Sigue el Tour en las mismas, y aunque el recorrido llama por su vistosidad y el contenido de aspectos tan singulares como meter las cinco cordilleras galas en una misma edición, lo cierto es que el ciclismo no es el recorrido, ni las organizaciones, ni la cantidad de público que se atasque en las cunetas, todo eso contribuye al clima y esfera ciclista, pero el ciclismo son los ciclistas, y sinceramente o mucho cambian las cosas o el Tour va camino de ser la peor gran carrera de la campaña año tras año.
Es un problema la verdad. Entiendo que los equipos tienen una gran responsabilidad. No pueden fallar muchos de ellos, necesitan justificar los millonarios presupuestos que exige el máximo nivel e irse de vacío para muchos de ellos, es un auténtico calvario para el resto de la campaña.
Aunque el calendario está plagado de carreras donde el ciclismo se viste de gala, el Tour sigue llevandose los focos, son cuestiones de historia, tradición y peso en el mundillo. Nadie duda que ASO, su gestor, tiene la llave del ciclismo, incluso diría por encima de la UCI, y eso pesa en el ánimo. A todo ello se le añade el hecho de que cuando los franceses se ponen, es complicado superarles vendiendo una moto.
Sea como fuere el recorrido ya se conoce y creo que va en dirección de evitar lo que tanto criticamos este año. Sin dureza extrema, sin contrarreloj que decida, quieren que la emoción se alargue en los días y a poder ser hasta las puertas mismas de París, que esta vez estarán nada menos que en Marsella y en el mítico Velodrome, el estadio del Olympique, ese que equipo que un día fue el feudo de Tapie, el mafiosillo que tuvo en un mismo equipo a Hinault y Lemond.
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