Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
El reciente anuncio del británico Chris Froome, ganador del Tour de Francia 2015, de participar en la próxima edición de la Vuelta a España ha servido para completar un elenco de corredores que satisfará a los aficionados al ciclismo, contando con un elenco (Nibali, Aru, Landa, Froome, Nairo, Valverde, Van Garderen…) que no envidiará, en nada, a la ronda gala.
Desde que la Vuelta a España modificó su calendario, pasando a disputarse desde 1995 en septiembre o a finales de agosto, pocos habían sido los ganadores en los Campos Elíseos que se habían decidido a acometer la aventura española y, lo que es más relevante, con las aspiraciones claras de obtener la victoria final en Madrid. El último de los más significativos campeones del Tour de Francia que acudió a la cita española con las más altas aspiraciones fue Carlos Sastre (Leganés, 1975, aunque formado para el deporte en El Barraco, Ávila), que, tras vestir el maillot amarillo de la Grande Boucle en 2008, se encaminó a la salida de Granada, concitando el interés de los medios y el del gran público, que recibió con gran expectación la presencia del hombre que lucía los colores del CSC.
En la memoria de todos estaban, todavía recientes, tanto el magistral triunfo de Sastre en Alpe D´Huez, rompiendo la extraña estrategia de carrera de los hermanos (y compañeros de escuadra) Schleck, y que le reportó el maillot, como el mantenimiento de la misma en la crono de Saint-Amand-Montrond (donde el australiano Cadel Evans, que se antojaba como el máximo favorito para arrebatar la prenda a Sastre [situado a 1,34], tan solo pudo recortarle 29 segundos, en los 53 kilómetros de la etapa. La contrarreloj la venció el alemán, de Gerolsteiner, Stefan Schumacher, que había vestido el maillot amarillo y del que, posteriormente, se conocería su positivo por CERA).
Pues bien, en la nómina de favoritos de aquel año 2008, y además de Sastre (que lucía el dorsal número 1), el pinteño de Astana, Alberto Contador (que se había hecho con el triunfo en el Giro de Italia), el murciano Alejandro Valverde (defendiendo los intereses de Caisse D´Epargne, junto al andorrano Purito Rodríguez), el vasco Igor Antón y el holandés Robert Gesink, de Rabobank. No podemos obviar que al equipo Scott (antes Saunier Duval), se le retiró la invitación cursada, por los casos de dopaje del Tour de Francia (ya analizados en la pieza dedicada a Leonardo Piepoli).
La prueba dispuso tres cronos, la inaugural (por equipos) que recorrió las calles de Granada y que venció el Liquigas (colocando a Pozzato de líder), los 42,5 kilómetros que se disputaron en Ciudad Real (en la que se impuso Levy Leipheimer y que le hizo acreedor del maillot oro, que perdería al día siguiente y recuperaría en Pla de Beret, volviendo a perderlo a manos de Egoi Martínez) y una cronoescalada, de solo 17,1 kilómetros, entre La Granja de San Ildefonso y Navacerrada, en la que, nuevamente, el estadounidense de Astana se hizo con el triunfo (situándose a tan solo 46 segundos del ganador final, Alberto Contador [las bonificaciones obtenidas por el pinteño durante el transcurso de la carrera tuvieron una importancia crucial]).
Tras la victoria de Liquigas en la jornada inaugural, la Vuelta había preparado una llegada con un importante repecho al día siguiente, en Jaén, y el más especialista en esa lid, Alejandro Valverde, se adelantó a los italianos Davide Rebellin y Alessandro Ballan. Los días siguientes fueron tranquilos, con victorias de Boonen en Córdoba y Bennati en Puertollano (que había obtenido el maillot oro la jornada anterior y que lo mantuvo gracias a su victoria) hasta la crono de Ciudad Real, en la que Leipheimer demostró que venía a la Vuelta con piernas quizá más que suficientes para no ser el mero gregario (de lujo) de Contador.
En la cronometrada, Levi distanció en 49 segundos a Contador, en 59 a Valverde. Sastre, al que la distancia y la orografía no beneficiaban lo más mínimo, veía con agrado salir de la misma con una pérdida de 1,27 en la general, ocupando el séptimo puesto.
En su llegada a Toledo, la Vuelta vio como el italiano Bettini (luciendo el maillot arcoíris obtenido en Stuttgart) se imponía, a un grupo selecto, en el que se encontraba Valverde (tercero de la jornada y que recortó 6 segundos más 8 de bonificación a Contador y el resto de favoritos). El maillot oro cayó en los hombros del francés, de Cofidis, Sylvain Chavanel.
Pasado el día de descanso, se iniciaba la montaña, con la llegada a La Rabassa, en un día en el que el italiano Ballan (que sería campeón del mundo ese año en Varese) levantó los brazos, en solitario, y se arrogó el derecho de lucir el maillot oro al día siguiente, en una etapa que finalizaba en Pla de Beret (y que, como ya quedó expuesto, sirvió para que Levi (Butte, Montana, 1973) se hiciese, de nuevo, con el liderato).
