Ángel Olmedo Jiménez / Ciclo 21
A la pregunta de cuál es la prenda que distingue al vencedor de la Vuelta Ciclista a España, la respuesta más adecuada sería “depende” (en concreto, de la fecha). Aunque al ciclista que resulte vencedor de esta edición de 2015 se le impondrá “la Roja” (en un guiño a los éxitos de nuestra selección nacional de fútbol, en concreto, su Mundial de Sudáfrica 2010, fecha desde la que se otorga este galardón), sus predecesores conocieron una variedad cromática de alto calado.
Quizá no muchos recuerden que el naranja fue el maillot que obtuvo el primer ganador de la Vuelta, en las ediciones de 1935 y 1936, el belga Gustaf Deloor. Posteriormente, y tras el inoportuno parón debido al fratricida conflicto bélico, el español Julián Berrendero se alzó con el jersey blanco en 1941. Sin embargo, para la siguiente edición, Berrendero, que repetía como vencedor final, lucía un maillot naranja que tampoco obtuvo continuidad puesto que, en 1942, la prenda tornaba, para 1945 (adivinan bien, las dos ediciones intermedias fueron suspendidas por la Segunda Guerra Mundial), a rojo, debido al patrocinio del diario Ya. Este modelo fue modificado, pasando a blanco con una franja horizontal, hasta que, en 1955 (y con la llegada del patrocinio de El Correo), se elige el amarillo (ganado por el francés Jean Dotto), que perduraría hasta 1977, cuando se produjo una nueva alteración (también anual), para que Maertens se vistiera un distintivo de vencedor del mismo color que el inaugural, naranja. De ahí en adelante, y hasta 1999, se mantuvo el color amarillo para significar al líder de la carrera.
El ejercicio 1999 fue una temporada muy convulsa para el ciclismo que aún se hallaba fuertemente vapuleado por los desafortunados acontecimientos vividos en el Tour de 1998 (el de las redadas policiales tras la interceptación de la farmacia ambulante de Willly Voet, masajista del Festina, el de los plantes de los ciclistas, el de los registros policiales en los hoteles, el de los abandonos de escuadras enteras). En el Giro, el transalpino Ivan Gotti se había hecho con la maglia rosa (si bien la carrera se recordará, siempre, por el extremo momento de dureza vivido al ser descalificado Marco Pantani, por entonces líder [y con la carrera en clara franquicia], al superar la tasa de hematocrito [52% era el resultado de la analítica de “El Pirata”, superando el 50% permitido por la UCI]).
En las carreteras del Tour de Francia, el norteamericano Lance Armstrong conseguía vencer en París, ante el helvético Alex Zulle y el español Fernando Escartín. El tiempo, y la investigación de la USADA, se encargaron de arrebatar tanto ése como el resto de victorias del texano en su hegemónico dominio de la Grande Boucle.
Sin embargo, el protagonista de nuestra retrospectiva de hoy es el alemán Jan Ullrich, nacido en Rostock (diciembre de 1973) y que, aquel año de 1999, militaba en las filas del poderoso equipo alemán Telekom. El teutón era una de las rutilantes estrellas del panorama internacional y presentaba un registro de vencedor del Tour de Francia en 1997 y dos segundos puestos, en 1996 (Tour que muchos piensan que debió ser suyo, pero las órdenes de equipo beneficiaron al danés Bjarne Riis) y 1998 (en el ya mentado Tour de la polémica), además de una medalla de bronce en los mundiales contra el crono de 1994 (la que siempre fue su especialidad y en la que, ese año de 1999, en Verona, obtendría el oro [una presea que, en la prueba en ruta, se colgó, nuestro gran Óscar Freire). El bávaro no se había presentado ni el Giro, ni el Tour (por una desafortunada caída en la Vuelta a Alemania, al engancharse con su compañero Udo Bölts) y toda su preparación se centraba en la ronda española.
Los grandes favoritos de la carrera eran, además de Ullrich, el vasco Abraham Olano (enrolado en Once-Deutsche Bank), el vitoriano de Vitalicio, Igor González de Galdeano (con el valenciano Casero como supuesto jefe de filas), y el ruso Pavel Tonkov (del Mapei). Por su parte, tanto Banesto (con Zulle y José María Jiménez) como Kelme (con Escartín y Roberto Heras), reservaban el dorsal acabado en uno a los participantes en el Tour pero todo indicaba a que los segundos espadas contarían con más presencia como al final así dictó la carretera.
La prueba contaba, como mayor aliciente, además de la presentación del nuevo maillot oro, la subida al Alto del Angliru (una durísima ascensión, con rampas que superaban el 23%, que se recordará por la imagen del Chava Jiménez, emergiendo entre la niebla y arrebatando el histórico triunfo al ruso Pavel Tonkov).
Sin embargo, el hombre que contó con el privilegio de estrenar la prenda dorada no fue otro que el vasco Igor González de Galdeano quien venció en el prólogo cronometrado disputado en Murcia por un solo segundo a Olano (Igor se benefició de correr en seco mientras que los favoritos se encontraron con el asfalto mojado). Su alegría se esfumó al día siguiente, cuando vio cómo el francés Jacky Durand le arrebataba el liderazgo en la jornada que concluía en Benidorm (y en la que venció el sudafricano Robert Hunter), gracias a las bonificaciones de las metas volantes.
