pero algunos se lo pueden ir imaginando…
La (primera) crónica de Su Navarro
Hace nueve meses preparando el Maratón de Valencia sufrí un accidente en bici en el que me fracturé el codo. Mis esperanzas de una nueva participación en esta competición se vieron truncadas. Tras la operación cambié el chip y empecé a pensar en recuperarme y que ya me plantearía nuevos objetivos y retos.
En enero pasado terminé la rehabilitación y Fernando empezó a animarme a volver a coger la bici que tenía aparcada mientras me entrenaba para el maratón. Me preguntó un viernes ”¿te vienes mañana conmigo en bici? Sólo van a ser dos horas”.
A mí me daba pánico. Tenía aún reciente la caída, pero sabía que tenía que superarlo. En cada salida que hacíamos, la Quebrantahuesos era parte de nuestra conversación. Hasta que llegó la fecha de la inscripción y la realizamos en diciembre. ¡Bien! Ya tenía el siguiente reto y mayúsculo, ya que nunca había participado en una marcha cicloturista ¡y menos de esa envergadura!
A partir de esa fecha empezaron los entrenamientos más serios. Había que empezar a rodar con la bici, hacer kilómetros para coger fondo, acostumbrarme a la postura y sobre todo confianza. Así durante cinco meses en los que cada semana teníamos un plan de entrenamiento a seguir, acoplándolo a la familia, al trabajo y a los amigos. No me considero nada profesional, pero cuando me propongo algo me lo tomo muy en serio y asumo mi responsabilidad. Sé que con trabajo y constancia los objetivos se cumplen.
Y poco a poco los días, semanas y meses fueron pasando. Los kilómetros acumulados iban aumentando cada mes, las piernas se iban afinando y las tiradas largas cada vez eran mayores. Hasta que llegó la semana de la QH,. Aquí ya empezaban a salir los nervios. Por la noche soñaba con las subidas a los puertos Somport, Marie Blanque, Pourtalet y Hoz de Jaca. Memoricé longitudes, pendientes, curvas peligrosas en los descensos de cada puerto. Los vídeos de Chema Arguedas eran mi libro de cabecera. Planificamos las paradas en los avituallamientos, sabiendo que no teníamos que perder mucho tiempo en ellos para rascar minutos al cronómetro.
Por fin llegó el día de la QH. Había leído tanto en los foros de lo peligrosa que era la salida -con caídas, bidones y objetos varios que se les caen a los ciclistas- que sabía que tenía que ir con mil ojos, por lo que Fernando me tranquilizó aconsejándome salir en la parte trasera del inmenso pelotón. De esta forma tampoco estorbaríamos al resto de ciclistas. Y así fue. Nos colocamos en el cajón de salida y comenzamos a avanzar. Nos dimos la mano, nos deseamos suerte y prometimos llegar juntos a meta. Cruzamos el arco de meta 30 minutos después de la salida oficial.
La salida fue espectacular. Mucho público animando por las calles de Sabiñánigo, el pueblo volcado por la prueba y ahí empezamos a darle a los pedales. He de reconocer que como soy bastante prudente iba diciéndole a Fernando que no apretara. Soy muy conservadora cuando desconozco a lo que me voy a enfrentar. Teníamos muchos kilómetros por delante y sabía que Somport lo tenía que subir sin esfuerzo y pretendía llegar fresca.Poco a poco fuimos introduciéndonos en los paisajes de los Pirineos y llegó Somport, con un viento que soplaba en contra, pero que no fue ningún impedimento. Llegamos a la cima con los ánimos del público que te llamaban por tu nombre y que además dejaban un pasillo como si fuéramos profesionales. Fue muy emocionante.
Una vez arriba foto para celebrarlo y bajada para encontrarme con la Dama Blanca. Bajada larga hasta Escot en el que el viento en contra lo hizo más largo de lo esperado. Cuál fue mi sorpresa cuando llegamos a Escot y vi un tumulto de gente. Pensé: “¿será un avituallamiento?” Pero no. No fue así. Otros ciclistas nos contaron que el puerto estaba cortado, que estábamos fuera de control, que nos teníamos que subir a los autobuses de vuelta a Sabiñánigo. Tan solo eran las 12:05 de la mañana. Lo primero que pensé fue que «me voy a ir sin conocer Marie Blanque y Pourtalet, menuda decepción. Todo lo que me han contado y no voy a poder verlo, estando en el pie del Marie Blanque».
