Gracias, gracias y gracias

Rafa Mora / Ciclo 21

© Tour de Francia

Si has mamado ciclismo desde pequeñito, sabes qué es eso de salir con tus amigos cuando tenías 16, 17, 18 años y lo que era la salida de tranquis se convertía en una lucha constante a palos individuales y, ciertamente, sin sentido en cada curva, en cada puente, en cada recta, en cada repecho largo. Entonces, si has mamado, como digo, ciclismo desde pequeñito, hoy has visto eso mismo, pero en el Tour.

Una panda de chavales absolutamente descerebrados, para bien del espectáculo, que han decidido que esta era la etapa de esta edición que -de momento- tenía que pasar a la historia. Entera, de principio a fin, ha sido una de las mayores locuras jamás contada. Aquí, hoy, podía haber ganado cualquiera. Lo ha hecho Turgis, pero bien podía haber sido algún Movistar (metió a tres -Aranburu, cuarto hoy, Lazkano y Romo- en la escapada del día, la buena, peleando desde el principio con el mismísimo Mas dando la cara), Healy, al que espero que nadie le aconseje sobre estética y siga siendo tan desastre -el dorsal pegado entre el negro de la parte de abajo del mono y el rosa de arriba como un buen globero…-, Stuyven, que jugó su baza al final, Pidcock… y del segundo grupo, pues qué decir, si no había ninguno del montón (Van der Poel, Matthews, Girmay -qué maravilla de rendimiento, con dos etapas en el zurrón ya-, Fulgsang, Gaudu, Rui Costa, Tiller… En fin, muy salvaje. Es que, no lo olviden, hasta podía haber sido una etapa para alguno de los grandes, porque, ojo, a 70 de meta, después del ataque de Remco a 77, tanto el belga, como Pogacar, que había salido a por él como si quedaran cinco a meta, y Vingegaard, los tres, estaban con el grupo de cabeza que ha sido el que ha llegado…

Y sí, Remco atacó a 77 de meta; sí, Roglic era carne de cañón en ese momento y unos kilómetros antes cuando también se cortó tras una entrada caótica en uno de los primeros tramos de tierra; sí, Vingegaard se soltó del ritmo de Tadej entre el polvo; sí, Remco tuvo un sustito y perdió el hilo y se tuvo que poner a remar demostrando unas patas tremendas; sí, Pogacar atacaba en las salidas de curva en tierra como si la meta estuviera al salir del tramo… Es que no se puede explicar todo en cuatro líneas de texto. Yo les aconsejo, si no la han visto desde el inicio, que mañana, día de descanso, se la pongan otra vez, y entonces entenderán porque el ciclismo es el deporte más maravilloso del mundo cuando los ciclistas apuestan por la inmolación absoluta.

Al final, vale, si usted ha empezado a ver la etapa a 15 de meta, se quedará con que, vaya, han llegado todos los favoritos juntos. Pero si le preguntan a los protagonistas y dijeran lo que realmente pensaban en carrera, más de uno diría que ha visto peligrar todos sus objetivos tan rápidamente como luego ha sentido que estaba en la pomada, o viceversa. Solo hay que dar las gracias, porque en esta etapa ha pasado todo, absolutamente todo, lo que ha vivido ese chavalín que empieza con esto una tarde de verano, y camino de la piscina del pueblo con las bicis se parte el cobre en cada calle a sprint loco. Con los protagonistas de la general, mano a mano, con las grandes bestias pardas que luchan en las clásicas de primavera, con los que son sprinters y con los que son escaladores y con los que son todoterreno. Ahí han estado todos, ofreciendo el espectáculo definitivo.

Entonces, qué decir, sino gracias, gracias y gracias.

Viva el Tour.

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