Kasia Niewiadoma es una extraordinaria ciclista que hoy ha pecado. Lo ha hecho donde no debe hacerlo, que es en el sprint final, donde ha querido lanzarlo de lejos, que de acuerdo, pero ha insistido aun viendo que el pequeño hueco que había abierto se lo cerraban. Si ese hueco se hubiese mantenido, oye, pues ya hasta el final, pero siendo como fue que Vollering se puso rápido a su estela, la lucha de la polaca ya era en balde.
También es verdad que es muy fácil decirlo cuando tú estás a 70 ppm y ella a 200, pero esto al final es una columna de opinión y se dice y ya está y, si se discrepa, pues tampoco pasa nada. La cuestión es que en esa acción la del Canyon puso en bandeja la etapa para Demi Vollering y Puck Pieterse, que salió primera a por todas y consiguió aguantar la embestida final de la líder. Una líder, Demi, que ha demostrado que está para ganar el Tour, y que se me antoja que algo muy raro tendría que pasar para que no se llevara un nuevo maillot amarillo a su casa.
La mal llamada mini Lieja de hoy era una prueba de fuego. Porque no ha resultado tan mini, sino un etapón que te deja tocado y bien tocado con el aderezo, cómo no estando donde están, de la lluvia. La dureza de la jornada la marca el goteo de corredoras en meta, y esas tres, las más fuertes, que se quedaron solas y ampliaron ventaja tras la Roca de los Halcones. No aparecieron algunas de las que tenían que estar por ahí, y si no lo hicieron fue, sencillamente, porque no había piernas. Que se lo digan a Grace Brown, se me ocurre, que sabe lo que es ganar en este escenario y que hoy se ha dejado más de ocho minutos.
Mañana más territorio quebrado, ya entrando en Francia, con mini final en alto. Pero ya sabemos que en este Tour, visto lo visto, lo mini puede que no lo sea. O, como mínimo, no te fíes de nadie. Que se lo digan a Kasia.