En La Rabassa, Astana obtuvo una importante renta, toda vez que Contador cosechó 5 segundos frente a Sastre y 55 segundos frente a Valverde. Ese día, al acabar la etapa, Sastre anunció que abandonaba CSC y que en la temporada siguiente se marcharía al nuevo equipo Cervélo.
En Pla de Beret, el francés David Moncoutié (de Cofidis y, a la postre, ganador del gran premio de la montaña) ganó la etapa, aventajando en poco más de medio minuto al terceto (Valverde, Contador y Antón), que encabezó el murciano, y que se adelantó en 5 segundos a Sastre, Purito y Leipheimer (que recuperaba el liderato, con unos exiguos 21 segundos frente a Contador, 49 sobre Valverde y 1,27 respecto de Sastre. Mosquera, del Xacobeo, se situaba a 1,59).
Los cuatro siguientes compromisos fueron de trámite para la general. El belga de Silence-Lotto, Van Avermaet alzó los brazos en Sabiñánigo, siendo el más rápido de una fuga de auténticos “trotones” (entre los que estaban Rebellin y Flecha, segundo y tercero en meta, así como Cunego, Moncoutié y Egoi Martínez). Al final de la etapa, el vasco era líder, con 11 segundos sobre Leipheimer, 32 sobre Contador y 1 minuto respecto de Valverde, un puesto que mantendría hasta el temible Angliru.
En Zaragoza, el francés Sébastien Hinault, que no era uno de los mejores velocistas en liza, se hizo con el sprint, mientras que, en Burgos, y nuevamente en llegada masiva, se alzaba con el triunfo de la etapa el cántabro Óscar Freire (con el maillot de Rabobank adorando en sus mangas y cuello con el distintivo de campeón del mundo), frente al belga Tom Boonen y el argentino Haedo.
Otro favorito para el Mundial de Varese, Bettini, repitió triunfo en la Vuelta en la jornada que terminaba en Suances. La etapa, más que por el triunfo del “arcobaleno”, se recordará por el monumental despiste de Valverde, descendiendo El Caracol, que le impuso una pesada losa de tres minutos y veintitrés segundos en meta.
Tras el segundo día de descanso, el menú obligaba a ascender el Angliru, en una jornada que arrancaba en San Vicente de la Barquera y que obligaba a cursar 209 kilómetros. En la cima asturiana, Contador dio un golpe de efecto en la carrera con una ascensión temible en la que separó a 43 segundos a Valverde y 57 a Purito. Leipheimer, que había trabajado para el madrileño, se presentó a 1,04 y Sastre a 1,29. La batalla se había iniciado en el Cordal, donde el vasco Igor Antón, se cayó y tuvo que abandonar.
Al día siguiente, ya con el pinteño de oro, la distancia que había de cumplimentarse se reducía a 158 kilómetros, y la meta se disponía en Fuentes de Invierno. Y Contador volvió a mostrar su pujanza, adelantando en dos segundos a Levy y en 4 a Ezequiel (que quería apurar sus opciones de pódium). Sastre llegaba a 20 segundos y en la general era tercero a 3,41, con 54 segundos de adelanto sobre Mosquera. Por arriba, Astana copaba la primera y la segunda plaza, con el hombre de Montana a 1,17 de Alberto.
La batalla para la general se mantuvo calmada hasta el final de la etapa de Segovia, que caería en el zurrón de David Arroyo (al ganar en la fuga, de la que se descolgó Loubet, ante el bielorruso Kiryenka). Antes habían cosechado triunfos parciales el español de Xacobeo, David García Dapena, los belgas de Quick-Step Tom Boonen y Wouter Weylandt, y el Caisse, Imanol Erviti, en la meta de Las Rozas. Aquel día, Sastre, que estaba viviendo una complicada situación en CSC, manifestó, ante los medios, que existía alguien dentro del equipo que no deseaba el mejor fin de su equipo. No dio el nombre, pero aludía a Riis.
Solo quedaba la cronoescalada de Navacerrada antes del paseo triunfal por Madrid. Eran apenas 17,1 kilómetros y la ventaja de Contador, de 1,17 sobre Leipheimer parecía más que suficiente. Todo hacía indicar que Sastre podría contener la acometida de Mosquera por el tercer cajón del pódium.
Pero el estadounidense quiso poner emoción al desenlace de la carrera. Venció en la etapa y distanció a Contador en 31 segundos. Sastre aguantó su tercera plaza y los aficionados, que se congregaron en masa en la subida, aplaudían la gesta del pinteño (que se alzaba con las tres últimas grandes rondas en las que había participado. Recordemos que al Tour de 2008 no acudió por exclusión de su equipo por el dopaje de los kazajos Vinokourov y Kashechkin y el alemán Kessler).
En Madrid, en el sprint definitivo, el danés Matti Breschel consiguió un siempre histórico (y recordado) triunfo. Sastre se subió al tercer puesto del pódium, acompañando a los dos hombres de Astana. El nacido en Leganés obtuvo un cuarto puesto en el Giro de 2009 (que se convertiría en segundo tras las desclasificaciones por dopaje de los italianos Di Luca y Pellizotti), con dos victorias de etapa (en Monte Petrano y en el Vesubio). Finalmente, en 2011, dijo adiós al ciclismo activo, tras pasar una temporada en el Geox dirigido por Matxin.