Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
El palmarés de la Vuelta a Burgos, una de esas citas ciclistas que mantienen el pulso de la competición tras el Tour, cuenta con corredores de prestigio y altura como Laguía, Lejarreta, Echave, Delgado, Zulle, Rominger, Jalabert, Olano, Piepoli (al que ya recordábamos aquí: https://www.ciclo21.com/la-vuelta-a-burgos-del-milenio-que-vencio-piepoli), Valverde, Purito, Nairo o Dani Moreno.
Pero, curiosamente, tan solo uno de los vencedores puede presumir de, además de haber lucido el ya clásico maillot morado, albergar el siempre complicado de obtener título de campeón olímpico. Hablamos de Samuel Sánchez (Oviedo, 1978) y su año de victoria en la Vuelta a Burgos fue el 2010, dos años antes de la mañana de gloria que nos depararía, posteriormente, en Pekín.
Aquel 2010, la Vuelta a Burgos constaba de un total de 5 etapas, destacando la llegada final en la subida a las Lagunas de Neila, que decidió, como suele ser habitual la identidad del vencedor final, y una crono por equipos, de algo más de 21 kilómetros, situada en el ecuador de la prueba.
Entre los 133 participantes, se encontraba lo más granado de nuestro país (con Caisse d’Epargne, Euskaltel y Footon-Servetto, además de Andalucía y Xacobeo) y un buen ramillete de equipos extranjeros, tales como Rabobank, Katusha, Sky, Quick Step y Liquigas, entre otros.
Las figuras más destacadas eran, además de la de nuestro protagonista (que venía de hacer cuarto en el Tour, aunque tras las sanciones de Contador y Menchov ascendería al segundo puesto), la de Arroyo (que había finalizado segundo en el Giro tras Ivan Basso), la del italiano Pozzatto, su compatriota Vincenzo Nibali y el gallego Ezequiel Mosquera, éstos dos últimos, unos meses después, conformarían el primer y segundo cajón de la Vuelta, aunque a Mosquera una sanción por utilizar un enmascarador le costó el puesto de privilegio.
La primera etapa, entre Villasana de Mena y Medina de Pomar, de 143 kilómetros, acabó, como era previsible, en una llegada masiva en la que el vasco Koldo Fernández de Larrea se impuso y se hizo acreedor del primer maillot de líder, adelantando a Nicholas Maes y Roman Feillu. Era la tercera victoria del vasco en la ronda, tras haber cazado etapa tanto en 2008 como en 2009.
La segunda jornada contaba ya con más dificultades. Transitaba desde Burgos y concluía en el ascenso de San Juan del Monte, en Miranda de Ebro. Fue la primera ocasión en la que los hombres de la general pudieron dejarse ver y Samuel aprovechó sus condiciones para alzar los brazos en la meta, llegando junto al Caisse d’Epargne José Iván Gutiérrez (portador del maillot de campeón de España, cuando todavía se lucía con los colores de la bandera de manera identificable).
Su triunfo le servía para arrebatar el liderato a su compañero de equipo. Los Euskaltel, además, vencían en la partida a los hombres de Unzue que habían intentado ser protagonistas tanto con el ya mentado Gutiérrez como, al inicio de la subida, con David López.
En la crono por equipos, Samuel no pudo retener su maillot, puesto que el equipo Katusha, comandado por Giampaolo Caruso, marcó el mejor tiempo, distanciando a los hombres naranjas, que concluyeron séptimos, en veintiocho segundos. El nuevo líder disponía de una ventaja de 9 segundos con Gutiérrez, 10 con Zaugg y 14 con Karpets. Samuel se iba a 22 segundos, que se antojaban muchísimos de cara a las dos últimas jornadas.
En la penúltima, entre Vivar del Cid y Salas de los Infantes, la general no sufrió cambios y el francés Roman Feillu se sacó la espina de la anterior volata.
Así se llegó a la definitiva y crucial etapa de las Lagunas de Neila.
El día, que contó con multitud de aventureros, se comenzó a poner serio a falta de cuatro kilómetros a meta, cuando un durísimo ataque de Igor Antón demostró la debilidad de un Caruso que sufría muchísimo.
Tras él, un terceto que sería el que, a la postre, se jugara la etapa. Samuel, Mosquera y Nibali. Los tres mantuvieron su entente cordial hasta el último kilómetro, donde el transalpino flojeó y dejó en cabeza de carrera a los dos españoles.
En los últimos metros, Samuel demarró con fuerza y el hombre del Xacobeo vio, resignado, cómo se le escapaba la etapa. El ovetense, además de sumar una nueva etapa, se hacía con el maillot morado.
Era una nueva demostración del magnífico año del bravo ciclista que defendía los colores de Euskaltel y que había concluido cuarto en París-Niza y el Criterium Internacional, séptimo en la Vuelta al País Vasco (habiendo ganado la etapa de Arrate), obtenido la victoria en Amorebieta y que, además de su gran prestación en el Tour, aún guardaba un sexto puesto en el Giro de Lombardía.