Peter Sagan jugando al fútbol con su bicicleta de carreras, en una exhibición en la fábrica de Sportful junto al ‘malabarista’ Vittorio Brumotti, no sólo fueron virales hace un par de semanas, sino que transcendieron a numerosos medios informativos que hablaban de las habilidades del eslovaco en bici-fútbol, al que se calificaba como “un deporte que ya existe”.
Cierto, aunque la denominación no es tan descriptiva como ‘bici fútbol’, sino que en realidad se llama ‘cycle-ball’ o castellanizado en ciclobol, pese a que en nuestro país la práctica sea casi nula. Y, además, es una disciplina que está integrada en la UCI, aunque algún ex presidente de la RFEC, hace ya muchos años, no lo supiera y dirigiera a un periodista hacia el organismo que dirige Ángel Villar.
Es más, esta modalidad ciclista vive este fin de semana su Campeonato del Mundo, concretamente en la ciudad malaya de Johor Bahru, englobando las dos disciplinas del ciclismo en sala: el ciclismo artístico –básicamente hacer una serie de figuras individualmente o en dúo, ya que la modalidad de equipos se dejó de practicar- y el mencionado ciclobol.
¿Y por qué en Malasia? Simplemente porque es una de las potencias mundiales de esta disciplina, también extendida en países asiáticos como Japón o Indonesia, aunque su epicentro esté en Centroeuropa, especialmente en Alemania, Suiza, Austria o República Checa, donde los pabellones se llenan para ver los partidos bicifutboleros… aunque no juegue Sagan.
Este pequeño resumen de la Copa del Mundo -que también existe esta competición- nos muestra la habilidad de los verdaderos ciclobolistas y sus máquinas, que no tienen nada que ver con la montura que llevó el campeón del mundo en su exhibición.