Esta mañana, de casualidad, me he encontrado con una entrevista a Adolfo Almarza, un joven chileno de 25 años en el difícil camino de ser ‘descender’ profesional. Hasta ahí nada excepcional.
El mérito de este deportista es que perdió las dos piernas en un accidente de tráfico cuando apenas tenía 12 años. Desde entonces, lo suyo es una carrera de sacrificio, perseverancia, disciplina y paciencia, sobre todo desde que a los 18 años quiso ser profesional del descenso, sin que sus dos prótesis hayan sido un obstáculo para ello o para otras actividades, “aunque todo me cuesta el doble o el triple”.
Más meritoria aún es su faceta motivacional, desde su proyecto Decidido, ofreciendo charlas a diversos colectivos en las que la perseverancia se convierte en la principal arma para “superar las adversidades de la vida diaria, pudiendo de esta forma demostrar que con sacrificio, fe, esperanza, sueños y mucho trabajo es posible cualquier cosa en esta vida”.
Como bien dice su lema, “para un camino difícil, una persona sin límites”.