El Barraco como punto de encuentro para recordar a José María Chava Jiménez, el genial ciclista de cuya muerte se cumplen ahora 10 años.
El Barraco, Ávila, octubre de 1998
Están sentados en una mesa del Pescador, el restaurante del padre de Chava. Sirve la mesa su chica, Azucena. Carlos Sastre, que tiene prisa, sólo pide ensalada y, rápido, rápido, tostón asado. Los otros, Chava, Mancebo, Lastras y Navas, se comen unas alubias pintas con almejas. “Mi padre es el mejor cocinero del mundo”, farda Chava, mientras sirve otra ronda de vino fresco. “Eso sí, siempre que quiere”. José María Jiménez, Chava, gran ciclista, cuando quiere, claro, está en la cumbre de su carrera, pocas semanas después de haber llegado al podio de una Vuelta a España en la que voló en la montaña dejando en evidencia, en segundo plano, al ganador final, su compañero de equipo en el Banesto Abraham Olano. Víctor Sastre, el padre de Carlos, feliz, sonríe. Son sus chavales. Son ciclistas profesionales. Todos han salido de su escuela en El Barraco, del equipo juvenil que nació como peña Ángel Arroyo, otro nombre sagrado del ciclismo de Ávila, y la publicidad de su amigo Remigio Yuste, de San Martín de Valdeiglesias. La tarde es calurosa. Inhabitual. “Cómo no llueva, este año no vemos ni un níscalo”, se quejan todos los presentes.
El Barraco, diciembre de 2013
Han pasado 15 años. Los camiones siguen pasando, ruidosísimos, por la carretera que cruza el pueblo, la calle principal sigue llamándose General Franco, los chicos alrededor de la mesa hablan de ir a coger níscalos este otoño tan generoso por la primavera lluviosa de hace meses, y El Pescador ya no existe. Bueno, sí que existe. Existe el local en la misma acera estrecha y sigue existiendo un bar-restaurante en el mismo, pero ya no se llama El Pescador, como lo había bautizado el padre del Chava, sino Diego’s, el nombre elegido por el cocinero que se lo ha arrendado a la madre del Chava, y de primero ya no hay alubias pintas con almejas, sino ensalada con queso y micuit y anchoas de Cantabria, y tampoco asan el tostón sino preparan buenas carnes rojas en la parrilla. Y tampoco están, tampoco pueden estar, el Chava, tan buen ciclista cuando quería, que murió justo hace 10 años, ni su padre, tan buen cocinero, que también ha muerto.
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