Cada uno canalizamos la rabia de forma diferente. Fernando dialogando y mediando con la organización y los gendarmes; Ximo (otro valenciano) discutiendo con unos y con otros y yo con lágrimas en los ojos buscando una alternativa para evitar el parón y seguir con la marcha, aunque fuera bajo nuestra responsabilidad. Cuando voy a una carrera acepto las reglas del juego y el reglamento. Pero en este caso me dio mucha rabia que pasáramos el arco de salida media hora después que los primeros, nos pusiéramos hacia el final para no entorpecer a los demás ciclistas experimentados y que ese desfase en la salida no fuese considerado en los tiempos de corte. No me pareció justo y por eso decidí no subir a los autobuses y no rendirme.
Fernando y yo nos planteamos seguir y estuvimos de acuerdo. Así que en cuanto los gendarmes restablecieron el tráfico rodado -antes no nos dejaron pasar, ni bajo nuestra responsabilidad-, emprendimos rumbo a la cima del Marie Blanque. De nuevo se puso en marcha nuestra estrategia de carrera, un poco enfadados y decepcionados pero disfrutando de lo que más nos gusta, pasar un día sobre la bici en un entorno tan privilegiado como son los Pirineos. Y poco a poco fueron pasando los kilómetros. el resto de puertos y se iba acercando el final de la carrera y del día hasta que llegamos a Sabiñánigo con los 200 kilómetros en nuestras piernas. ¡Prueba superada!
Disfruté del ambiente del público al subir Somport y lo eché de menos en el resto de puertos, en los que al menos nos animaban las personas que estaban allí pasando el día. Mención especial a todos los voluntarios de los avituallamientos, así como a los que a última hora de la tarde limpiaban los márgenes de las carreteras. Encantada de conocer en el avituallamiento sólido del Pourtalet a las chicas de Os Andarines de Aragón (Toñi, Pilar, Rosa e Íler). Muchas gracias a todos por los ánimos y por todo lo que nos proporcionasteis pese a estar recogiendo en los avituallamientos. Esta marcha se merece un diez por todos vosotros.
Y por último, darle las gracias a mi amigo de fatigas, Fernando, porque sin él me hubiera subido a ese autobús y me hubiera rendido. Pasamos momentos difíciles y otros divertidos, superamos los momentos duros que tienen estas pruebas de fondo animándonos el uno al otro. Y juntos llegamos a Sabiñánigo y cruzamos la línea de meta, tal cual el anuncio en el que están recogiendo todo. Satisfechos por el objetivo conseguido, pero un poco decepcionados por no haber podido disfrutar del ambientazo en meta, de una entrega de medalla o de unos aplausos, aunque allí estaban esperándonos nuestros acompañantes y el resto de nuestro equipo. Esos aplausos y abrazos fueron los equivalentes a los de 10.000 personas.
Enhorabuena a Nacho por su diploma y medalla; enhorabuena a Manuel por su esfuerzo y porque casi lo logra, otro afectado más por los controles de paso en el Pourtalet; muchas gracias a Alfonso y Núria por esperarnos hasta tarde en la meta, después de pasar unas horas preocupados sin noticias nuestras; muchas gracias a Eva que desde el hospital nos transmitió sus ánimos y nos mandó mucha fuerza.
Fue un fin de semana inolvidable.
Y la (primera) crónica de Nacho Gimeno
Soy un debutante en la QH como muy bien han relatado mis compañeros de fatigas, No explicaré de nuevo el recorrido porque creo que ha quedado clara la dureza de esta prueba, pero si me detendré en las sensaciones, los nervios, los miedos, los entrenamientos -no tantos como debería- y finalmente las dudas. Ellos recordarán como bajé de la Cueva Santa a apenas dos semanas de la prueba cuando solo quería vomitar y llorar -no recuerdo muy bien en qué orden- tras apenas 115 kilómetros, mi distancia más larga en esta preparación.