El francés (que venía de ser el último clasificado en el Tour) soportó el liderato una jornada más, en la que (como haría en las dos siguientes) el velocista alemán Marcel Wust (que se vestiría el maillot oro hasta la crono de Salamanca) se impuso de manera indiscutible.
Un día antes de la cronometrada, Jan Ulrrich (sobre el que versaban rumores de su presunta falta de forma), levantó los brazos en el sprint de favoritos disputado en Ciudad Rodrigo, en una etapa en la que la escabechina montada por Sáiz en la ascensión a las Batuecas dejó a Zulle a más de seis minutos en la general.
Las buenas sensaciones de Olano (que había sido segundo en Ciudad Rodrigo) se confirmaron al día siguiente, en el que se erigió en protagonista en la crono de Salamanca, reclamando para sí el maillot oro. La general se clarificaba y el vasco adelantaba a Ulrrich en 1.07 y en 2.33 a Igor González de Galdeano. El alemán fue el único que pudo minimizar pérdidas en un auténtica jornada de gloria para el guipuzcoano (Casero perdió 2.17, Igor 2.18 y Heras más de 3 minutos).
Abraham aguantó el liderato (superando el temido Angliru y sufriendo una caída descendiendo el Cordal que le supondría el abandono) hasta la etapa de Ordino – Arcalís. En la etapa del día anterior, que concluía en Pla de Beret (con la victoria de Danielle Nardello), Olano había demostrado cierta debilidad, cediendo una veintena de segundos ante Ullrich y el resto de favoritos.
La jornada siguiente, con meta en Ordino – Arcalís, incluía los ascensos de tres primeras (Cantó, Rabassa y Montaup) antes de enfilar la subida a la estación de esquí. Y Olano reventó, en parte, por el ataque inopinado del vitoriano de Vitalicio en las rampas de Montaup. La dureza de aquella cita se dibuja en el número de ciclistas repescados del fuera de control (45). Ullrich se hizo con el maillot oro… y nadie se lo podría arrebatar.
Al día siguiente, Olano se bajó de la bicicleta, descubriéndosele una costilla rota (fruto de su caída en el descenso del Cordal), y otro de los que no estaban haciendo una Vuelta acorde con las expectativas puestas en él, Alex Zulle, se impuso, en solitario, en Rassos de Peguera, en la etapa que desbarató las opciones de pódium del ruso Tonkov (al finalizar el embite, Ullrich tenía 49 segundos sobre Igor y 2.35 sobre Heras. El Chava transitaba en la general a 3.35).
En las siguientes cuatro etapas, intrascendentes para la clasificación general, Roscioli (mientras los ciclistas querían parar la carrera por la peligrosidad del circuito urbano de Montjuic), Ekimov, el malogrado Vandenbroucke y Moreni, alzaron los brazos victoriosos en meta, y los favoritos reservaban fuerzas (y estrategias) para la llegada al Alto de Abantos.
En esa cima (que conoció de la victoria de Laiseka), Ullrich sufrió muchísimo, por mor de los ataques de Zulle, Jiménez, Heras e Igor. Los dos últimos recortaron unos exiguos 16 segundos (pudieron ser más si el alemán no recibe la inexplicable ayuda del belga Vandenbroucke y si, sobre todo Igor, no hubieran contemporizado el ritmo a la espera de ayudas para distanciar al líder) que animaban la siguiente etapa (montañosa y con final en Ávila).
Sin embargo, las esperanzas puestas en el quebrado día de Ávila se disiparon, y el día solo sirvió para demostrar que lo del belga era algo más que vasallaje a Ullrich. En una jornada memorable, Vandenbroucke venció en Ávila, atacando en el empedrado de la ciudad tras haber estado al frente de una escapada grupal durante los diferentes ascensos. No ocurrió nada reseñable entre los favoritos.
La Vuelta, por lo tanto, se iba a decidir en la crono del penúltimo día. 46,5 kilómetros entre El Tiemblo y Ávila y con el ascenso del puerto, de primera categoría, de La Paramera. 31 segundos separaban a Igor de Ulrrich, pero el alemán no permitió albergar duda alguna sobre su reinado. Se impuso en la etapa, destrozando a todos sus rivales (2.50 a Zulle, 3.41 a Heras y 3.44 a un irreconocible Igor González de Galdeano, que fue doblado por el germano. El ruso Tonkov perdió 4.11).
En Madrid, al sprint, venció el holandés Jeroen Blijlevens y en el pódium Ulrrich sonreía como dueño del primer maillot oro entregado en la capital. Solo volvió una vez a la Vuelta, en el año 2000, y abandonó (cosecharía el oro en ruta y la plata en crono de los Juegos Olímpicos de Sidney).
Su destino, que muchos quisieron postergar a ser el Poulidor de Armstrong en el Tour, también se vio manchado por el dopaje, cuando su nombre se reveló en las investigaciones de la Guardia Civil española en el marco de la Operación Puerto. Tras la nomenclatura de “Jan”, “Yo” o “Hijo de Rudicio” se escondían las muestras de sangre del de Rostock.