Quince etapas en el Tour, más trece en la Vuelta, dos veces campeón del mundo y una brutalidad de triunfos en pocos años, Freddy Maertens fue un auténtico depredador, además, en un periodo muy concreto de la historia.
Freddy Maertens fue un corredor emblemático que cosechó muchos laureles dándole a los pedales y que merece por nuestra parte unas líneas de recuerdo al haber cumplido la edad de 69 años el pasado mes de febrero. Tuvimos la suerte de seguir muy de cerca sus pasos en sus épocas de gloria que se decantaron en la década de los setenta.
Nació en el año 1952, en la localidad de Nieuwpoort, localizada en la región de Flandes Occidental, lindante al mar del Norte y junto al río Yser, en territorio belga. Queremos mostrar alguna que otra consideración en torno a este ciclista que en su tiempo catalogamos de fisonomía o silueta un tanto singular, de carácter un tanto chocante, que a través de nuestro trato nos llamó poderosamente a la atención. No se nos escapa que se comportó siempre con nosotros con mucha educación y evidente caballerosidad. No podemos decir otra cosa.
El trampolín de la Vuelta a España
Era por encima de todo un buen y cotizado velocista. De ahí que conquistara un buen número de etapas en las prueba de largo kilometraje de varios días de duración. Por ejemplo, en la Vuelta a España del año 1977, sí recordamos, que se adjudicó como vencedor absoluto, superando al español Miguel María Lasa y al alemán Klaus Peter Thaler, tomándose el lujo como complemento a su magnífica actuación de ganar en nada menos trece etapas, todas casi de una tacada, un hecho insólito que nadie hasta la fecha ha podido igualar.
Aun siendo un hombre particularmente rápido, también se mostró especialmente belicoso en las competiciones de contrarreloj y en las carreras clásicas de un sólo día. Era un corredor de temperamento atacante por sistema. No se arredraba ante sus adversarios que bien le conocían.
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