Una vez acabada la prueba les reconocí que había estado a punto de no presentarme, algo que nunca me había pasado en maratones, triatlones… nunca. Hubo gente muy cercana que me dijo si me valía la pena el sufrimiento que iba a representar una cicloturista como la QH, es decir, pasar 10, 11 y hasta 12 horas dando pedales, que no la acabaría, que no había entrenado suficiente… Creo que finalmente no se confiaba mucho en el éxito de la misión. Realmente ni yo mismo creía en mis posibilidades, pero unos días antes, tomando café en el despacho, le dije a una persona que mi hija y mi familia no se merecían que después de las horas que les había robado no me pusiese en esa línea de salida. Ni, por supuesto, mis compañeros de aventura.
Así que -como la transformación que me ocurre siempre que me pongo un dorsal- me vacié, di todo lo que tenía dentro, pedaleaba subiendo y bajando, solo pedaleaba. Había leído una frase que me repetí muchas veces ese día: “Y ahora es pedal, pedal, pedal hasta convencer al cuerpo que no te castigue más porque de todas formas no vas a parar”. Y con eso y las fotos de mi familia en el cuadro de mi Pinarello llegamos a Sabiñánigo. Solo lamento no haber disfrutado esa prueba con ellos. Con «mi» Manuel habrían sido risas aseguradas durante 200 kilómetros y resaltar el pundonor de Fernando y Susana que nos ha dado una lección a todos.
Por supuesto hay momentos en la memoria. La sensación de quedarte “solo” sin haber comenzado Somport; leer un mensaje de ánimo de mi familia justo antes de comenzar el ascenso a Marie Blanque, y, sobre todo, Pourtalet, saber que lo ibas a conseguir; hablar con cualquiera que llevase un maillot de la Comunitat Valenciana; la voz de Alfonso al cruzar meta; los “eres un campeón” de Núria al llegar; Eva empujando desde una cama de hospital… Todo valió la pena. Todo.
Quise “prestar” mi medalla a Susana hasta que ella consiguiese la suya, pero, claro, todos la conocemos y la rechazó. Y ya hoy, a solo tres días de haber finalizado la QH 2015, me ofrezco de mochilero vuestro para 2016 para que nadie se quede sin medalla por 300 cochinos segundos.
Agradecer a Fernando todos sus buenos consejos llenos de experiencia en estas batallas; a Susana su optimismo y capacidad de lucha y sufrimiento; a Manuel siempre con una palabra alegre; y por supuesto a Núria, Alfonso y Eva por estar pendientes de nosotros en la distancia. Y digo agradecimiento porque cogiendo un poco de cada uno de ellos fui capaz de alcanzar lo que para mí era un sueño.
Hola necesitó información sobre una corredora del dorsal 11465 ,si alguien la conoce q me deje un mail en mi correo,gracias
Buenas tardes,
Me llamo Valentin Guinaldo dorsal 3595. Desde el avituallamiento del Marie Blanc hasta la coronacion del Portalet fui con Munel Gispert y con Fernando de Maella. Gracias a los dos consegui la cima del Portalet aunque 10 minutos tarde. Fernando me dijo que Manuel se subió alli al autobus.
Al igual que vosotros, y pese a saber que no podria correr el año que viene, decidi correr sin dorsal hasta Sabiñanigo. Era mi primera carrera, la primera vez que corria en grupo y como objetivo me marque coronar el Marie Blanc y si el Portalet no me lo impedía, intentar acabar la carrera.
Con Fernando y tras 12 horas y media encima de una bicicleta, consegui un reto, acabar la quebrantahuesos. Si, con mucha ilusion y con estos dos amigos que conoci alli alcance una meta. Solo llevo 1500 km en bici y lo unico que desearia aunque se que no podre, seria volver el año que viene. Es dura pero los paisajes son bellisimos y el ambiente impresionante e inolvidable.
Manuel, saludos amigo y si puedes ….. Contacta conmigo.
Gracias por esta aventura.
Valentin
Grande Valentín !!! Me alegra un montón leer tu comentario, Lo antes posible colgaré la mía.
Un abrazo y hasta pronto.
Manuel.
manuelpilgrim arroba gmail punto com