“Más de una vez me han preguntado si cambiaría las dos medallas de bronce por una de oro, y siempre contesto lo mismo, que no. Que estoy orgulloso de las dos. Una porque es mía, fruto de mi esfuerzo, de mi trabajo individual, y la otra porque la logré con mis amigos, también con muchas horas de entrenamiento detrás”.
Así resume su experiencia en los Juegos Olímpicos de Atenas Sergi Escobar, el único español -aparte de Joan Llaneras- que sabe lo que es conseguir más de un metal olímpico y encima en una misma edición, en esa inolvidable cita del 2004 en la que el ciclismo en pista español alcanzó su cima.
La cita olímpica vino precedida, unos meses antes, de un Mundial, en Melbourne, en el que España ya avisó de su potencial, con la medalla de oro del propio Escobar en la persecución individual, el bronce de la cuarteta, y las platas del trío de velocidad y de Escuredo en el keirin.
En el Mundial no estuvieron los dos corredores que le superarían en Atenas -el británico Bradley Wiggins y el australiano Brad McGee-, pero ello no desmerece en absoluto el oro logrado por el ilerdense. “Yo empecé muy tarde en la pista y siempre he ido paso a paso. Primero a ver si podía ir a unos Campeonatos de España, luego a ver si podía estar en el podio, luego pensaba en ganar. Más tarde en poder ir a la selección… Así paso a paso hasta llegar a pensar en poder ser campeón del mundo y estar en los Juegos. En 2002 gané una Copa del Mundo; en Amberes fui quinto, el año anterior a los Juegos, en Stuttgart, ya logré el bronce. Es cierto que no estaba Wiggins, pero Hayley era un gran persecucionista y Australia tenía varios corredores por debajo de 4:20”. Con un 4:19.671 se imponía precisamente a Hayley, usando un 51×13: “Cuando empecé a ver que la gente estaba rodando tres o cuatro segundos por debajo de sus tiempos, vi que tenía que poner más desarrollo ya que habitualmente usaba un 50×13. Hoy en día hubiera puesto mucho más, pero era lo que se usaba entonces”.
Era un paso más y ya estaba preparado para el siguiente, en los Juegos. “Precisamente el problema que tienen ahora muchos corredores, que hay gente que no ha sido campeón en nada y ya piensan que tienen derecho a estar en un Mundial o en unos Juegos”, comenta acertadamente.
La primera gran cita olímpica fue la individual, los días 20 y 21 de agosto, que en aquellos tiempos se corría siempre antes que la prueba por equipos. Y con una distribución de los corredores que perjudicó a Escobar, como nos cuenta. “Como no habían corrido el Mundial salieron antes que yo, que salí en la última serie”. Allí Escobar hacía el segundo tiempo (4:16.862), por detrás de Wiggins (4:15.165), pero por delante de McGee (4:17.510). Pero entonces existía una primera ronda, que determinaba los dos mejores tiempos como finalistas.
“Yo tuve sólo dos horas de descanso y ellos bastante más, lo que me perjudicó, ya que no pude hacer el mismo tiempo que por la mañana (4:19.581) y me superó el australiano (4:17.978), que sería quien corriese la final contra Wiggins (4:17.215) en la jornada posterior. Con el sistema actual, habría ido directamente a la final por el oro”. Y la prueba es que hubiera merecido la plata es que al día siguiente marcaba 4:17.947, mientras que el australiano se iba a 4:20.346.
«Mañana tengo que ganar otra medalla»
“A pesar de todo, estaba muy contento, pero quedaba la persecución por equipos, al día siguiente. Televisión Española me llevó a su estudio, pero me tuvo esperando bastante tiempo y al final tuve bronca con ellos. Recuerdo que les dije que no esperaba más que ‘mañana tengo que ganar otra medalla’. Estuve a punto de irme, peor al final me entrevistaron”.
La clasificación olímpica en la persecución individual nunca peligró. Incluso las buenas actuaciones de Escobar permitieron que hubiera iun segundo persecucionista en Atenas, Carlos Castaño. Pero estar en la cita olímpica en persecución por equipos estaba más complicado. Como nos contaba hace unos meses el propio Castaño, había que clasificarse entre los cinco mejores en Melbourne, algo que al final no plantearía problemas. Pero mucho antes no parecía tan sencillo.
“La clave estuvo en que éramos un equipo, en el que todos sabíamos lo que teníamos que hacer, cuál era nuestro lugar. Todos habíamos apostado por la selección, con el objetivo principal de ir a los Juegos. No teníamos presiones, salvo la que nos poníamos nosotros mismos. Jaume Mas nos dio la confianza de que podíamos trabajar tranquilos. Nada de Mundialitos, ni de tests raros que siempre han creado mal ambiente y obligaban a rendir en momentos en que no se debía y luego no llegaban al mejor momento en los Juegos. En mi caso, y en el de Carles Torrent, nos quedamos fuera de los Juegos de Sidney unos días antes, por la llegada de paracaidistas, de profesionales que llegaban a la selección sin haber hecho la temporada de pista. Y eso fue un palo. Con Jaume esto nunca pasó y nos permitió trabajar con tranquilidad, contentos, y sin desconfianzas”.
Aun así, Escobar recuerda que “unos meses antes, en una Copa del Mundo en Manchester nos salió todo mal. Jaume tuvo una charla con nosotros y nos puso las pilas, aunque sin malos rollos, porque tenía bastante mano izquierda para llevarnos y podíamos hablar las cosas. El caso es que cambiamos el chip y desde ese momento todo fue mucho mejor”.
La confirmación llegó en el Mundial donde -con Australia y Gran Bretaña un peldaño por encima- la cuarteta española, con Escobar, Torrent, Castaño y Asier Maeztu, superaba en una reñida final B a la de los Países Bajos, una de las potencias de la época: 4-04-986 por 4-05-751.
Y la ratificación, en Atenas. “Aunque Gran Bretaña y Australia eran superiores, la diferencia no era tanta, y cualquier problema, un mal relevo o quedarse con tres muy pronto podía cambiar el pronóstico, por lo que salimos a por todas, pese a que sabíamos que lo normal es que estuviésemos con Alemania y Países Bajos en la lucha por el bronce”. No hubo sorpresas, y el pronóstico se cumplió entre las dos selecciones anglosajonas. Pero España siempre marcó en todas las rondas el tercer tiempo, que valdría tanto para conseguir el bronce ante la potentísima cuarteta alemana (4:05.523 a 4:07.193) como para establecer una nueva plusmarca nacional (4:02.374).
La cuarteta española ya estaba consolidada con Escobar en la primera posta, “porque arrancaba rápido, pero progresivo, sin aceleraciones, lo que le venía bien a los demás. Luego iba Carles, Asier y cerraba Charly. Fueron muchos meses de entrenamiento y casi podíamos correr con los ojos cerrados”. Y para los amantes de los datos, Escobar salió con un 52×13 en las dos primeras rondas y en la final, con un 51×13 ya que soplaba algo de aire en el velódromo semicerrado ateniense, mientras que sus compañeros montaban un diente menos en el plato que él en cada ocasión.
La lástima es que el proyecto no duró mucho más, y se perdió una gran oportunidad para que la pista española estuviera al nivel que se merece. Por lo menos tuvimos la suerte de poder vivir -y me incluyo entre los afortunados- ese 2004 inolvidable.