Opinión: Los peligros del refranero

El ambiente en este Tour puede ser irrespirable para Froome y su equipo / © Sky

Nicolás Van Looy / Ciclo21

De lo que siembras recoges”. Cinco palabras que, con distintas variantes, forman uno de los refranes más conocidos y usados del extenso refranero en español. Cinco palabras con las que, y lleva tiempo suficiente en este negocio como para saber que pasaría, Nairo Quintana ha echado un poco más de gasolina al ya virulento fuego que todo lo relativo al Caso Froome ha provocado en los días previos al arranque de la Grande Boucle.



El colombiano, que tiene todo el derecho del mundo, faltaría más, a dar su opinión sobre el particular, no ha dudado en usar armas pesadas en la guerra psicológica que entre los favoritos de cualquier competición siempre se desata antes del inicio de la misma. Nairo, y eso hay que reconocérselo y agradecérselo, siempre ha sido un tipo que ha dicho las cosas claras. Que no se ha escondido detrás de frases políticamente correctas o de excusas de mal pagador. Su verso, directo y conciso, ha dado muchos titulares. Casi tantos como sus piernas. Y eso, que quede claro, no es malo. Todo lo contrario.

Lo que ocurre en esta ocasión es que Quintana es el ídolo de una de las aficiones más numerosas y pasionales de cuantas se congregarán a lo largo de los casi 4.000 kilómetros de este Tour de Francia. Una afición ejemplar y colorida que llena de alegría y ambiente festivo cada rincón de la Grande Boucle, pero en la que, como ocurre con cualquier grupo humano, cuenta también con su inevitable porción de descerebrados. En el Tour, especialmente en las etapas de montaña, se espera durante mucho más tiempo del que se disfruta del paso de los ciclistas. Y los tiempos de espera suelen estar acompañados del, como decía el clásico, buen comer y mejor beber. Y en un deporte como el ciclismo, que basa su enorme atractivo popular en que es la propia afición la que se controla a sí misma, sin vallas o especiales medidas de protección que la separe del ciclista, esa combinación, unida a una situación de tensión, quizás, nunca antes vivida, puede ser muy peligrosa.

Froome nunca ha sido especialmente querido en Francia y ahora parecen unirse el hambre con las ganas de comer. El espectáculo vivido ayer en Roche-sur-Yon fue lamentable. Froome, parece mentira que haya que recordarlo, ha sido exculpado por la AMA y la UCI. Si el aficionado, que es soberano y tiene todo el derecho del mundo a expresarse, se siente estafado por esa decisión, hace muy bien en manifestarlo, pero abuchear al sujeto pasivo de la decisión parece un tanto equivocado. Froome no preside la UCI. Tampoco manda en la AMA. Froome, en su legítimo derecho –y obligación– de hacerlo, se ha defendido con las herramientas y armas que la ciencia, la chequera de su equipo y el sistema que le ha juzgado ha puesto a su alcance. Cargar ahora contra él por la decisión final adoptada es absurdo.

La tensión es enorme. El ambiente, preocupante. Quintana, brutalmente honesto, ha dado su opinión. Y la ha dado no porque quisiese protagonizar una polémica de forma gratuita. No porque se haya levantado cabreado y haya decidido lanzarse sobre la presa con un tuit incendiario. Lo ha hecho, sencillamente, porque se le ha preguntado por su punto de vista y, en lugar de tirar balones fuera, ha contestado con la verdad. Con la cruda y pura verdad. Cinco palabras. Se podrá compartir o no, pero es su opinión y debe ser respetada y, sobre todo, se debe agradecer que, en la época del buenrrollismo, un deportista dé su visión real sobre un asunto tan candente e importante para este deporte como es el que nos ocupa.

Ahora bien, dicho todo esto, cabe también reflexionar sobre las implicaciones futuras que estas palabras puedan tener. Si en las próximas tres semanas, y esto debe quedar meridianamente claro, algún inconsciente hace algo que ahora mismo no queremos ni mencionar, nadie, absolutamente nadie, deberá mirar hacia Quintana en busca de un responsable. Es verdad que hay quien preferiría que el colombiano hubiese tratado de rebajar el nivel de tensión, pero ya hemos ensalzado aquí su honestidad y, por supuesto, que un corredor dé su opinión no puede ni debe ser excusa o catalizador para lo que pueda hacer un descerebrado. Pero Quintana debe saber, porque lleva mucho tiempo en esto y también él tiene tantos admiradores como detractores, que los deportistas son tan buenos –o tan malos– como lo son sus últimos resultados. Que los ídolos, intocables hoy, son cruel y rápidamente sustituidos por la siguiente generación. Que los héroes ahora serán villanos en breve. Que, efectivamente, lo que siembras, recoges. O, como dicen en ciertos lugares, cuando se escupe hacia arriba, siempre acaba cayendo en el ojo.

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