“Yo tenía que ir y venir todos los días del lugar de trabajo a Fuencarral, a golpe de alpargata. El camino se hacía larguísimo, y me daba tal envidia los que lo hacían en bicicleta, que comencé a pensar en adquirir una”. Eso escribía Julián Berrendero en su autobiografía ‘Mis glorias y memorias’, fechando sus recuerdos en 1931. “En el ir y venir del recorrido, pronto empecé a participar en las batallas que mis compañeros armaban… En total, que empezó a picarme el gusanillo, y en las competencias de nuestro camino pronto me hice el amo, los ganaba a todos”.
Un inicio ciclista como otros muchos campeones de los tiempos heroicos, como le sucedió a Bahamontes y su famoso carrito de carga que le convirtió en escalador por culpa de las cuestas toledanas, aunque no hay que remontarse hasta hace ochenta años para encontrar a gente que descubrió que del uso de la bicicleta a la práctica deportiva no había tan largo trecho. El más reciente, Nairo Quintana, como tan notablemente nos cuenta Ainara Hernando el ‘Por amor al ciclismo’ o podemos leer en este reportaje.
Más significativa es otra frase del ‘Negro’ de San Agustín de Guadalix: “No he sido yo corredor que se ha visto forzado a estos entrenamientos nocturnos; otros trabajadores con aficiones al mismo deporte hubieron de hacerlo. Por eso, el ciclismo es un deporte ideal para los ricos y para los que tienen negocios propios y tiempo de que disponer. Pero no sé qué será que a estos no les da por desgastar sus energías”.
Y es que, muchas décadas después, los españoles nos comenzamos a creer –a base de engaños y de migajas- cada vez más ricos. Con más tiempo libre, más ocio, desde luego. Y con una llegada al ciclismo radicalmente distinta a la que tuvo Berrendero, a base de un trabajo más ‘programado’ desde la base, desde las escuelas de ciclismo, como una carrera por etapas que debía llegar hasta el profesionalismo. Eso sí, muchos se quedaban por el camino, por la exigencia de una dedicación exclusiva demasiado temprana, por falta de resultados… o por la feroz competencia de otras prácticas deportivas más gratificantes.
Hace unas semanas, mantenía una interesante y extendida conversación con uno de los mejores periodistas jóvenes actuales sobre las posibles medidas para dinamizar el ciclismo actual, en un entorno en que la gente sueña con recuperar los felices noventa… sin darse cuenta de que las circunstancias son muy distintas y de imposible extrapolación. Sin embargo, hay oportunidades que se podrían aprovechar… aunque para ello haya que remontarse a los tiempos en que Berrendero se compró su primera bici.
En un país con una climatología bastante agradable, y en el que el 58% de los hogares disponen de una, el uso masivo de la bicicleta como forma de transporte no es algo descabellado y menos aún cuando hay cada vez, afortunadamente, más facilidades para el ciclismo urbano -pese a las zancadillas del lobby automovilístico- y más gente, desgraciadamente, que se verá obligada a este transporte como consecuencia de la crisis. De este colectivo puede salir algún ciclista deportivo tardío, que podría incluso llegar a hacer carrera… si no fuese por ese peligroso concepto de querer tener controlada la vida deportiva de esos campeones o pseudocampeones desde demasiado pronto… y pensar que si con veintipocos no tienes un nombre, ya no tienes nada que hacer.
No estaría mal, combinando ambas posturas, fomentar ese uso de la bicicleta desde las edades más tempranas, pero en los colegios. Facilitando el desplazamiento de los alumnos desde sus casas a los centros escolares y, ya dentro de ellos, con la educación vial como materia de enseñanza -no hace falta que sea una asignatura, y menos aún con calificaciones-, y la práctica del ciclismo como otro deporte más dentro de la educación física. Y, desde luego, con un programa que parta de las instancias educativas, no de iniciativas ciclistas más o menos aisladas y bien intencionadas, como Soy Bici. Seguro que alguno termina haciéndose el amo de las competencias, como le pasó a nuestro histórico campeón.
Como ya he manifestado en alguna ocasión, lo que hace falta ahora no son más escuelas de ciclismo, sino simplemente más ciclismo en las escuelas.