L’incroyable histoire d’Evaldas Siskevicius (@Delko_MP_KTM) sur #ParisRoubaix !
Seul devant la voiture balai. Il crève. Sa voiture de DS est sur la dépanneuse ! Il change sa roue. Termine. Vélodrome fermé. On lui ouvre les portes. Respect.
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— La GazetteDes Sports (@GazetteDesSport) 10 de abril de 2018
Evaldas Siskevicius (Delko-Marsella) es uno de los cinco lituanos que compiten en el pelotón profesional -junto a Bagdonas (Ag2r), Konovalovas (Groupama) y Navardauskas (Bahrain) en World Tour y Aidis Kruopis (Veranda’s Willems) y él mismo en Pro Continental-. Con 29 años y victorias en 2012 en el GP La Somme y una etapa del Tour de Limousin, amén de otras tres clasificaciones generales en pruebas .2 a lo largo de su carrera, afrontaba su cuarta participación en la París-Roubaix. Únicamente había conseguido terminarla en 2016, en el puesto 80º. Este año no aspiraba ni mucho menos al triunfo, pero sí a cruzar la meta del vetusto velódromo.
El ganador, Peter Sagan, empleó casi seis horas (5:54:06) en completar los 257 kilómetros. 27 minutos después entró Simone Consonni (UAE), el último corredor, el 101º, que llegó ‘en tiempo’. Mientras tanto, ‘Ulises’ Siskevicius vivía toda una odisea en su viaje a Roubaix, su ‘Ítaca’ particular, de la que fue testigo la publicación belga sporza.be.
«París-Roubaix es un monumento que debes honrar«, asegura el lituano. «No me gusta renunciar a nada ni rendirme», aunque a 40 kilómetros de meta no atisbaba ciclistas por delante y su único perseguidor era el furgón-escoba que recoge a los corredores que ponen pie a tierra. A 30, explica, «el conductor de la furgoneta me informó de que había ganado Sagan y comprendí que deseaba que me detuviera lo antes posible, pero después de casi 230 kilómetros quería continuar».
18 para el final. Todavía le restaba por atravesar el tramo adoquinado de Carrefour de l’Arbre, uno de los más complicados de la carrera. Para más inri, pinchó. Afortunadamente, detrás del coche escoba circulaba el camión grúa cargado con un coche de su equipo, que había sufrido un problema mecánico. Así, el corredor pudo abastecerse en el vehículo, arreglar su avería y proseguir su marcha. Mientras tanto, el público que todavía permanecía en las cunetas le apoyaba: «Me gritaban: ‘¡Vete a los extremos, continúa hasta el velódromo!’. Eso me motivó enormemente. Fue increíble», recuerda.
A 10 kilómetros de meta, Siskevicius ya era consciente de que se iba a encontrar con el control cerrado. Efectivamente, cuando se presentó en las puertas del circuito la organización ya había empezado a cerrar la puerta. «Pero fueron tan comprensivos como para dejarme entrar. De esa forma, aún pude dar mi vuelta y media en la pista», afirma orgulloso. No le valió para ser el ‘farolillo rojo’ de la prueba, pero sí para captar la atención de miles de aficionados al ciclismo, asombrados y agradecidos por su coraje.
Innumerables felicitaciones
El corredor del Delko-Marsella ha recibido cientos de llamadas y mensajes en las últimas horas: «Mi esposa dice que necesito una secretaria para responder a todos los mensajes. Personas a las que no conozco dicen que yo soy un ejemplo y mostrarán el vídeo a sus hijos. Eso es reconfortante». Del mismo modo, «mi equipo también estaba muy feliz porque ese es nuestro espíritu«.
Este martes Siskevicius compitió de nuevo, en esta ocasión en la París-Camembert. «Curiosamente, experimenté la misma sensación. A 50 kilómetros me volví a descolgar y perdí mucho tiempo, pero terminé la carrera», esta vez dentro del tiempo permitido, en el puesto 75º a ‘sólo’ 11:50 del ganador, Lilian Calmejane, cruzó la meta el héroe de Roubaix.