Al inicio del Tour de 1986, varios interrogantes atormentaban a los conocedores del mundillo ciclista. ¿Cómo sería la convivencia en el equipo La Vie Claire entre Bernard Hinault, que disputaba su último Tour, y Greg LeMond, a quien le habían prometido todo su apoyo? ¿Se consolidaría el auge de los colombianos con una victoria final de Lucho Herrera o Fabio Parra? ¿Qué sería capaz de hacer el equipo Système U, con su líder Laurent Fignon, para mediar en la contienda? Quizás los más inquisitivos se preguntaban también por la valía de la formación 7-Eleven, primer equipo estadounidense invitado a participar en el Tour de Francia. A otros les atraía el reto del pentacampeón olímpico de patinaje de velocidad Eric Heiden, que contaba con terminar el Tour de Francia. Lo único seguro es que muy pocos habían oído hablar de Alex Stieda, cuyo palmarés incluía una medalla monda y lironda en pista en los Juegos de la Commonwealth.
Con mucho desenfado, el joven canadiense lanzó una escapada en solitario en la primera etapa en ruta con el objetivo bien calculado de hacerse con un maillot específico gracias a los puntos Catch que fuese consiguiendo a lo largo de la jornada. Su pequeña aventura le valió también varios segundos de bonificación y, pese a que lo alcanzaron cinco corredores antes de la meta de Sceaux, acabó viéndose primero de la clasificación, pese a su 5º puesto en la etapa por detrás del ganador, Pol Verschuere. La internacionalización del ciclismo recibió así un nuevo impulso por parte de este antiguo estudiante de medicina que se convirtió en el primer norteamericano en enfundarse el Maillot Amarillo por delante de pesos pesados como Steve Bauer (3º de la general ese día) y Greg LeMond.
A mediodía de ese mismo 5 de julio, la miel se haría hiel para Alex Stieda y sus compañeros de equipo del 7-Eleven, quienes sufrieron de lo lindo en la contrarreloj por equipos de 56 km entre Saint-Quentin-en-Yvelines y Meudon. Una caída y cuatro pinchazos abrieron vías de agua en la cohesión del grupo y el flamante portador del Maillot Amarillo se resintió sobremanera. Acabaría separándose del resto para cruzar la meta en solitario, mientras el equipo quedaba en 20ª posición de 21 escuadras participantes. El desplome de Stieda fue inapelable, pero ese año fue todo un éxito para Norteamérica. Al día siguiente, Davis Phinney obtendría en Liévin la primera victoria de etapa del subcontinente, mientras que, en la meta final, Greg LeMond ganaba la competición y lograba que la bandera de las franjas y estrellas ondeara orgullosa bajo el cielo de París. Era la primera vez en la historia de la competición.